Sus comentados marcajes pasaron de boca a oreja, de tribuna a preferencia y general, de generación en generación
Thomas Berger es el autor de una novela inmortalizada en los mejores cines del universo mundo por Dustin Hoffman, en el papel de Jack Crabb, cuando empezaba a dar sus primeros pasos la confusa década de los 70. «Pequeño Gran Hombre» nos cuenta, en la voz del anciano Crabb, su vida con los Cheyennes y buena parte de la cruda historia del oeste norteamericano.
Si me obligaran a buscar al pequeño gran hombre del Sporting en los inciertos años de una larga y funesta posguerra, no tendría duda alguna, ese tipo sería Tamayo. Sus afanes y vivencias merecerían conocerse a través de la literatura o el cine. Este gijonés de El Llano vistió las casacas del Racing en su barrio, el Jovellanos y el Hispania. Conoció los horrores del frente en esa guerra incivil, que truncó el destino de un país decidido a pasear sin luces de esperanza desde 1939.
Mauro Álvarez Álvarez, «Tamayo», firmó por el Sporting para ser titular partido tras partido, para ser pieza fundamental en el club rojiblanco. Veloz como una liebre, luchador incansable. Nunca perdía la cara ni a la pelota, ni al rival, jugó en la delantera, línea media, defensa y hasta de portero. Contra el Español terminó siendo el guardameta del conjunto gijonés, en aquel encuentro de la promoción de 1943 con triunfo barcelonés.
Cancerbero bajito, un metro y sesenta y dos centímetros de paisano, con su primer equipo tuvo el valiente futbolista ficha de meta, en el Racing del Llano. Sus comentados marcajes pasaron de boca a oreja, de tribuna a preferencia y general, de generación en generación. Los sufrieron, entre otros, el oviedista Emilín, Panizo y Gaínza en San Mamés y el barcelonista Bravo. El jugador culé mordió la oreja primero y la nalga de Tamayo después de una caída de los dos deportistas persiguiendo al caprichoso cuero. Cumplidor el rojiblanco, desesperado el blaugrana.
También fue objeto de parlamento y tribulación para la afición azul durante lustros el 6-0 del Sporting al Oviedo en El Molinón. Año 1945, primer derbi asturiano en la máxima categoría. Con goles de Molinucu, Cervigón, Tamayo y un aplaudido hat trick de Pío. Disputó el del Llano 13 derbis y en todos se dejó la piel. Se retiró en 1955, mas era tan grande su pasión por el Sporting y el fútbol que durante 23 años ejerció como masajista y utillero con la misma profesionalidad demostrada en sus temporadas de corto.
Tenía Mauro un preferido en la plantilla: Manolo Mesa Quirós. El Quillo y Tamayo conectaron a la primera, las botas del andaluz siempre estaban impecables, a punto, con los tacos requeridos. Y entonces protestaban envidiosos los veteranos ante la indiferencia del utillero. Sus quehaceres en el club no suponían para el bueno de Mauro lo mejor de la jornada. En La Bodega de Lito, barrio de El Coto, esperaban a Tamayo amigos y parroquianos con agradables recuerdos y mejores anécdotas y allí el utillero desaparecía y regresaba el futbolista para cerrar el día pegado a una fanta.