Alberto Suárez Laso, atleta de maratón, oro en Londres 2012, plata en Río 2016 y diploma en Tokyo 2020
“Cuando empecé a correr, en la época de Areces, el Gobierno regional me concedió una ayuda y al mes me llegó una carta diciéndome que se suprimía por la crisis. Quedé alucinado”
“La idea es estar en París en 2024. La cuestión es poder disfrutar de unos cuartos Juegos, lo considero un gran premio para una carrera deportiva”
Alberto Suárez Laso (Riosa, 1977) es uno de los grandes nombres del deporte paralímpico en Asturias. Con tres Juegos a su espalda (Londres 2012, Río 2016, Tokyo 2020) ya piensa en París 2024. En la primera tocó el cielo sumando un oro para España, con la segunda obtuvo una plata y de la tercera se volvió con un diploma olímpico. Para el asturiano todos los resultados son buenos por el esfuerzo que conllevan, es de esas personas que siempre ve el vaso medio lleno. Al igual que el resto de sus compañeros, se muestra crítico con el trato que se le da al deporte en la comunidad. Todo un campeón que, lo máximo que ha recibido, es alguna ayuda del Ayuntamiento de Oviedo para comprarse unas zapatillas de entrenamiento.
Tres Juegos Paralímpicos y en todos ha vuelto con premio. ¿Es de los que se para a pensar en los triunfos obtenidos?
Todos los entrenamientos que solemos hacer los enfocamos con el objetivo de llegar lo más arriba posible, ya sea una medalla o un diploma. Al final el trabajo es lo que te va a decir en qué puesto vas a estar. Una vez que lo consigues, piensas en todo lo que trabajaste para ello y analizas si hay algo que se puede mejorar. Es una cuestión de enfoque para no perder el objetivo de cara a próximos eventos.
Su primera cita olímpica fue Londres y alcanzó la cima no solo por el oro sino porque también consiguió marcar un nuevo récord del mundo…
Empecé a competir a nivel de deporte con discapacidad en el 2009 en atletismo y pasé muy pronto al maratón. En aquellos momentos era más de 5.000 y 10.000 y rápidamente me pasé al maratón por circunstancias que en un momento dado salen. El entrenador y el seleccionador vieron que había una posibilidad ahí porque no había ningún español y empecé a correr maratones. Fue tan bien que esos primeros que disputé en 2010, 2011 en el campeonato del Mundo y los Juegos en 2012 iba batiendo el récord del mundo. El premio de la cita paralímpica fue doble con medalla y récord. En unos Juegos nunca sales a buscar un récord, intentas quedar entre los primeros, pero el doble premio también es bonito.
Usted ha competido en Mundiales y Europeos. Sin embargo, ¿una cita olímpica es diferente?
Totalmente. Cuando descubres esas ganas de los deportistas para pelear por estar en unos Juegos Olímpicos o Paralímpicos que veías por televisión de pequeño, tiene toda su razón. Ya no solo por los cuatro años que dedicas a la preparación para poder hacer esa marca mínima que te permite estar ahí, sino porque descubres otras culturas, otros deportistas porque en otros campeonatos estás en hoteles diferentes aunque compites en los mismos estadios, pero no haces una vida en común. En una Villa Olímpica estamos todos juntos en diferentes edificios, pero comemos en el mismo comedor y eso te permite también adquirir amistades.
¿La plata de Río en 2016 le dejó un regusto amargo?
Todo lo contrario. Después de Londres 2012, estaba en mi mejor momento de forma y a un mes del Mundial en 2013 tuve una lesión en el tendón de Aquiles que no pude recuperar. Aunque hicimos todo lo posible, salimos y e intentamos correr ese maratón, en el kilómetro 30 tuve que retirarme porque los dolores eran bestiales. Luego empiezas a recuperar, a ser competitivo, consigues el oro en la Copa del Mundo de Maratón Paralímpico, el oro en el Europeo de 5.000 y tienes un ciclo en el que vuelven esas ganas de estar arriba y entrenar bien. A finales de 2015, cuando había conseguido la marca mínima para Río, me salieron unas molestias en el pubis. Los doctores vieron que lo mejor era pasar por el quirófano porque iba a ser un año intenso y con un tratamiento menos agresivo podíamos tirar hacia adelante, pero no quitaba que salieran molestias que nos hicieran parar más a menudo. Paso por quirófano en diciembre y a finales de enero-principios de febrero empezamos a correr con las ansias de ver que queda poco para septiembre. Al final llegamos de la mejor forma posible, pero no al 100% como en eventos y citas olímpicas anteriores. Fue un maratón muy duro porque hizo un calor y una humedad bestial. Habíamos hecho concentraciones en Valencia y Barcelona durante todo ese verano para intentar asimilar los entrenamientos a esa humedad y a ese el calor. Cuando llegamos, los primeros días hacía frío y vimos que para el día de la prueba daban mucho calor y mucha humedad, pero no pensábamos que fuera a ser tanto. Los Juegos de Río fueron un poco caóticos a nivel organizativo. Nos sacaron a una hora bastante tardía para un maratón, con las condiciones de calor que hacía y un recorrido totalmente diferente a los olímpicos porque a ellos les cerraron un circuito alrededor de toda la ciudad de Río y a nosotros fue uno de ocho kilómetros del paseo de Copacabana hacia arriba y hacia abajo con gente que cruzaba por el medio, un poco caótico todo. Salimos los tres favoritos en cabeza y creíamos que íbamos a ser los que nos íbamos a pelear por las medallas. De hecho, entre ellos había un compañero español gallego, Gustavo Nieves que en el kilómetro 28 se desmayó y no pudo acabar por un golpe de calor. Empecé a encabezar la carrera, pensaba que igual tenía posibilidades de conseguir la medalla de oro, pero en el kilómetro 33 empecé a tener una fatiga tremenda, mareos, pitido en los oídos, deshidratación total y a falta de tres o cuatro kilómetros me adelantó el marroquí El Amin Chentouf. Acabé segundo, pero con todos los condicionantes la valoro como si fuera una medalla de oro.
Y en Tokio alcanzó el diploma olímpico con un quinto puesto. ¿Fueron sus Juegos más extraños?
Con Tokio tengo una historia que empieza desde mis inicios en el maratón. El seleccionador me llama para ver si hay posibilidad de que corra esta modalidad por una invitación a la Maratón de Kasumigaura, una ciudad al lado de Tokio. Hablando con él, vimos que como había empezado en el atletismo a los 28-29 años, una edad para correr maratones, pero tampoco tenía una preparación atlética porque toda la vida jugué al fútbol antes del problema en la vista, no sabíamos cómo reaccionar a ese volumen de kilómetros, pero se decidió que podíamos hacerlo y como nos habían invitado, fuimos. Cuando estábamos en el aeropuerto para despegar destino Frankfurt y luego Tokio, saltó el volcán de Islandia, cerró todo el espacio aéreo y tuvimos que volver para casa. El maratón se hizo, pero no pudimos viajar y al final corrí mi primer maratón en Asturias, el del Nalón que se hacía antiguamente desde Campo Caso hasta Sama. Dos o tres años después nos volvieron a invitar otra vez a ese maratón, pero unos meses antes se produjo el tsunami de Japón, se suspendió y no pudimos. En 2019 hago la mínima para los Juegos de Tokio, estaba en un momento de forma todavía muy óptimo para poder competir y llegó la pandemia que nos hizo parar todo. Lo preparé con las mismas ganas de siempre y nos hicieron refrendar esa marca mínima en diciembre en el Maratón de Valencia solo para élite. Lo conseguí con tres o cuatro minutos de mejoría pensando que íbamos a hacer un invierno bastante bueno para llegar a Tokio en septiembre en buenas condiciones. Lo que nunca esperas es que las lesiones te hagan frenar y a finales de mayo tuve un pequeño pinchazo en el bíceps femoral izquierdo que me hizo frenar un poco, pero recuperé bien. Empezamos a correr, hicimos un verano espectacular y a un entrenamiento para marchar a la burbuja de 15 días que nos hacían antes de Tokio, me volvió a dar el pinchazo. Pensaba que iba a ser menos que el otro, pero estuve dos semanas haciendo elíptica, llegué a la burbuja sin correr y todo eso que perdí hizo que no pudiera estar al nivel que nos gusta en la salida. Aun así corrimos todo lo que pudimos. El marroquí se escapó al principio y a ritmos que tampoco quería tocar por no haber tenido esa preparación. Quedamos un australiano, un tunecino y yo y en el kilómetro 30 empecé a notar que las piernas no tenían esa fuerza que había que tener. En Tokio también fue un clima muy extremo de calor y de humedad, muy complicado para correr y decidí aflojar e intentar llegar porque no quería abandonar. Finalmente fui quinto y hay que quedarse con lo positivo de todo lo que se consigue porque todo el mundo lucha por los primeros puestos y los diplomas también hay que pelearlos.
¿Tiene fuerzas para llegar a París? Sería su cuarta Olimpiada con 47 años.
Sí. Estamos a punto de cumplir 45 años y la idea es estar ahí, prepararlo con las mayores ganas posibles. Mi entrenador lleva conmigo desde que empecé a correr, me conoce de sobra y piensa que podemos ser competitivos en París. Tenemos un buen test el año que viene en el Mundial de París. Este año tocaba Mundial en Japón, en Kobe, pero se suspendió porque supongo que quedaron hasta las narices de organizar cosas (risas) y correré en diciembre el Maratón de Valencia para poder estar en el ranking lo más alto posible e intentar que sirva de mínima para el Mundial de París. A partir de ahí, ir cumpliendo pequeños objetivos para que podamos estar en París. Una vez que tenga la mínima, entrenar para poder estar lo más alto posible. La cuestión es poder disfrutar de unos cuartos Juegos, lo considero un gran premio para una carrera deportiva.
A usted le detectan en su momento una enfermedad degenerativa que le ha hecho perder el 90% de la visión. Sin embargo, lejos de venirse abajo encontró en el atletismo una forma de darle la vuelta a la situación.
Sí, fue todo muy rápido. Jugaba al fútbol desde pequeño y encima de portero. En nuestra época en los equipos de pueblo los porteros son los que menos corrían, solo lo hacían cuando les castigaba el entrenador (risas). Los últimos diez años jugaba en el Monsacro Mostayal de Morcín, éramos gente de la zona de Riosa y de Morcín y llegamos a tener un nivel bastante bueno. Empecé a notar que veía cada vez menos. Lo notaba para parar, conducir e incluso para trabajar. Era tornero fresador de metal en Gijón y con máquinas de precisión me costaba hacer ciertos trabajos. Me quise operar de la vista para poder seguir con mi vida, pero en el preoperatorio me vieron que no era una cuestión de operar sino que era una enfermedad degenerativa y ese primer diagnóstico fue el que me marcó un poco. Cuando te dicen: ‘Perdida de la visión irreversible’ llegas a casa, tienes una vida planteada, estaba a punto de casarme, formar una familia y empiezas a pensar qué hacer porque te van a dar una incapacidad en el trabajo. Soy una persona que me gusta el deporte, empecé a correr con unos amigos y me apunté a las carreras populares que había en su momento. La primera no podía ser otra en Asturias que la Media Maratón de la Sidra en Nava (risas). En ese inicio me afilian a la ONCE y descubro el mundo de personas con discapacidad que, por desgracia, no nos damos cuenta de que existe hasta que realmente te pasa algo. Había mucha gente con los problemas que podía tener yo y hacían deporte por salud, por conocer a gente o competir con la selección española. Después de la primera concentración, llegué a casa, hablé con mi mujer y me planteé ser uno de ellos. Conocí a mi entrenador, poco a poco fui asimilando los entrenamientos y fue todo tan rápido que no te das cuenta de esos primeros pasos.
“Cuando te detectan una pérdida de visión irreversible, no te quieres dar cuenta porque sigues trabajando y manteniendo la misma vida. Dejar de conducir fue lo que peor llevé”
¿Cómo es esa primera vez en la que los médicos le dan la noticia?
Al principio no te quieres dar cuenta porque como seguía trabajando, salía, mantenía la misma vida… Comienzas a darte cuenta cuando tú mismo empiezas a quitarte cosas que te hacen un poco dependiente de las personas. Por ejemplo, dejar de conducir fue lo que peor llevé porque me gustaba mucho, tenías una libertad que ahora no puedes porque siempre necesitas a alguien o el transporte público. Todo esto va en progresión y empiezas a tener otras cosas que te hacen sentir persona como el deporte, el hecho de que tienes gente a tu lado que te ayuda, te apoya como en el caso de mi mujer, mi familia y luego empiezas a conocer en el mundo del deporte gente que con mi discapacidad, con mi problema de visión, se ponen a mi lado para ayudarme a correr y a que el deporte vaya siendo un día a día en mi vida. Eso te hace un poco olvidar los diagnósticos. Sí que es verdad que en esos primeros momentos nunca te conformas con uno, quieres pedir más y al final te das cuenta de que todos te dicen lo mismo. Ahí piensas: ‘Esto es lo que hay y toca tirar hacia adelante’, sobre todo, para los que están a tu alrededor, te quieren y por cariño te ponen en una burbuja; tratar de romper esa burbuja, demostrarles que tú eres capaz de seguir con tu vida y hacerles ver que vas a necesitar ayuda, pero que vas a hacer cosas también por ellos.
Su frase de Twitter deja al descubierto su manera de encarar los retos: “Venciendo obstáculos”.
Sí, claro. Se trata de ir venciendo esos obstáculos. En el día a día, en mi caso fue esta enfermedad, pero mucha gente tiene obstáculos en su vida ya sea laboral, una muerte familiar y se trata de saltarlos o empujar un poco más para adelante y poder seguir con tu día a día.
Quien le iba a decir que una lesión ocular le llevaría a lo más alto…
Muchas veces me preguntan a dónde hubiera llegado si hubiera empezado desde pequeño en atletismo. A lo mejor a nada. Está claro que, por desgracia, hoy el ser humano necesita a veces una bofetada para darse cuenta de lo que es capaz de hacer. En muchos casos, en el mundo paralímpico existe mucho de esto. En mi caso fue una enfermedad y es una pena que necesitemos tener un traspié en nuestro día a día para sacar nuestro máximo rendimiento. Una vez que te pasa te queda afrontarlo y pelearlo.
¿Alguna vez había imaginado participar en unos Juegos?
No, pero en nuestra época de niños y también ahora el deporte rey sigue siendo el fútbol y cuando ves jugar a la selección o ves a tu equipo en lo más alto, siempre sueñas llegar a donde llegan ellos, ya sea unos Juegos o un Mundial. Tienes todos los sueños que tienen los pequeños de querer ser alguien relevante, pero poco más que eso.
“Todos los deportistas les intentamos decir a los políticos que nos usen como reclamo para un turismo cultural, deportivo. Tristemente no lo ven así o no son capaces de que una persona tire por ello”
¿Qué hacía Alberto Suárez Laso en 1992?
Jugar al fútbol, divertirme y hacer deporte de otra manera no tan profesional, pero disfrutando de lo que empezaron a ser unos Juegos Olímpicos y Paralímpicos vistos en todo el mundo como algo espectacular. Los Juegos de Barcelona 92 nos pusieron en todo el mundo como un país que organizaba cosas espectaculares y a nivel de los Juegos Paralímpicos fue el momento de empezar a tomárselo en serio y todas las ciudades que acogieran los Juegos Olímpicos tenían que albergar los Juegos Paralímpicos. Desde Barcelona se empezó a dar un impulso súper grande.
¿Es consciente de que ha llevado el nombre de Oviedo y de Asturias por el mundo?
Sí. De hecho, cuando tenemos la suerte de recibir un reconocimiento o estar en lo más alto del cajón y te ponen el himno de tu país, llegas a tu ciudad y te recibe el alcalde, te das cuenta de que la ciudad está con tus logros y con tus éxitos. Al final es algo que te queda para ti porque está visto que por mucho que hables con los que dirigen, ya sea en este caso la comunidad o la ciudad, no hacen caso. Todos los deportistas les intentamos decir que nos utilicen más, que no se acuerden solo de nosotros para un momento concreto, que nos usen como reclamo para un turismo cultural, deportivo. Por desgracia a lo mejor no lo ven así o no son capaces de que una persona tire por ello y es una pena porque siempre que estamos en un campeonato y hablas con compañeros sale a relucir de dónde eres. Cuando dices Asturias, Oviedo; en mi caso Riosa hasta que me casé, suelo decir el Angliru porque es más conocido a nivel deportivo y la gente alucina. Es una manera de dar a conocer tu origen.
¿La administración regional debería reformular el tratamiento que le da deporte?
A mi me toca cada vez menos porque los años que me queden intentaré estar lo más alto posible. Lo lógico es que la gente joven que llega me vaya alcanzando y superando, pero me gustaría que todos ellos no pasen lo que pasamos nosotros. No tener ningún apoyo a nivel institucional de Asturias, ya no te digo para tener una vida, sino simplemente para poder comprarte unas zapatillas y no tener que depender de ofertas que salgan en un momento dado, una ayuda para poder hacer un deporte con dignidad y con todo el material que se necesite. Tengo una anécdota que muy poca gente conoce. Cuando empecé a correr, en la época en la que Vicente Álvarez Areces era presidente del Principado, había unas ayudas en Asturias cuyos requisitos muy poca gente cumplía porque si no habías sido olímpico o paralímpico o habías tenido una beca ADO no llegabas a tener los puntos para alcanzarla. La circunstancia es que yo cumplía y en mi situación habría alguno más. Me llegó una carta diciéndome que estaba aprobada, no me acuerdo la cuantía, en los presupuestos regionales estaban las ayudas al deporte y al mes me llega otra comunicación diciéndome que las ayudas se suprimían porque se iban a destinar a otra cosa por culpa de la crisis que en aquel momento había. Quedé alucinado. ¿Cómo puede ser que una ayuda que ya está aprobada te la quiten? Desde entonces hasta hoy nunca recibí nada del Principado de Asturias. Alguna vez el Ayuntamiento de Oviedo ha sacado becas pequeñas que te ayudan a comprarte unas zapatillas, pero a nivel regional, nunca jamás. Es una pena porque somos asturianos, estamos compitiendo por España, por Asturias y sólo se acuerdan de nosotros para hacerse la foto de rigor cuando venimos de haber conseguido el éxito que hayamos obtenido.
Alberto Suárez Laso es de que los que intenta acudir a todos los sitios donde lo requieren. ¿Su experiencia es un ejemplo para ayudar a los demás?
Eso intento. Estoy agradecido a muchos colegios de Asturias que me llaman para hablar con los chavales, empresas para dar una motivación extra a la gente que lo necesite. Creo que si la gente se ve reflejada en una persona que enseña una medalla olímpica, comprueba que es verdad que con trabajo, esfuerzo y constancia se puede conseguir. Es un aliciente más para las personas que puedan estar de bajón o no se dan cuenta de que hay que trabajar para superarse día a día.
“El Museo Olímpico en Asturias tiene una cabida increíble. Espero que sea una realidad lo más pronto posible para que la gente pueda conocernos y sepa lo que conseguimos todos los asturianos”
Forma parte del jurado de los Premios Princesa de Asturias. No sé si esto es más complicado que una maratón…
(Risas) Como asturiano los conoces desde bien pequeño y que te consideren miembro del jurado del Premio de los Deportes es la leche. Es un trabajo que tiene su aquel porque estás decidiendo quién se merece el galardón con más crítica porque nunca sabes cómo va a cuajar. Todo el mundo piensa que sabe de deporte y puede opinar. Llevo cuatro años y, según los estatutos, me tocaría descansar a no ser que seas premiado o patrono. Este año con el premio que se otorgó a la Asociación de Refugiados Olímpicos hubo mucho debate porque había miembros que preferían enfocarlo en el deporte y otros como yo que apostábamos por un premio más de cooperación. Se lo merecen para hacer ver que el deporte no se trata solo de tener un gran palmarés sino también de unos valores.
¿Conoce la Familia Olímpica del Principado?
No conozco a todos porque al final no sólo hay deportistas, también entrenadores, jueces, árbitros casi en el anonimato; si no coincides con ellos en algún evento no sabes ni que estuvieron, pero tenemos una región con grandes deportistas y entrenadores, fisios, médicos, jueces que formaron parte tanto de los Juegos Olímpicos como Paralímpicos.
Hay un proyecto que lleva 20 años esperando por una ubicación: el Museo Olímpico de Asturias. ¿Se entiende que con todo lo que ha aportado esta comunidad a la historia del olimpismo todavía no sea una realidad?
Está claro que nos lo merecemos. Asturias es una comunidad pequeña, pero con un bagaje de deportistas, de premios de todo tipo que sale un poco de lo normal. El Museo Olímpico en Asturias tiene una cabida increíble. Hasta lo que sé, sigo un poco la cuestión del Museo del Deporte Nacional que tampoco saben dónde ubicarlo, da pena que haya mucho material por ahí perdido, con una importancia tremenda y un valor increíble y que esté sin una exposición fija para que la gente pueda ir a conocerlo. Espero que sea una realidad lo más pronto posible para que todo el mundo pueda conocernos sin haber estado presente en esos eventos y tenga una imagen de lo que conseguimos todos los asturianos.