La popular cervecería gijonesa exhibe estos días parte de la vasta colección de este creador asturiano, cuya identidad permanece en el anonimato y que ha hecho de los adhesivos un arma reivindicativa
¿Quién, en algún momento de su vida, no ha coqueteado con el amplísimo mundo de los cromos, de las pegatinas, de cualquier otra variedad de adhesivo coleccionable? Aún hoy, en plena era digital, niños y no tanto continúan disfrutando de tales piezas de artesanía, con una historia en su haber tan larga como pintoresca, y que, más allá del sano hobby, se han convertido en lienzo para artistas y en arma reivindicativa por igual. Una doble faceta de la que ha hecho su bandera ‘Stickerman’, artista asturiano sin rostro conocido cuyas pegatinas, de diseños tan dispares como ingeniosos y cargados de sorna, decoran edificios, señales, postes, ordenadores portátiles… Y que estos días exhibe sus trabajos en la cervecería Casa Lúpulo, en el centro de Gijón.
Paredes bombardeadas con stickers, cuadros en lienzo formados por una combinación de adhesivos, una funda de un bajo eléctrico en la que apenas es posible detectar el color original en los huecos entre pegatinas… Tales son las premisas de la muestra de ‘Stickerman’, que reúne más de ochenta diseños propios, acompañados por los de camaradas internacionales del sticker art, como Dave Combs, Sophia Gasparian, el anónimo ‘Cheer Up!’, el colectivo alemán ‘No Hate Family’ o el celebérrimo Shepard Fairey, nombre real del mundialmente conocido como ‘Obey’. Pero no sólo las pegatinas conforman esta propuesta; junto a ellas se alinean también lienzos, pósteres y flyers, aderezado todo ello con un repaso a algunas de las acciones concretas llevadas a cabo por ‘Stickerman’, como las cajas ‘Consumol’ contra el consumismo, o la iniciativa poética ‘Hay que besarse más!’.
Más allá de ser una fórmula para visibilizar su trabajo, la intención de ‘Stickerman’ es dar a conocer la historia de una forma de expresión urbana, el de los adhesivos, que comenzó en la década de 1990, como una forma de embellecer las ciudades, al tiempo que se utilizaban como soporte para mensajes de denuncia social. Como ha sucedido con otros colectivos artísticos, el desarrollo de las redes sociales ha permitido afianzar y desarrollar esta comunidad, que crece por momentos a través de propuestas como las open call, convocatorias abiertas para la organización de eventos, o ‘combos’, de distribución de adhesivos en un espacio concreto. El propio ‘Stickerman’ resume esta práctica, el sticker art, como un intento de hacer las urbes «más bellas, más humanas, enviando mensajes a los habitantes de ciudades grises y deshumanizadas; mensajes positivos, guiños, complicidad o humor. Son modernos mensajes en botellas a la deriva para náufragos urbanos«.