Hoy cumpliría 64 años uno de los mitos rojiblancos más queridos. Los rojiblancos, en su partido más completo en meses, hacen bueno el punto cosechado en Tenerife
Era un día de fiesta. Se notaba en el ambiente antes del partido. El Molinón volvía a recibir al público, por segunda vez, desde que el virus nos cambiara la vida para siempre. Más de 10.000 abonados en las gradas, muchos de ellos ya en sus asientos una hora antes del comienzo del partido, gritaron los goles de Babin y Pedro como una bendición. El Sporting hacía bueno el empate de Tenerife y ya tiene en la mochila 7 puntos como 7 soles. Invicto, y mostrando la mejor cara en muchos meses, los rojiblancos trincaban el botín de un espeso Mirandés.
Gallego retocó el once. Pedro volvía a la alineación titular y demostró por qué tiene que ser el líder de este proyecto. Su personalidad sobre el verde, su verticalidad y su llegada son necesarias si este equipo quiere celebrar algo grande en junio. También debutó en el once el Puma Rodríguez. Y si sigue al nivel de hoy, será difícil quitarle el sitio. El panameño demostró todas las virtudes que lo han hecho recalar en Gijón: desborde, velocidad, verticalidad y sacrificio. Se llevó el 18 dos ovaciones. La primera en un córner tras el gol visitante, cuando se acercó a la línea de fondo y pidió a la grada más ánimo, más fuerza. La segunda, con su cambio. La grada local, agradecida siempre con los jugadores que se dejan la piel, coreó el apodo del Puma como si de un guaje de Mareo se tratase. Ya conoce José Luis cómo se las gasta El Molinón.
Decíamos que hoy era un día de fiesta. Y en cierto modo, claro que lo era. Manuel Preciado hubiera cumplido hoy 64 años. El hombre que recuperó la ilusión del sportinguismo y lo devolvió a Primera división, sigue vivo en el espíritu de El Molinón. Su equipo, porque él era casi tan del Sporting como lo era de su querido Racing, le brindó homenaje. En el césped, viviendo el calor de la afición que idolatró al cántabro, estaban su hijo y sus nietos. Desde el cielo, a la derecha de Quini, Manolo habría echado alguna que otra lagrimita.
Comenzó el partido y el equipo se contagió de todo. De las ganas del público por seguir, mientras le dejen, de disfrutar del templo. Del cumpleaños de Preciado e, incluso, del solazo que brillaba en Gijón. Salió el Sporting con ganas, vertical, ordenado. Se vio, sobre todo en la primera media hora, los mejores minutos de los rojiblancos en muchos meses. Dueños del centro del campo, suya fue la primera clara. Villalba, que le aporta una mordiente que siempre se esperó de Manu, filtró un pase a Djuka que, de primeras, cruza demasiado. Primer aviso.
Respondió poco después el Mirandés en una de esas jugadas que tantos quebraderos de cabeza les están dando a los gijoneses este año. Un centro lateral, un desajuste defensivo, y el balón rozando el palo de Mariño. Fue un espejismo. Los sportinguistas encendieron el martillo pilón y apabullaron al rival. Aitor, que salía en una contra, hizo un cambio de orientación buscando la cabalgada del Puma. El panameño, que lo hizo casi todo bien hoy, recortó y cedió el balón a Villalba, cuyo remate atrapó Lizoain. Poco después el valenciano conectó un disparo con potencia desde el balcón del área que se fue alto.
Se vio durante esos minutos uno de los cambios tácticos más llamativos del día. Aprovechando la verticalidad de los laterales, el Puma y Aitor centraban un tanto sus posiciones. No es que se fueran al centro, pero sí que se alejaban de la línea de cal, dejando el carril libre para los dos laterales asturianos. Esa movilidad, unida a la capacidad asociativa de un Villalba que mejora casi todas las jugadas en las que participa, permitió que el Sporting desestabilizase el sistema defensivo castellano. El Puma, en una de esas jugadas, encaró a Lizoain, pero su disparo acabó fuera.
Gol de Babin y polémica
Poco después del parón para hidratación, llegó el primer tanto. Una jugada ensayada acaba con el remate de Babin, celebrando el primer gol de estrategia de los rojiblancos en el presente curso. Con el balón ya en el centro del campo, el árbitro recibió la temida llamada del VAR. La jugada, que no fue protestada por el Mirandés, tardó cinco minutos en ser revisada, para desesperación del respetable. Es inadmisible, en un espectáculo como el fútbol, que el partido se pare tanto tiempo para revisar una jugada. No termina el VAR de funcionar, ni de remar a favor de obra.
Aún así, con lo que supone un parón de tantos minutos, el Sporting no levantó el pedal del acelerador. Antes de que el árbitro mandase a los jugadores a descansar, los locales dispusieron de un par de ocasiones. La mejor, la de un Pedro desatado. Una jugada hilvanada por dentro acabó en un zurdazo al cuerpo del guardameta visitante. Poco después probó fortuna Djuka, que casi marca uno de sus habituales golazos.
Tras el descanso las revoluciones se relajaron. El Sporting dominaba los tiempos, pero sin arriesgar. Sin embargo, el ímpetu de Kravets y la profundidad del Puma, estuvieron a punto de rascar el segundo. El ucraniano apuró la presión rival, tocó un balón a línea de fondo y el panameño centró raso, fuerte. Djuka no llegó a atinar y a Aitor el balón se le quedó rezagado. La afición suspiraba por otra oportunidad perdida. Y en una de esas jugadas en las que el Sporting se siente tan cómodo, a campo abierto, llegó el segundo tanto. Pedro, al que no hay que invitar demasiado para que pruebe su derecha, tuvo tiempo de controlar, colocarse el cuero y golpear un disparo imparable a la escuadra visitante. Lizoain tan solo pudo hacer la estatua.
Una falta lateral, sin embargo, metía el miedo en el cuerpo a los aficionados. Un desajuste defensivo, otro más en un balón colgado al área, acababa con un remate a bocajarro de Simón. No tuvo ninguna más el Mirandés. El Sporting, con un aplomo que se echaba de menos en Gijón, siguieron jugando a lo mismo, como si el partido no pudiera empatarse. Los visitantes no terminaron de creerse la remontada y los rojiblancos todavía pudieron abultar el marcador con un par de oportunidades.
El Molinón, que de nuevo es un fortín, volvió a vivir los mejores minutos de los rojiblancos. Dos victorias en dos partidos, siete puntos en total, para mantenerse en la zona alta de la tabla. Dice Gallego que siete puntos no son nada, que las cuentas se hacen en junio. Pero siempre es mejor crecer desde la victoria, desde el buen juego, y desde la fiesta. Este Sporting promete. Veremos si en Girona, con las bajas de Rosas, Djuka y el Puma, sigue en este nivel. Sería una buena forma de presentar una candidatura a algo importante este año.