La ciudad hace recuento de daños y recupera la normalidad tras las tempestades de la pasada noche, que han dejado bajos inundados, árboles caídos y destrozos en vehículos e infraestructuras
POR BORJA PINO Y SARA BECERRO
«Ha sido tremendo… Sonaba como una macrofiesta». Con más de seis décadas a sus espaldas, Manuel Cañete, presidente de la Asociación de Vecinos del Polígono y, a la sazón, líder de la Federación de Asociaciones Vecinales (FAV), puede preciarse de haber visto, vivido y sentido en abundancia. Una veteranía que, sin embargo, no ha impedido que las tormentas caídas la pasada noche sobre Gijón le hayan sorprendido profundamente, como a miles de habitantes más de la ciudad. El acopio de agua, la virulencia de la misma, el potente aparato eléctrico… Pocos recuerdan tempestades similares. Por eso esta mañana, mientras prosigue el recuento de daños y el retorno a la normalidad, son muchos, Cañete incluido, los que celebran que, pese a lo espectacular de lo ocurrido, sus efectos no hayan pasado de algunos arboles caídos, inundaciones puntuales y destrozos el ciertos vehículos e infraestructuras. Los equipos de emergencias aún permanecen desplegados.
Con todos los efectivos del Cuerpo de Bomberos de Gijón, movilizados para atacar las incidencias, contabilizadas en número de 33, la distribución de las mismas, sin embargo, ha sido desigual. En materia de inundaciones, diez en total, el Centro Municipal Integrado Gijón-Sur se ha llevado la peor parte, aunque incluso en el parte de bomberos municipal ha sido preciso sacar agua. Ventanas, persianas, barandillas y lucernarios también han sufrido por el viento y las ráfagas de lluvia, y se han venido abajo una docena de árboles en distintas zonas de la urbe. El propio Polígono ha sido una de las áreas más castigadas. La calle Puerto de San Isidro tuvo que ser cortada por la cantidad de agua que se acumuló en ella, y varias viviendas y negocios de Puerto de Leitariegos y de la avenida de Portugal sufrieron inundaciones. Pero, sin duda, el suceso más espectacular se registró en Puerto de Vegarada; allí, un árbol cayó sobre un turismo estacionado en el lugar, aplastándolo por completo, aunque sin producir heridos.
«Tanta agua en el Piles ayuda a que no apeste», bromean quienes pasean por sus orillas
«Poco a poco irán saliendo más cosas, seguro, pero, para lo que cayó, poco ha pasado», reflexiona Cañete, quien, eso sí, insta al Ayuntamiento a que «tenga más en cuenta la climatología al tomar medidas», si bien «algo como lo de anoche no se podía prever». También en Santa Bárbara varios vecinos han empezado la semana achicando agua de sus domicilios, lo que, unido a una señal de tráfico partida por la fuerza del agua y a varias antenas de televisión dañadas, conforma un balance que «podría haber sido mucho peor», a juicio de la presidenta del barrio, Mapi Quintana. Más al norte, en Moreda, la zona de petanca del parque del lugar quedó completamente anegada, aunque el mayor impacto, en opinión de la presidenta Charo Blanco, fue «lo cerca que cayó uno de los rayos; de lo fuerte que sonó, mi gato se asustó. Y creo que nunca antes tuvimos tantísima agua». Fe de ello dan los vecinos de Pumarín, otro de los grandes afectados; sus patios interiores, igualmente inundados, «tenían hasta 20 centímetros de agua», en palabras del presidente Miguel Laburu. Ahora bien, salvo algunos negocios levemente inundados, de nuevo «no ha habido graves desperfectos».
Como es habitual ante fenómenos climáticos de esta índole, el río Piles discurre hoy crecido, salpicado de ramas y hojas, y con un volumen que, reía Miguel Preciado mientras daba su paseo matutino por la orilla, «ayuda a que la peste no se note». A pocos metros de él, en el parque de Isabel la Católica, las brigadas municipales se afanaban en retirar las ramas y troncos desprendidos, entre la sorpresa de los operarios, que, reflexionaban, «como esto, en la vida se vio». De la misma opinión se manifestaba esta mañana la directiva del cercano IES El Piles, después de que uno de los grandes árboles que pueblan su patio se partiese y cayese de plano; fue una operaria de la limpieza la que, a las siete de la mañana, se encontró el destrozo, que ha bloqueado el acceso principal y ha obligado a los alumnos, en su primer día del nuevo curso, a entrar por el portón lateral. Por su parte, en el IES Fernández Vallín el agua penetró hasta los talleres de FP, cuyas clases deberían empezar este miércoles; sus responsables tratan a estas horas de dejarlo todo a punto pero, en caso de no lograrlo, solicitarán autorización para retrasar el inicio de las lecciones.