«Sí, hubo gijoneses y gijonesas en campos de concentración. Sí, hubo asesinados entre las alambradas. Sí, hubo víctimas del nazismo, como las hubo del fascismo, como las hubo del franquismo»
Esta semana se concluyó una labor de muchos, pero sobre todo una dignificación y reconocimiento hacia nuestra historia, hacia el pasado de la ciudad, de sus habitantes, de la lucha de unos y unas combatientes por la libertad, por los derechos, por los valores republicanos. Con los adoquines de la memoria de Isidro Álvarez, José Álvarez y Alfredo Rionda se concluye el reconocimiento, tardío, hacia los y las vecinas de esta villa que fueron víctimas del fascismo, sufrieron su deportación a campos de concentración nazis y, en muchos casos, su asesinato. Sí, hubo gijoneses y gijonesas en campos de concentración. Sí, hubo asesinados entre las alambradas. Sí, hubo víctimas del nazismo, como las hubo del fascismo, como las hubo del franquismo. Antes de que se vuelva a enarbolar la bandera de víctimas en los dos lados, equiparando y justificando muertes, retorciendo el lenguaje con nomenclaturas de “leyes de la concordia”, recordemos que unos tuvieron donde llorar a sus muertos, hubo reconocimientos y dignificación, afrontaron la muerte de sus seres queridos con hombros donde llorar. Otros tuvieron que esconder sus lágrimas al mismo tiempo que todavía hoy no saben en qué cuneta, en qué fosa, están sus seres queridos.
Cuando hablo de labor de muchas personas para concluir con la parte gijonesa de ese gran proyecto mundial, Stolpersteine, diseñado y realizado por Gunter Deming, es porque han sido años hasta conseguir formar parte de este monumento exhortatorio que dignifica, reconoce y pone luz a los miles de seres humanos deportados y asesinados por una ideología que no permitía otra manera de pensar: el fascismo. El inicio mundial de este caminar de adoquines comenzó en 1992, en Colonia. El miércoles pasado, en Xixón, se unieron a él tres nombres más, tres vidas más, tres luchadores más a los cerca de cuarenta y cinco mil que podemos encontrar en las calles de veintisiete países europeos. Si el comienzo en la ciudad alemana fue a principios de los noventa, el inicio de este caminar en Xixón fue en 2019, en el seno del grupo de trabajo de Memoria Democrática de la Agrupación Municipal Socialista de Xixón. Fue allí donde se llevó la propuesta de la colocación de los Stolpersteine para reconocer a las personas que sufrieron la barbarie. A partir de ahí, trabajo y más trabajo por parte de la Concejalía de Memoria Democrática del Ayuntamiento de Xixón: reuniones con las asociaciones memorialistas, conversaciones con la Dirección General de Memoria Democrática, allá donde estés, Begoña Serrano, un fuerte beso, información y revisión de datos con el Grupo de Deportados Asturias, llamadas con personas de las que sigo aprendiendo, gracias Enriqueta Ortega por las conversaciones al inicio del proyecto, todo para lograr que, hace unos días, con Salomé Díaz Toral y otras militantes socialistas al lado de las víctimas, concluyese una labor todavía inacabada, pues su finalización será cuando no sea preciso la dignificación, reconocimiento, recuperación y garantías de no repetición ante la barbarie provocada en este país por el fascismo.
Labor de muchos, pues un partido político es eso, labor de muchos. Desde la parte orgánica a la ejecutiva, desde la militancia a la gubernamental, todo debe ser un trabajo conjunto. Es eso lo que hace fuerte a las estructuras políticas: la base aportando y empujando. Lo ocurrido con los adoquines de la memoria es un ejemplo más de dónde reside la fortaleza de las ideas: en las personas, en todas y cada una de ellas. En cada una de las mentes abiertas a comentar y proponer para intentar cambiar el mundo. Esa sencillez es la que no debemos perder jamás de vista, pues si volvemos la mirada tan solo en los focos, en la fotografía de rigor, en aquella que luce a la mirada de los demás, podemos perder la perspectiva de la sociedad.
Los partidos deben ser espacios pluralistas, democráticos, que se basen en una participación amplia, colectiva, a ser posible mayoritaria, para conseguir hacer ver a la sociedad la importancia de los mismos como elementos clave en las democracias contemporáneas. Mediadores entre la ciudadanía y el gobierno, son fundamentales en el proceso político, en el conocimiento de las preferencias de los y las ciudadanas y en la mejora en la toma de decisiones a través de una actuación colectiva. La sociedad debe verlos así, pues si no llevará, como ocurrió hace unos años, al desafecto. Esa manera de entender las estructuras y el funcionamiento de los partidos políticos, tras años en donde la inercia hacía alejarnos de las realidades, no es tan sencilla (de ahí la crisis de los mismos hace unos años) pero hacerlo, adecuándose a los cambios estructurales sociales, ha conseguido el reforzamiento de algunos de ellos. El Partido Socialista ha sido uno, ha logrado mirar a la calle, ver la evolución social y adecuarse a ella para reforzar el ideario del partido a través de la militancia, a través de las personas.
Si el siglo XXI se caracteriza por un aumento de la educación y un mayor acceso a la información política, conllevando un proceso de movilización cognitiva social en la que el ciudadano se siente capaz, y lo es, de tomar decisiones sin ligarse a vínculos tradicionales, los partidos políticos deben ajustarse a esa realidad para no alejarse de ella, tal como hizo el PSOE con un proyecto político en donde pone el poder en las bases, en la militancia, sin perder su arquitectura estructural. Un partido no al servicio de los candidatos y candidatas, sino al servicio de la ciudadanía, haciendo a la militancia más participativa, activa y con poder decisorio, fundamental para sentirse parte de acciones colectivas y de las decisiones que acarrea.
Los partidos vinculados a la derecha del espectro político siguen anclados en la manera de entender la militancia de finales del siglo XX, partidos cartel. Aun así, sorprendentemente, pues la militancia en ellos no tiene voz, voto, ni participación excepto en las elecciones, sacan su rédito electoral y mantienen votantes. Otros luchan contra el desapego y el populismo, impulsado en las redes sociales con mensajes fáciles, a través de la aparición de nuevos partidos, producto de divisiones internas, uniones de grupos o alianzas electorales, que juegan con el efecto novedad o la vinculación a la persona que ostenta el liderazgo para ganar su peso electoral. Otros, ante la desidia de parte de la ciudadanía con respecto a la política y la desconfianza con los partidos, se defiende y enarbola su ideología como elemento fundamental de la transformación, mejorando la participación de quienes lo conforman, dando una mayor voz a la militancia, estando más atentos a las demandas de la calle y dominando la perspectiva a corto plazo con el fin de asentar su manera de entender el mundo a largo plazo. La llegada de Pedro Sánchez a la Secretaría General del PSOE llevó a esa manera de entender y funcionar las estructuras, propiciando un proyecto político básico en la reciente historia de España: primer gobierno de coalición, lucha contra la pandemia y fortalecimiento del escudo social con los ERTE, voz europea contra la barbarie en la Franja de Gaza, reforma laboral con 783.000 ocupados más en 2023 y una tasa de paro al 11,7%, tope en el precio de luz y gas, revalorización de las pensiones, impuesto a la banca y a las eléctricas, Ingreso Mínimo Vital, ampliación de los derechos del colectivo LGTBI, vivienda… y por supuesto una Ley de Memoria Democrática en un país donde todavía perviven más de 5.500 símbolos franquistas entre calles, placas, lápidas, nombres, monumentos o escudos.
Esa manera de entender los partidos, eso, eso tan sencillo y tan complejo, esa manera de basarse en la participación de la militancia, hizo que, desde el Grupo de Memoria Histórica de una Agrupación, desde la militancia, desde la participación, hasta el gobierno municipal, se colocase, la semana pasada, junto a la última Concejala de Memoria Democrática y la militancia del PSOE, al lado de la representación municipal de otros partidos de la izquierda, el último de los treinta y cuatro adoquines que han servido para dignificar a quien había sido víctima de la sinrazón. Desde la militancia a la gobernanza, desde la base hasta la acción, desde la ideología al cambio de la realidad.
Toda la razón, respecto a las víctimas asturianas del fascismo, en concreto del nazismo y franquismo. Es la realidad.
Pero a este señor, supongo que demócrata, y espero que no sectario, se le olvida defender a las víctimas asturianas del comunismo, en concreto del stalinismo.
Ya sabe que el nazismo, el fascismo, como el stalinismo, el comunismo, son regímenes asesinos, que utilizan la fuerza bruta contra las personas. Tal vez se le habrá olvidado sin querer, habrá sido eso.
La credibilidad de esa «izquierda»que se cree superior moralmente está por los suelos hace tiempo. Extremismos a derecha e izquierda que están en el mismo saco.
https://www.lne.es/asturias/2011/11/13/triple-tragedia-asturiana-gulag-sovietico-21000009.html