Se acerca el momento de plantar los bulbos, que florecerán desde mediados o finales de invierno a bien avanzada la primavera
Con la llegada de los días más cortos y el tiempo otoñal, se acerca el momento de plantar los bulbos, que florecerán desde mediados o finales de invierno a bien avanzada la primavera.
Vayamos primero con un poco de botánica… ¿Qué son en realidad los bulbos y las plantas bulbosas? Pues serán todas aquellas que poseen órganos subterráneos donde se acumulan las sustancias de reserva y que originarán el crecimiento de hojas y flores en el momento correspondiente. Estas estructuras pueden ser rizomas, tubérculos, raíces tuberosas, cormos y bulbos verdaderos.
Los rizomas son tallos engrosados de crecimiento horizontal con varias yemas de crecimiento. El jengibre que compramos para cocinar sería un ejemplo de rizoma. ¡Ojo! El que viene de una pieza, sin rallar. Los Iris germánica también serían otro buen ejemplo.
Los tubérculos son parte de un tallo subterráneo o de una raíz, que se desarrolla para acumular las sustancias de reserva. Patatas, zanahorias, boniatos, chufas… son algunos tubérculos comestibles. Si lo trasladamos a especies cultivadas en un jardín, Oxalis o algunas Anemone serían otros ejemplos.
En cuanto a las raíces tuberosas, son raíces verdaderas que sirven de almacén. Las Dahlia quizás sean el ejemplo más conocido.
Los cormos también son tallos engrosados que almacenan reservas pero son tallos subterráneos. Pertenecen a este grupo Crocus sativa o azafrán, Gladiolus y Fressia..
Finalmente los bulbos verdaderos serían órganos de almacenamiento tipo cebolla con una yema, de donde brotarán la flor y las hojas, tejidos de almacenamiento, un disco basal desde donde crecen las raíces, pequeñas yemas laterales que serán futuros bulbos y, en algunos casos, una película o túnica que protege a toda la estructura. Narcisos (Narcissus), tulipanes (Tulipa), cebollas y ajos (Allium sp.) o jacintos (Hyacinthus) son bulbos verdaderos y es de lo que vamos a hablar en este artículo.
¿En qué debemos fijarnos para comprar un bulbo?
Pero comencemos por el principio, el momento de compra. ¿En qué debemos fijarnos? ¿Cuándo debemos comprarlos? ¿Son iguales todos los bulbos?
Lo primero que debemos hacer cuando vayamos a comprar es comprobar que están sanos y escoger los que no tienen indicio de enfermedad ni podredumbre. La superficie debe ser lisa, sin manchas y deben ser firmes al tacto. Si se compran raíces y/o rizomas deben ser carnosas y estar intactas y sin heridas.
El mejor momento para comprarlos es cuando los bulbos están en su período de reposo. Es decir, si vemos tulipanes en flor en primavera no tiene mucho sentido buscar “bulbos a granel” para comprar. Primero porque en ese momento no estarán disponibles en ese formato, ya que estarán creciendo y floreciendo. Así que podremos encontrarlos, sí, pero vendrán plantados.
Si los queremos sin plantar, lo ideal es comprarlos en el momento en el que aparecen en el mercado en este formato y plantarlos lo antes posible teniendo en cuenta las condiciones meteorológicas. Es decir, si se compran en otoño y está haciendo un tiempo más cálido de lo que corresponde a la estación, es mejor esperar un poco y plantar cuando las temperaturas hayan bajado. Si cuando se compran los que aparecen en el mercado en primavera está lloviendo mucho o hay heladas muy fuertes, también podemos retrasar un poco la plantación.
A veces podemos encontrar diferentes precios en los mismos bulbos. ¿Cómo es esto posible? Como en todo en el mundo vegetal, también hay calidades. Un mismo bulbo puede encontrarse con distinto calibre en el mercado. Cuanto mayor sea su calibre, mayores son las reservas nutritivas y por tanto la futura planta tendrá un mayor tamaño, o floración más abundante en el caso de aquellos bulbos que den varias flores.
¿Cómo los plantamos?
Y una vez que hayan florecido ¿qué debemos hacer para mantenerlos adecuadamente? Después de la floración los bulbos deben volver a “rellenarse” para que la floración tenga lugar de nuevo el año siguiente. Las hojas se encargan de hacer la fotosíntesis y alimentar a la planta, en este caso al bulbo, y por eso es conveniente una vez acabada la floración, eliminar las flores secas cortando los tallos florales lo más abajo posible y mantener las hojas hasta que se sequen. En este momento ya habrán reabsorbido la clorofila y otros elementos necesarios para el correcto desarrollo de la planta.
¿Cómo hacemos para plantarlos? Dependerá de dónde lo hagamos. Si plantamos en el jardín, es importante que el suelo no se encharque y que drene bien para que los bulbos no se pudran. En jardines de suelo arcilloso podemos añadir compost, turba, arena de sílice o alguna otra fuente de material orgánico para mejorar la textura del suelo. La profundidad de plantación será entre 2 y 3 veces altura del bulbo. Los bulbos verdaderos los colocaremos con el disco basal hacia abajo y la punta, por donde brotarán las hojas, hacia arriba. Al disco basal lo identificaremos porque suele tener restos de las raíces secas del año anterior.
Si plantamos en maceta, salvo que esta sea bastante alta, la profundidad de plantación no podrá ser la indicada anteriormente, ya que si se plantan muy abajo las raíces apenas tendrán espacio para desarrollarse y, si se plantan demasiado superficiales, la planta podría estar poco “sujeta” y caerse. Lo adecuado sería plantarlo a media altura.
¿Es necesario acolchar? Cuando plantemos en el jardín podemos acolchar con una capa de corteza de pino, ya que de esta forma mantendremos mejor la humedad del suelo en verano y la temperatura no variará tanto si hubiera heladas fuertes. Una capa de entre 5 y 7 cm sería lo ideal, salvo para los bulbos pequeños de floración temprana.
¿Hay que abonarlos o no hace falta? Esta es una pregunta que me hacen a menudo. Tanto los bulbos que florecen en primavera como los que florecen en verano necesitan nitrógeno, fósforo y potasio para su desarrollo y floración. Si los plantamos en el jardín y tenemos una tierra rica y fértil, no hará mucha falta. Pero en el caso de la plantación en maceta o contenedor sí, porque los nutrientes disponibles para los bulbos no son infinitos y se van agotando con el tiempo.
Esta es una de las causas por la que los bulbos degeneran y tienen cada vez flores más pequeñas o incluso dejan de florecer. Por lo tanto, es conveniente abonar un poco. Un buen momento es al plantarlos, mezclando un poco de abono con la tierra que quedará debajo. Y el otro momento es cuando aparecen los primeros brotes. En este caso, y especialmente si están en una maceta, es preferible aportar un abono líquido en el agua de riego siguiendo las especificaciones que vengan en el envase.
¿Por qué dejan de florecer?
Un motivo por el que los bulbos pueden degenerar es porque estén muy juntos. Esto es lo que ocurre si están durante muchos años en un espacio pequeño, porque algunas especies se van multiplicando, caso de crocos o narcisos o, como decía anteriormente, por eliminar las hojas antes de que el bulbo haya tenido tiempo de engordar.
Los bulbos pueden dejar de florecer también cuando se fuerzan. Sería el caso de los jacintos y las conocidas jacinteras de cristal. El bulbo se coloca en un recipiente donde solo hay agua y las raíces quedan permanentemente expuestas a la luz. Una vez pasada la floración, en el agua no hay nutrientes para que pueda engordar, así que la floración del año siguiente no tendrá lugar.
Otro motivo por el que dejen de florecer puede ser por la competencia de los recursos de agua y luz. En un jardín joven donde los árboles sean pequeños, no habrá problema por la luz solar, pero con el paso de los años los árboles irán creciendo y dando sombra. Las raíces también competirán por absorber el agua disponible en el sustrato. La solución pasa por cambiar los bulbos a un espacio más soleado en su fase de reposo.
Una vez pasada la floración y con los bulbos ya en la fase de reposo, podemos tener la duda de si los dejamos allí hasta la temporada siguiente o si los sacamos. Dependerá. Los narcisos, crocos, fresias… pueden quedarse sin necesidad de sacar y volver a plantar cada temporada. Si tenemos ratones o topillos es mejor sacarlos, pues como órganos de reserva que son, son un alimento bien codiciado. Como precaución, pueden plantarse en cestas para que luego sea más fácil recuperarlos.
Las dalias suelen sacarse y almacenarse en un lugar seco y fresco hasta volver a plantarse la temporada siguiente. Y, si hay riesgo de que el suelo se congele por heladas fuertes, algunos bulbos que puedan verse afectados también deben sacarse, pero en general pueden permanecer en el terreno.
Y para terminar, además de la plantación en contenedores para alegrar ventanas y terrazas, los bulbos también pueden utilizarse para tener floraciones a la salida del invierno. En aquellos jardines con especies de hoja caduca es una manera muy interesante de aportar algo de verde a la desnudez de la estación.