«Con el paso de los años los toros fueron ganando protagonismo en la ciudad y, por supuesto, el mundo taurino local también tuvo, aunque de forma tangencial, contacto con el deportivo»

Vuelve la Feria Taurina de Begoña, tras dos años de vacío, y con ella regresarán las polémicas entre los amantes de la tauromaquia y los que denuncian la tortura innecesaria que padece el animal que sustenta el espectáculo. Lo cierto es que la feria de Begoña nace en el ya lejano año 1862 y surge como reclamo turístico para los visitantes, en su mayoría castellanos y madrileños, que disfrutaban de Gijón durante la temporada estival. Ese citado año se instaló una plaza portátil en el paseo de Begoña y se celebraron dos corridas en la improvisada plaza de madera. El coso estaba situado en los terrenos que hoy ocupa el quiosco de música, en pleno paseo. Según relatan las crónicas de la época, el evento fue un éxito y a las corridas acudieron numerosos turistas y locales.
Pocos años después, en 1887, se crea la ‘Sociedad Plaza de Toros de Gijón’, el fin queda claro en el nombre de la misma: construir una plaza de toros en nuestra ciudad. Tal sociedad se crea por iniciativa de un grupo de vecinos gijoneses. La directiva estuvo presidida por el sierense Florencio Rodríguez y junto a él ocupaban los cargos de directivos los siguientes prohombres de la ciudad: Miguel Ramírez de la Sala, Abelardo Galarza, Antonio G. Arias, Zoilo Alvargonzález, Vicente del Castillo, Atanasio Fernández, Aquilino Suárez, Manuel Sánchez-Dindurra e Ignacio Velasco. Consiguieron su objetivo y en sólo siete meses de obras la plaza de toros de Gijón fue levantada en unos terrenos propiedad de los herederos de Víctor Morán tenían en El Bibio.
El 12 de agosto de 1888 se inaugura, en plenas fiestas de Begoña, la plaza de toros con un programa encabezado por los matadores Luis Mazzantini y Rafael Guerra ‘Guerrita’. A partir de ahí, sin ser una ciudad eminentemente taurina, los toros durante la principal fiesta local, tuvieron presencia continuada. Con la salvedad, claro está, del periodo de la Guerra Civil y el parón reciente bajo el mandato de la alcaldesa socialista Ana González. Eso sí, con polémicas que vienen de lejos. El 15 de agosto de 1914 se organizó en Gijón, frente a la plaza de toros, la llamada ‘fiesta antiflamenquista’, organizada por Manuel Azcárate, en contra de las corridas de toros. Numeroso público asistió a la misma y, además de proclamas antitaurinas, hubo diversas actuaciones de canción lírica y música asturiana. En realidad ya había habido otro encuentro antitaurino anterior, fue en el mes de marzo de 1913. Por aquellos entonces se realizaron unas jornadas de dos días que se celebraron en los teatros Jovellanos (nada que ver con el actual del mismo nombre) y Campos Elíseos y en ambos tuvo protagonismo el principal adalid del antiflamenquismo de la época, el madrileño Eugenio Noel. En los años veinte, la presidencia de la Liga Antiflamenquista de Gijón recayó en Dionisio García, que fuera jugador del Sporting.

En cualquier caso, con el paso de los años los toros fueron ganando protagonismo en la ciudad y, por supuesto, el mundo taurino local también tuvo, aunque de forma tangencial, contacto con el deportivo, especialmente con el club señero de la ciudad, el citado Sporting de Gijón. Ya el primer empresario de la plaza de toros local fue Manuel Sánchez-Dindurra, abuelo de una de las primeras estrellas rojiblancas, el gran Cholo Dindurra. Y es que toros y fútbol coinciden en su expansión en la primera mitad del siglo XX en España. Un ejemplo claro es el del que fuera presidente del Racing de Santander, José María de Cosío, autor del más completo tratado de tauromaquia de la historia. Además, usó fútbol y toros como espectáculos capaces de generar dinero para su ciudad, Santander. Y es que ambos pasaron a ser objetos atractivos para los empresarios, entre ellos el del Manuel Sánchez-Dindurra, y se conforman como un dinamizador económico de importancia para muchas ciudades. Gijón no sería una excepción. Hubo en nuestra ciudad, de hecho, algunos casos de personas que compaginaron ambos mundos.
El más destacable quizás sería el del extremo izquierda Tore. El apodo le venía a que había sido novillero compaginando sus inicios como futbolista en el Aboño, de donde después pasó a la Cultural de Granda y de ahí al Larache, entonces en Tercera División, de donde fue fichado para el Sporting en la temporada 1954-55. Su nombre real era Evaristo Suárez y disputó nueve partidos oficiales con el club gijonés, apareciendo en las alineaciones ya no por su apodo de Tore (evidentemente, provenía de ‘torero’) y usando su primer apellido. En el Sporting solo estuvo ese año, se desvinculó del club y volvió a la Cultural de Granda durante tres años, para posteriormente retirarse en L’Entregu. Después estaría Arcadio. Arcadio Suárez Morán era hermano de ‘El Neñu’, el segundo sportinguista en ser internacional con España. Su primera afición, como él mismo confesó repetidas veces, eran los toros. Y trató de triunfar, sin éxito, en el mundo taurino con el sobrenombre de ‘El Pilu’. Paralelamente a su faceta de novillero (llegó a actuar en algunas plazas de pueblos del País Vasco) jugaba al fútbol en el Sporting infantil. Dio el salto al primer equipo después de jugar la temporada 1920-21 como cedido en el Athletic de El Llano. Tras cuatro años en el primer equipo sportinguista, jugó en el Español de Valladolid, Recreativo de Huelva y Valencia. Además, fue entrenador de distintos clubes, entre ellos el Recreativo de Huelva.
De forma más tangencial aparece la figura de Iván Fernández Candosa jugó en el Sporting dos temporadas, la 1922-23 y la 1923-24. Dedicado a la enseñanza, fue durante muchos años profesor y director del Instituto Politécnico de Gijón y del Instituto Jovellanos, desarrollando, paralelamente una notable carrera como pintor, algo que heredó su hijo, que adoptó el nombre artístico de Iván Candosa. Iván (hijo) jugó en los infantiles del Sporting pero su pasión por los toros le llevó a ser novillero (conocido como el ‘Candosa el Rubio’ y ‘Torerillo de Gijón’), no llegó a tomar la alternativa , pero se centró en el mundo de la pintura y el dibujo. Se fue a Madrid donde se licenció en Bellas Artes y fue un reputado artista de carteles taurinos. Además, padre e hijo realizaron los dibujos oficiales del escudo de Gijón que estuvieron vigentes durante décadas. Su sello quedó indeleble en nuestra historia local.