Los últimos plenos han sido noticia por un aspecto concreto: su lugar de celebración
Esta semana ha finalizado el mes de octubre. Un mes que, en el Parlamento Europeo (PE), suele ser especialmente intenso por la celebración de dos sesiones plenarias en vez de una como es habitual. Pese a la pandemia, este año no ha sido una excepción: los eurodiputados y eurodiputadas se han reunido en dos ocasiones, debatiendo sobre temas como la situación de las negociaciones para definir la relación con Reino Unido tras el Brexit o la necesaria introducción del respeto al Estado de derecho como requisito para acceder a los nuevos fondos europeos de recuperación.
Grandes debates, cruciales para el futuro de Europa, que han compartido las agendas de estas últimas sesiones plenarias con votaciones de textos no menos importantes para la ciudadanía de la Unión, como la Ley del Clima, la Ley de Servicios Digitales o la reforma de la Política Agrícola Común (PAC).
Más allá de la intensidad del trabajo legislativo, la profundidad de los temas y la exquisita educación mostrada por los oradores, los plenos de octubre, al igual que todos desde marzo de este año, han sido noticia por un aspecto concreto: su lugar de celebración.
La segunda de las sesiones plenarias del mes, de hecho, fue la primera de la historia de la institución que se celebró telemáticamente. Es decir, debido a la situación sanitaria, los parlamentarios y parlamentarias pudieron intervenir no solo desde el hemiciclo de Bruselas, sino también desde las oficinas del PE en los Estados miembros de la Unión Europea (UE). Oficinas situadas, en el caso de España, en Madrid y Barcelona.
Sin embargo, de no ser por la atípica situación que atraviesa el mundo a causa de la pandemia del COVID-19, los 705 miembros del Parlamento y miles de funcionarios, asistentes parlamentarios y representantes de otras instituciones como el Consejo y la Comisión Europea se habrían reunido en la ciudad de Estrasburgo, situada en la región francesa de Alsacia.
Alsacia, junto a Lorena, representa la amitié franco-allemande
De acuerdo con el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea (TFUE), la sede oficial del Parlamento Europeo se encuentra en la ciudad francesa, “donde se celebrarán los 12 períodos parciales de sesiones plenarias mensuales”. Sin embargo, recoge el TFUE, los conocidos como mini plenos -sesiones plenarias de dos días de duración que tienen lugar tres o cuatro veces al año-, al igual que las comisiones parlamentarias, “se reunirán en Bruselas”. Sedes del Parlamento Europeo a las que se suma la ciudad de Luxemburgo, donde se encuentran la Secretaría General de la institución y sus servicios asociados.
La actual organización del PE tiene su origen en el Tratado de Maastrich de 1992, y es consecuencia de un acuerdo entre los Estados firmantes que obedece a cuestiones históricas y políticas. Estrasburgo, principal ciudad de la región francesa de Alsacia, una de las dos que, junto a Lorena, fue objeto de siglos de disputas entre París y Berlín, representa desde el fin de la II Guerra Mundial la amitié franco-allemande. Es decir, la paz entre las dos grandes potencias europeas.
A este carácter simbólico, que, sin duda, no es baladí, hay que añadir el hecho de que Estrasburgo es también sede, entre otros organismos internacionales, del Consejo de Europa y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Instituciones ambas de gran solera, fundadas en 1949 y 1959 respectivamente, y -esto es importante- no vinculadas a la UE.
Hasta aquí los motivos que justifican a Estrasburgo como sede oficial del Parlamento Europeo. Sede oficial que encuentra en las autoridades locales y regionales y en el gobierno francés a sus principales valedores, pero contra la que hace décadas que se alzan voces críticas. ¿Sus argumentos? De varios tipos. Por una parte, de carácter práctico y organizativo: un único lugar de trabajo aumentaría la funcionalidad de la institución. Por otra, económicos. Según un informe del Tribunal de Cuentas Europeo publicado en 2014, los costes directos del traslado mensual a la ciudad alsaciana ascienden a 109 millones de euros al año. Finalmente, medioambientales. Se calcula que las emisiones asociadas a los desplazamientos entre Estrasburgo, Luxemburgo y Bruselas son de entre 11.000 y 19.000 toneladas de emisiones de CO2 adicionales.
Resolución: Una sola sede para todas las ocasiones
El propio Parlamento Europeo se ha pronunciado en varias ocasiones a favor de un solo lugar de trabajo. Una resolución aprobada en noviembre de 2013 afirma que “el Parlamento Europeo sería más efectivo, rentable y respetuoso con el medio ambiente si tuviese una sola sede”. Sin embargo, que este cambio se produzca no depende de la institución a la que afecta directamente, sino del Consejo.
Para hacer este cambio se requiere el voto favorable unánime de los 27 gobiernos nacionales de los Estados miembros. Así las cosas, todo indica que, tan pronto como la situación sanitaria lo permita, el PE volverá mensualmente a la preciosa e interesantísima ciudad de Estrasburgo, cuya economía, por cierto, se resiente notablemente tras más de medio año sin la actividad generada por los miles de personas a las que congrega cada sesión plenaria.
En síntesis, el de las sedes del Parlamento, única institución de la UE directamente elegida por la ciudadanía de la Unión, es sin duda un asunto complejo y relativamente desconocido. Un asunto -otro más- que evidencia uno de los problemas del entramado institucional europeo en la actualidad: la necesidad de unanimidad en el Consejo.
I blog quite often and I really appreciate your content. This article has really peaked my interest. I am going to book mark your site and keep checking for new information about once a week. I subscribed to your RSS feed as well.