«La diferencia es que unos luchaban por la libertad de la patria y otros por la opresión de la misma. Unos luchaban por mantener la patria para todos y otros para dársela a unos pocos. Unos luchaban defendiendo la democracia y otros por la dictadura»
Hace unos meses, un grupo de anhelantes de la dictadura, defensores de derechos para unos pocos, intolerantes ante la diversidad, cantaban un himno fascista delante del monumento que descansa en la fachada de una institución privada subvencionada con fondos públicos. Desde ese momento, muchas personas se han manifestado a favor o en contra del mantenimiento de la majestuosa cruz latina flanqueada por figuras angelicales, obra de Manuel Álvarez-Laviada. Si la exaltación de la dictadura debe ser sancionada, toda opinión que no conlleve ni defienda la apología del franquismo debe ser aceptada, pues es, en esa libertad, en lo que se basa la Democracia, justo por lo que perdieron la vida españoles y españolas que cayeron por la patria. Qué bonita la palabra ‘patria’, mucho más terrenal que país. Un vocablo arrebatado durante años para que la tierra fuera de unos pocos, para que se considerasen patrióticos una parte de España. Caídos por la patria… ¿Qué es más importante en la patria que las personas que la forman? Durante años, los monumentos franquistas robaban de la piedra la palabra que refleja personas. Patria, lugar de encuentro, de pasado y de futuro. Hasta el cincel debía ofuscarse ante el mensaje que incluso en la muerte separaba iguales. En julio de 1936 la patria era de todos, después unos la quisieron para ellos, y la siguen queriendo. La diferencia es que unos luchaban por la libertad de la patria y otros por la opresión de la misma. Unos luchaban por mantener la patria para todos y otros para dársela a unos pocos. Unos luchaban defendiendo la democracia y otros por la dictadura.
La opinión, como elemento básico de la libertad, debe ser escuchada y tenida en cuenta, pues la argumentación es la mayor arma ante los que disfrutan del monumento con exultantes deseos del pasado. La Democracia es garante del pensamiento, de la opinión, todo lo contrario a lo defendido por quienes inauguraron la obra artística en el siglo pasado y hoy levantan el brazo mirando la piedra tallada. A mediados del siglo XX, sectarios totalitarios, asesinos y torturadores mandaban llenar la cercana cárcel de El Coto con personas que opinaban diferente a una dictadura que no permitía pensar. El penal gijonés fue concebido para ciento cincuenta y nueve presos. De 1937 a 1955 pasaron por ella más de once mil. Cárcel repleta de tortura silenciadora de cualquier ideología contraria al totalitarismo. Lugar en donde más de mil doscientas personas fueron fusiladas. Opresora de libertad, imagen nítida de un franquismo que oscurecía, mataba la opinión.
No estamos en esos años, no estamos en esa ideología, por más que algunos, orgásmicamente, la anhelen. No estamos en esos juicios sin justicia donde el pensar llevaba al paredón. Se debe defender la opinión, pero cumpliendo las normas y leyes garantes de la libertad. En esos defensores del pensamiento, ¿quién lo iba a decir?, está la ultraderecha de verde esperanza que considera, y realiza la petición, que la obra del escultor asturiano sea Bien de Interés Cultural. Ellos, censores del arte, eliminadores de manifestación artística alejada de sus cánones arcaicos, cómo si el arte tuviera solo una mirada, consideran que tiene el suficiente interés para otorgarle la figura proteccionista. Compete al Principado esa decisión, como también el cumplimiento de la Ley de Memoria Democrática dentro de su territorio. Las diferentes consejerías deben responder a la petición de BIC como al qué hacer con respecto a la obra. Lo primero, me temo, paralizará lo segundo. El monumento a los soldados defensores del totalitarismo del cuartel de Simancas lleva años siendo denunciado por incumplir el ahora capítulo IV de la Ley 20/2033 de 19 de octubre, de Memoria Democrática. Ante las denuncias, la institución privada no llevó a cabo movimiento alguno sobre el monumento, debiendo haber sido, por tanto, obligación del Principado de Asturias su intervención para cumplir lo legislado.
Será tarde para actuar sobre un monumento que lleva años glosando al franquismo, pero tremendamente necesario. La cuestión es cómo. Ese es el dilema al que se debe enfrentar el responsable de ejecutar la norma: la interpretación de la misma. Soy de los que opina que no debe demolerse, no debe destruirse, no debe desubicarse. La Ley lo permite, como permite su retirada, nunca la demolición o destrucción. Creo que existen razones artísticas que pueden llevar a garantizar su conservación, a pesar de, en mi opinión, no ser una obra culmen del escultor y por tanto no conformar parte de los pocos BIC que tiene la ciudad. Su mantenimiento nos ayudará a lo, para mí, más importante: contar la verdad, contar el pasado, contar el olvido. Creo que la resignificación de algunos elementos que glosan un pasado indigno puede ser un gran elemento educativo y formativo para la sociedad. Dar a conocer el pasado, la historia, garantizando la verdad se puede hacer de mejor manera desde la resignificación que desde la eliminación.
Los monumentos defienden la memoria, haciendo presente el ayer. La verdad, la mejor escribiente, tiene la capacidad de narrar la historia. Si la dictadura construyó una memoria desde la mentira, debemos afianzar otra memoria desde la verdad. Si sabemos que el desconocimiento puede llevar a la repetición, si estamos viendo que la juventud está, como lo hizo siempre, buscando respuestas ante sus miles de preguntas, démoselas. Demos respuestas para que no las busquen en el mensaje fácil de las redes, en los mensajes incendiarios de aquellos ultras que siguen jugando con la mentira y la confrontación. Demos verdad, demos historia sin héroes, demos el recuerdo y la dignificación de caídos por la sinrazón de un Golpe de Estado que desbancó a la democracia y al pensamiento. Deben dialogar el pasado y el presente en un lenguaje que permita el conocimiento del ayer sin que nadie se apropie de un vocablo tan precioso como patria. Debemos dar a conocer lo que nos llevan tapando años, lo que nos han intentado hacer olvidar durante años, lo que han intentado cambiar durante años. Hacerlo es más fácil desde lo físico que desde lo inmaterial. Explicar lo pasado desde la verdad de la piedra, desde los agujeros en paredones de fusilamientos, desde el mural que refleja la opresión al que piensa diferente. Ocultemos los bustos, pues no hay manera de resignificar la cara de un asesino. Cambiemos las calles, las medallas y distinciones de nuestra villa que todavía, tanto unas y otras prevalecen, incumpliendo, sin elementos artísticos que lo protejan, la Ley de Memoria Democrática. Julián Gómez Elisburu, jefe de la falange en Xixón, Carlos Pinilla, fundador del partido nacionalcatolicista en Gerona, enrolado en la División Azul, depurador de personas o Girón de Velasco, creador de las JONS, pistolero falangista e impulsor de mantener el totalitarismo en nuestro país en los últimos años de la dictadura, forman parte, entre otros franquistas, del libro de honores del Ayuntamiento de Xixón. Algo inconcebible.
Es tiempo que se realice un Pleno para eliminar distinciones a personajes que han formado “parte del aparato de represión de la dictadura franquista”, para cumplir una de las normas que rige el Estado de Derecho, para dignificar a las víctimas, para ser patria sin dictadores con honores. Mi petición al equipo de gobierno para ello, mi petición al equipo de gobierno para que cumpla la Ley