
«Terminada la melodía e intrigado por el extraño presente, el artista callejero decide abrir la bolsa y contempla sonriendo dos bidones pequeños, algunos trapos y una botella de cristal vacía con una etiqueta…»
Pica el sol en una intensa mañana de verano con cielo despejado y celeste. La playa sufre la invasión de pareos, toallas de vivos colores, curtidos jugadores de palas y neños explorando el pedreru. No hay un centímetro libre en el arenal de San Lorenzo y bajo la mirada de Octavio Augusto un hombre de piel bronceada y melena evoca a The Doors cantando ‘The End’. Se hace llamar Ego Dresses y rasga su guitarra deslizando letra al estilo Morrison para que se la lleve una brisa marina que sopla de forma intermitente sobre las cabezas de un nutrido ‘ejercito’ de turistas: «This is the end, beautiful firiend. This is the end, my only friend, the end…»
María contempla al ignorado trovador a la sombra de un imponente plaganu, sentada en un banco sobre esas termas romanas que hollaran muy pronto apresurados turistas por ver y sentir a toda velocidad, antes de sentarse a degustar un enorme cachopo. Cuanto más grande mejor, que así luce de maravilla en Instagram o en TikTok. Y de esta manera vamos llegando, sin pausa, al ‘The End’ de una ciudad y un barrio alto devorado por el botellón, las despedidas de soltero, las viviendas de uso turístico (legales o ilegales) y los aviones militares volando sobre edificios civiles en algo que ahora dan en llamar «la fiesta del cielo». En este infierno veraniego para los que están, no para los que pasan. En este infierno de kebabs, hamburguesas y pizzas por doquier, sin terrazas libres, se cortan calles al paso vecinal para ceder el pavimento a grupos de 50 o 60 personas con el free tour de rigor, al que le seguirá otro y luego otro y otro más. Entre la noche y la amanecida despertará Cimata con cristales desperdigados, lunas rotas, coches abollados, paredes meadas, portales con vómitos y demás «regalinos» que se repiten noche tras noche sin que la autoridad municipal se preocupe en exceso. Lo importante es contentar a los de siempre, los gobernantes del ocio en Jovellanos City: OTEA.
María sigue alimentando su pensamiento con estas cuestiones mientras tararea bajito, casi susurrando, ‘The End’. Sabe que la Asociación de Vecinos Gigia de Cimavilla convoca una concentración de protesta en la Casa del Chino. El 24 de julio a las 19:00. Tras recoger 1000 firmas siguen exigiendo que Cimavilla no se abandone, que sea un buen lugar para vivir, no pueden seguir riéndose de los playos a mandíbula batiente con este tan cacareado por algunos: Paseo Gastro. Piden camiseta negra y pañuelo marinero de cuadros el día de la concentración. Y a María le parece muy bien pero se le queda corta esta protesta. A sus 55 años y con más de media vida subiendo y bajando Vicaría, ella piensa en gasolina, en barricadas, en calles cortadas y no por turistas, esta vez. Calles levantadas en lucha por el hartazgo de la olvidada vecindad. Sabe que estos tiempos advierten, seguramente, el final del barrio que ella conoció, mas el espíritu de su vieja militancia anarquista late con fuerza en ese trabajado corazón de medio siglo largo. Sigue firme Ego Dresses con el nihilista himno de Jim Morrison, sin hacer grandes concesiones, ni moverse demasiado. María se acerca despacio y deja al lado del ‘ampli’ una arrugada bolsa de papel. Terminada la melodía e intrigado por el extraño presente, el artista callejero decide abrir la bolsa y contempla sonriendo dos bidones pequeños, algunos trapos y una botella de cristal vacía con una etiqueta en la que puede leerse…
‘The End’.
Monchi, en mi doble condición de vecino del barrio y de alguien que estudió Historia, te juro por todos los santos que no soporto los free tour, aparte de todo lo demás que mencionas. Es imposible dar con personas más ignorantes y más incompetentes para la función que realizan. Empezando por que no se les ocurra siquiera dar instrucciones a sus grupos, cuando se detienen en determinados puntos, de que dejen paso libre en las aceras para los viandantes. Al grupo no se le tiene por qué ocurrir, pero es que al que los trae y los lleva, tampoco. Inventan lo que no está escrito, desde decir que lo de la Campa Torres es «un castro prerrománico» a que allí hay una refinería. O mezclar la xana, el cuélebre y otros personajes mitólogicos, supuestamente siniestros, con Rambal. O decir que el trasgu duerme dentro de una madreña, «¿sabéis qué es una madreña? Es ese calzado de madera que en otros sitios llaman zuecos o ZANCOS». O describir la Casa Paquet como un edificio levantado por una familia catalana, de estilo BARROCO GIJONÉS. Y todo esto, que debería estar supervisado por el Ayuntamiento, no lo está. A lo mejor porque a éste le viene bien un poco más de «amenidades y pasatiempos para los turistas», que lógicamente no se enteran de una porque no son de aquí y cuela. Y a la Escuela de Hostelería y Turismo también, para demostrar que quien se matricule tiene una buena salida laboral. Se meten por todos los rincones, como si Cimavilla fuera Disneyworld, un decorado de cartón piedra para meter turistas y contarles cuentos, como bien dices, grupo tras grupo, todos los días, todo el año, pero especialmente ahora, en verano. Los vecinos están entre el cabreo y el descojone, y va una conocida empresaria del sector y los llama «profesionales cualificados». Esto por hablar de uno de los problemas del barrio, pero hay muchos otros como bien dices. Si se nos cortaba algún acceso al tráfico, hasta 14 veces por año, ahora 15 con la Virgen del Carmen. En fin, creo que lo de los bidones y la botella sería poco.
Otro artículo más de Mi Cimata!!!
Esa aldea que por culpa de la derechona es ahora Disneyland.!!!
Por cierto te defino lo que es la Campa Torres:
Se trata del recinto fortificado marítimo de mayores dimensiones de toda la costa de los astures. Su origen, según sus investigadores, se sitúa en torno a los siglos VI-V a.C. y estuvo ocupado por gentes dedicadas principalmente a la metalurgia (cilúrnigos). Posteriormente, en el siglo I d.C. fue romanizado y conocido por las fuentes clásicas con el nombre de oppidum Noega. Con la fundación de la ciudad romana de Gijón, a comienzos del siglo II d.C., en el actual barrio de Cimavilla, el castro se fue despoblando gradualmente hasta su desaparición.
Como le digo, estudié Historia, al contrario que usted, porque si no habría captado perfectamente el sentido de lo que dije. El guía confunde PRE ROMANO (época de César Augusto) con PRE ROMÁNICO (Edad Media). Por otro lado yo no mencioné para nada a «la derechona», aunque podría, pero si le sirve de consuelo mi posición es igual de crítica hacia los socialistas, que en época de Tini Areces comenzaron la gentrificación del barrio. No sé qué es lo que tanto le molesta de este artículo ni de mi respuesta, pero como parece tan capacitado, le animo a que escriba su propio artículo sobre lo que guste y lo envíe a este medio, ellos estarán encantados de publicarlo y el público de deleitarse con sus saberes wikipédicos.
Perdon por el error pero ayer estaba un poco «resacoso» después de salir por Cimata la noche anterior…
Simplemente me parece un poco cansino este tema, parece que no hay mas barrios en Gijón.
Salvo alguien que lleve viviendo mas de 50 años en Cimavilla, realmente no se de que se quejan…esa «folixa» lleva ocurriendo décadas allí. De hecho en los años 90 eran muchisimos mas bares los que había, y no se respetaban ni horarios de cierre, ni aforos ni decibelios…y doy fe de que era así porque trabaje años en uno de ellos.
Es como si compras un piso enfrente de la Playa de San Lorenzo y te quejas de la humedad, o cerca del Molinon y lo haces de la no poder aparcar cuando juega el Sporting. Como se suele decir «ye lo que hay», y sino te vienes a vivir a la zona Oeste…pero bueno mejor no que ta muy lejos y tenemos mucha contaminación…