A juicio del ministro de Transportes, Óscar Puente, este hecho abre la puerta a que la operadora pública logre formar «la flota más moderna de Europa, y ofrecer nuevos servicios de alta velocidad» entre ambas regiones
Abrir una línea férrea nunca es tarea fácil. Sobre todo, en un territorio como Asturias. Tender raíles, perforar túneles, construir puentes, sortear mil y un obstáculos naturales… Y, en ocasiones, también lidiar con injerencias externas. Algo de lo que la historia ferroviaria asturiana reciente sabe, y mucho. Sin embargo, el sector ha amanecido este jueves con una buena noticia: el Grupo Talgo, al fin, ha hecho entrega a RENFE de los diez primeros trenes de la serie 106, encargados de prestar los futuros servicios AVRIL en el Principado y en Galicia. Lo ha hecho, eso sí, con casi dos años de retraso, convirtiendo su adquisición en un foco de tensiones y malestares entre los habitantes de ambas comunidades que ha alimentado, cómo no, ríos de tinta en los medios.
El propio ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente, ha sido el encargado de transmitir la buena nueva esta mañana, valiéndose de sus redes sociales. En un escueto mensaje, el dirigente vallisoletano ha afirmado que este movimiento de ficha es el principio de la partida para «tener la flota más moderna de Europa, y ofrecer nuevos servicios de alta velocidad a Galicia y Asturias, al tiempo que nos permitirá reubicar material para proporcionar mejores servicios en otros territorios». El mismo Puente asiste hoy a la clausura en Alcobendas de la asamblea general de la patronal UNO Logística, con la mirada puesta en dar desde allí apoyo al sector, centrándose en las ayudas del Gobierno a la descarbonización del transporte.
De este modo, parece concluir un episodio que incluso Adrián Barbón tildó de «escandaloso» a principios de este mes. La paciencia del presidente del Principado, como la de los viajeros de ambas regiones, se vio progresivamente erosionada conforme las sucesivas fechas puestas sobre la mesa por Talgo eran incumplidas, aduciendo siempre complicaciones en las pruebas de fiabilidad de los trenes. Entre las últimas figura la entrega de los convoyes en marzo, algo que, obviamente, no se materializó, y posteriormente la pasada semana. Por su parte, RENFE llegó al extremo de exigir a la empresa constructora una multa de 80.000 euros por cada día de demora a partir del 1 de abril.