Esa mano en la nuca de Alba, esos dedos extendidos y sus ojos cerrados ayudarán a todas esas niñas que se preguntan en silencio por qué aman a alguien del mismo sexo

Poco puedo aportar a lo hablado sobre la consecución del Mundial de fútbol y del caso Rubiales, pero quiero hacerlo vinculándolo al mundo educativo. Cuando la selección ganó el campeonato, diré, sin sonrojo, que brotaron lágrimas en mis ojos. ¿Qué tiene que ver esto con el inicio del curso escolar?, muchísimo. En el mismo momento que pitó la colegiada el final, pensé en las miles de niñas que iban a empezar el curso dentro de unos días, las peques que van a llegar con la camiseta de España, está vez con nombre de mujer, y, quizás, con un balón bajo el brazo. Pensé en los patios escolares, repletos de asfalto durante el baby boom para conservar el poderío masculino futbolero. Pensé en el protagonismo del balón sobre el espacio. En ese poder esférico se discriminaba a los torpes (o jugaban de porteros), “mariquitas” (o los que alejaban a balonazos), aquellos que eran mal vistos por el grupo clase (esos ni se acercaban), y en donde no podían estar las niñas, arrinconadas en el perímetro hablando de “sus” cosas o jugando a la comba con canciones sencillas, repletas de connotaciones que perpetuaban roles. Los centros hemos trabajado durante estos últimos años para romper esas situaciones intolerables a través de juegos dinámicos, recreos organizados, jugamigamos… Acciones propuestas y realizadas, pero enfrentadas a las peticiones del alumnado, e incluso a las familias, ya que consideraban que el “siempre” da legalidad y el “siempre se jugó al fútbol en los recreos”, argumentan razones históricas. El mundo educativo fue férreo en salvaguardar lo que creía, en potenciar la convivencia en los patios a través de otro uso más igualitario. Ahora, hoy, por unas profesionales, la práctica balompédica en los recreos será positiva. Será positiva porque estarán las niñas.
Otro causante de mi emoción, en ese domingo que recordaremos, fue la fulgurante creación de referentes. En el mundo deportivo femenino, poco a poco, se iban generando figuras a las que las chicas podían fijarse para afianzar su autoconfianza y dibujar sus sueños: Arantxa Sánchez Vicario y Conchita Martínez, Carolina Marín, Ruth Beitia, nuestras deportistas del Telecable Hockey o el Motive.co Gijón, pero nada es tan mediático como el deporte del fútbol. Sin juzgar si ese protagonismo es justo o no, el golpe en la mesa de nuestras jugadoras ha retumbado en el mundo entero y ha sido escuchado por varias generaciones de niñas que verán en Jennifer, Aitana, Cata, Salma, Mariona, Olga, sus referentes, sus ídolos femeninos a los que intentar parecerse. Eso hará que no solo los niños lleven el balón de fútbol este año, también las peques, y los centros debemos aprovecharlo. Si lo hacemos, si trabajamos usando el impulso de la victoria de nuestras jugadoras, reforzaremos lo logrado, asentaremos lo conseguido, y nuevas generaciones crecerán sin estar en la periferia de las pistas deportivas.
Otro recuerdo, otra alegría, otra emoción en su victoria, fue la reivindicación sobre la orientación sexual de los y las deportistas de élite. La normal sencillez de un beso entre dos personas que se quieren, al finalizar un partido, lo pudimos ver en este campeonato sobre nuestra camiseta (“sobre” porque el amor siempre está por encima de las banderas). Las mujeres han tenido la fuerza, ante el mundo, de reivindicar la normalidad con la naturalidad que ofrece un beso. El ósculo de Alba con su pareja, tras su doblete ante Zambia, o el abrazo de Irene Paredes a Lucía Ybarra, son enormes fogonazos de luz ante la oscuridad existente en el mundo balompédico con respecto a la homosexualidad. Esa normalización del amor es un soplo de aire fresco para miles de adolescentes que se encuentran encerradas entre paredes sociales. La homosexualidad y bisexualidad siguen estando tapadas, miradas con recelo, por mucho que digamos y hayamos avanzado. Esa mano en la nuca de Alba, esos dedos extendidos y sus ojos cerrados ayudarán a todas esas niñas que se preguntan en silencio por qué aman a alguien del mismo sexo.
Manos distintas a otras que, también, esta vez por desgracia, educarán a nuestra infancia y adolescencia. Un beso sin consentimiento, un tocamiento sin que la otra persona quiera, es delito, es inaceptable, es intolerable. Rubiales ha sido, con su indecente comportamiento, un ejemplo claro para todos aquellos adolescentes que veían el cuerpo de la mujer con los ojos de primitivos neandertales: mero objeto de deseo. En un acto institucional, se produjo una violencia simbólica amparada en el falso paternalismo, la minusvalía profesional hacia las mujeres (jugadoras campeonas del mundo son llamadas “niñas”. No ocurrió así en el campeonato masculino) y la estructura jerárquica donde el hombre se cree el poder protector. Aunque tarde, ha sido tal la condena desde todos los ámbitos que ha quedado claro, a aquellos ignorantes, que una persona no debe ser tocada sin su consentimiento, que los besos son entre dos personas que quieren besar. Esto parece sencillo, pero hemos visto que no lo es tanto. Aplausos en asambleas, solamente un futbolista masculino de la selección apoyando públicamente a las jugadoras, las risas y el “yo, yo pienso lo mismo” de un comentarista de radio, reflejan la desorientación de algunos hombres ante otra rebelión contra la discriminación, en este caso en un entorno primitivista de machotes.
El acceso a la pornografía por menores, los comportamientos machistas perpetuados socialmente, algunas sentencias no aceptadas por el conjunto de la ciudadanía, el crecimiento de la ultraderecha y su idea de mujer para ellos, han hecho aumentar enormemente el sentimiento de normalidad ante actos delictivos y discriminatorios. Comentarios como los realizados por una representante de VOX, en pleno Congreso de los diputados, diciendo que echará en falta escuchar “eso es un cuerpo y no el de la Guardia Civil”, estaba produciendo, junto con otras perlas, un retroceso importante en la salvaguarda de los derechos de la mujer. La respuesta casi unánime ante el beso no consentido a una mujer a la que se le agarra por la cabeza para que no se mueva, será, por desgracia, un freno a esa corriente, siendo altamente educativo y positivo para el futuro. Ojalá no hubiera hecho falta, ojalá no hubiera ocurrido, ojalá una persona no hubiera sufrido una agresión, ojalá nadie, nunca, en ningún lugar, se sienta con la prepotencia suficiente de usar el cuerpo de otra a su antojo, ojalá nadie hubiera empañado una victoria que no solo es una victoria, es otra, una más, reivindicación de la mujer.
Empieza el curso, aprovechemos el mundial, afiancemos referentes, denunciemos cualquier acto que atente contra la dignidad de las personas, desenmascaremos a los palmeros del machismo. Empieza el curso, juguemos al fútbol.