«Lo excepcional se ha convertido en normalidad. Es un ‘sinvivir’ que no sabemos cuándo va a acabar», confiesan para MiGijón
Gabriel Cuesta
Jaime sacó 300 kilos de ceniza del patio de su casa, Fran tiene su vida en dos maletas y Vigil lidia con la zona cero de una tragedia que ha convertido «lo excepcional en normalidad». No hay fecha fijada en el calendario para que termine este «sinvivir» contra el que luchan aproximadamente un centenar de asturianos que viven cada día las consecuencias de la erupción del volcán de La Palma. Evacuaciones, casas engullidas, aire irrespirable… Para hacerse una idea, de haberse producido esta catástrofe en Gijón, los 80 millones de metros cúbicos de lava llegarían desde El Molinón hasta el Santa Olaya (de este a oeste) y de Cimadevilla al Llano (norte a sur), incluyendo la playa de San Lorenzo. Ya ha pasado un mes desde que el magma emergiese por primera vez el pasado 19 de septiembre. Sin estimaciones sobre cuándo cesará la actividad volcánica, la «incertidumbre» es total en ‘la isla bonita’, amenazada por la destructiva lava y las punzantes cenizas. Cuatro asturianos repasan para MiGijón este mes «de intranquilidad constante».
Pedro Tames: «Es una intranquilidad constante»
La morriña por el Cantábrico y los Picos de Europa se encuentra concentrada en los pocos metros cuadrados que ocupa el Centro Asturiano de la Palma. Allí el llanisco Pedro Tames se reúne con sus paisanos para no olvidar sus raíces. Disfrutan de platos como la fabada o la caldereta de merluza, celebran el día de ‘la tierrina’ todos juntos… “Siempre digo que voy del Paraíso Natural a la Isla Bonita. Qué dos nombres tan bien puestos”. Este funcionario ya jubilado llegó a La Palma hace 35 años para trabajar como técnico agrícola para las instituciones canarias. Por suerte, vive en la zona este, la no afectada por el volcán. “Por trabajo conozco bien la parte dañada. No solo hay plataneras destrozadas, como tanto anuncian los medios nacionales. Hay cultivos de aguacates, mangos, flores… Al menos, a pesar de la desgracia de las casas arrasadas, aquí urbanísticamente se ha construido en parcelas aisladas y muy separadas. Eso ha ayudado a contener los daños potenciales», lamenta. Tiene la suerte de hacer vida «teóricamente normal». Sus nietos van al colegio, pero la realidad es que hay poca gente en la calle por la calidad del aire: «No hay limitaciones horarias como en el oeste. Como mucho, alguna nube de ceniza que nos obliga a limpiar los patios. Lo deja todo completamente negro«.
Jaime Mud: «La ceniza se te clava, incluso corta»
Lo primero que sorprende del avilesino Jaime Mud es el tono tranquilo y amable al teléfono. Una actitud completamente positiva frente a la adversidad. Nada hace pensar que a su alrededor la lava engulle todo lo que se encuentra a su paso. Llegó a La Palma en el 99 y vive en Los Llanos de Aridane, donde recientemente ha sido necesario desalojar varios barrios. «Las coladas no han llegado, pero rozan el pueblo. Se puede llegar a las lenguas andando en dos minutos. Desde casa veo todo el humo y las explosiones. Nos hemos librado por poco”. Este profesor de primaria y colaborador de radio se enamoró de Canarias. «Quise quedarme aquí. Uno pensaba que los volcanes era una cosa del pasado y mira… Muy cerca de Todoque, el famoso pueblo sepultado, la rutina es un sinvivir por el miedo a que las lenguas lleguen al núcleo», cuenta.
La normalidad es relativa. Hasta el 19 de octubre no volvió a impartir clase. “Fue algo precipitado. La calidad del aire era malísima y había lluvia de ceniza. Y no es como la arena, es mucho peor. Se te clava e incluso corta”. Todo está lleno de ese maldito polvo gris. Coches, calles, terrazas… «Directamente, no limpio mi patio. Es inútil, al minuto está igual. Solo lo he hecho dos o tres veces. Creo que saqué como 300 kilos de ceniza». Jaime reconoce, eso sí, que «eso es el mal menor». «En la isla nos conocemos todos. Se han vivido auténticos dramas. Sobre todo, la gente mayor que lleva toda la vida aquí, donde se han criado ellos, sus padres, sus abuelos… Tienen grandes recuerdos que se los ha llevado la lava por delante. No dejo de decir que soy una especie de espectador VIP», reflexiona.
José Alfredo Blanco Vigil: «El Ejército ha echado todas las horas del mundo en la zona cero»
Catástrofes como la de La Palma dejan verdaderos ejemplos de solidaridad. José Alfredo Blanco Vigil, ‘Vigil’ para sus compañeros, es cabo primero del Ejército de Tierra. Este gijonés vive afortunadamente en la zona no afectada, pero su trabajo y vocación le han hecho luchar en primera línea contra los devastadores efectos del volcán. Le ha tocado lidiar con la ‘zona cero’. «Como civil ha repartido comida a los dispositivos de emergencia como la UME, Guardia Civil, bomberos…Y también en el Ejército hemos ayudado a realojar a 300 personas que fueron evacuadas nada más comenzar a salir la lava. Fue una locura”. Este militar reconoce que todos han estado dispuestos a echar «todas las horas del mundo». «El Ejército no está solo para la guerra, está para arrimar el hombro en situaciones tan drásticas como esta«, defiende.
Vigil pone un gran ejemplo sensorial para entender el escenario volcánico: «El ruido es como si el Cantábrico estuviese rompiendo las 24 horas del día contra la roca de forma ensordecedora». Reconoce que «la incertidumbre total genera cansancio» por el miedo a nuevos terremotos, coladas… «Lo excepcional se ha convertido en normalidad. La casa de un amigo ha sido engullida, otra se ha derrumbado… Y los padres de mi pareja viven en El Paso, a cuatro kilómetros de la boca del volcán. Son octogenarios y no pueden ni salir de casa prácticamente. Y si lo hacen, con mascarilla». Vigil sabe mejor que nadie que toda Toda ayuda es bien recibida para los más golpeados por esta tragedia. Puso en marcha durante una breve escapada en Asturias un puesto de comida y bebida solidario en el Rally Montaña Central (cerca de Mieres) y el Enduro Villa de Llanes. Recaudó más de 1.000 euros. Todos para el Ayuntamiento de El Paso. «Es lo mínimo que puedo hacer«.
Fran Aguiloche: «Me han desalojado dos veces. Mi vida está en dos maletas»
La vida de Fran Aguiloche, un joven gijonés de 28 años, «está en dos maletas«. Las que tuvo que hacer a todo correr cuando le desalojaron de su piso en Puerto Naos, un barrio de Los Llanos. Un par de camisetas, algún pantalón, el neceser… Y salió pitando. Si la erupción fue a las 17.15 horas, tan solo 15 minutos después fui evacuado. Me dirigí al punto de triaje y me acogió un amigo en su casa de la Laguna hasta la semana pasada». Hasta que volvió a tocar hacer la maleta por el acecho del volcán. «Estoy en casa de un segundo amigo, cerca de mi lugar de trabajo». Fran es técnico de Caritas, con la que ha trabajado en ayudas puntuales a vecinos, y Dj. “Las coladas han aislado completamente la zona donde vivo. Las carreteras principales han sido cortadas… He tardado tres horas para hacer una distancia que normalmente son cinco minutos. He tenido que rodear toda la isla».
Ahora solo puede acceder a su casa cuando el cronograma de emergencia indica que se puede acceder a su barrio. ¿Y la vuelta? «Tiene que parar el volcán. Hay que tener en cuenta que las comunicaciones seguirán dañadas y no se solucionará a corto plazo. Al menos, yo podré volver más pronto que tarde. Hay conocidos que lo han perdido todo. Su vida ha sido cercenada».