
En el año 1965 abre sus puertas la mítica cafetería Tívoli, a la que siguieron un club (frente a los Jardines de la Reina) y un pub (también en Corrida) con el mismo nombre. Los canapés, las tortitas y sobre todo lo elaborado en plancha, era de obligada degustación

Hablar de la calle Corrida es señalar en el mapa gijonés una de sus vías más concurridas y también hacer viajar a los recuerdos hasta uno de sus cafés, el Tívoli, que echó el pestillo en enero del 2000. Así pues, en estas líneas, recordaremos la historia de este mítico café y a quién perteneció. ¡Empezamos!
Era el Gijón de 1965 cuando dos empresarios Adolfo García y Juan Fernández, se fijaron en uno de los locales de la concurrida Corrida. En el llamativo y famosos por sus exóticas pajareras, café Manacor. Echar el ojo y ver negocio, fue cuestión de segundo porque ambos socios tenías arraigadas raíces hosteleras. Los de Juan, eran los dueños del restaurante Viuda de Juan del Man, en Begoña, mientras que los de Adolfo, regentaban en el barrio del Coto, frente al cuartel, el merendero y pista de baile en fin de semana, La Armonía.
Fue en los años 40 cuando estos últimos deciden bajar al centro de la ciudad e instalarse en plena Plaza Mayor, en un local que anteriormente había sido una farmacia. Desde ese momento el Bar Asturias, comienza su historia, aunque ese nombre fue quedando en segundo plano. Por el uso anterior del bajo, el público empezó a llamarlo la Botica.
“Adolfín” hijo, se va haciendo mayor y conoce a Sagrario Suárez, también hija de hosteleros, los propietarios del bar Nalón, de la calle Numa Guilhou. Ella no quería saber nada que tuviera que ver con la hostelería. Por esa razón y a pesar de contar con un insistente pretendiente en el negocio familiar, optó por cortejar con Adolfo. Este tenía una farmacia y no un bar. Cuando la buena de Sagrario se dio cuenta de que la Botica era un local hostelero y no una farmacia, ya era demasiado tarde, Cupido la había herido de amor en pleno corazón.
La pareja regentó el negocio hasta el año 1960, fecha en que pasó a manos de Jesús Kierchebén y posteriormente a otro hostelero que finalmente opta por instalarse en la Providencia, en el Mesón del Mar. Después de cinco años cambiando de manos, el matrimonio decide traspasar el conocido ya por La Botica a Servando Menéndez. Adolfo tenía ya otro negocio en mente y un socio para ello, Juan Fernández.
Así que en el año 1965 abre sus puertas la mítica cafetería Tívoli, a la que siguieron un club (frente a los Jardines de la Reina) y un pub (también en Corrida) con el mismo nombre. Los canapés, las tortitas y sobre todo lo elaborado en plancha, era de obligada degustación. Igual que los famosos cafés irlandeses, testigos de mil tertulias, algunas igual con la presencia del presidente Adolfo Suárez; el científico Severo Ochoa; el cardiólogo Vital Aza Fernández- Nespral…personalidades de la época de variedad política y social.
Pero estos no fueron los únicos negocios del visionario Adolfo García. En los años 70 fue promotor de un entoldado en la calle Corrida, mientras se asociaba con otro importante empresario local, con José Fernández, ex presidente y máximo accionista del Real Sporting de Gijón. Con él pone en marcha Somió Park, un complejo que contaba con restaurante, jardines, baile y que hoy sigue abierto después de una remodelación llevada a cabo en el año 2008. Con estos recuerdos se cierra la historia de toda una saga de visionarios hosteleros, que hicieron la ciudad más divertida y repleta de novedosas ideas que a día de hoy siguen siendo referencia para muchos emprendedores.
Magnífica síntesis de unas cafeterías y la semblanza del genial Adolfo García.
Mi enhorabuena