El universo de la Maravillosa Orquesta logró a través de sus canciones comulgar con su gente, un público joven, que parece haber vuelto a una música más honesta, al menos, más joven que en otras ocasiones
Sin pantallas, sin naves espaciales, sin efectos audiovisuales, pero con una docena de guitarras, un Hammond, una buena batería, un bajo y un par de saxos. Todo recordaba a los viejos conciertos de siempre, donde lo que importa en la música. El Tsunami Xixón daba un giro de timón con el concierto de La Maravillosa Orquesta del Alcohol, después de que la grada norte del estado de El Molinón disfrutara de Izal y de Vetusta Morla. Los siete miembros de La M.O.D.A pudieron comprobar cómo el público gijonés los quiere con una sonora ovación en cuanto aparecieron por el escenario.
Efectivamente, La M.O.D.A llenó el aforo y puso en entredicho al indie actual ofreciendo un concierto orgánico, honesto y entregado con la causa. Tan honesto como Johnny Cash cantando la I won’t back down de Tom Petty, que ya sonaba antes de que irrumpiera la banda sobre el escenario. Esto de que suene Johnny Cash ya nos da un tono, un compromiso, no solo ante un espectáculo, sino ante una manera sencilla y, si me apuran, más antropológica y emotiva del rock, del folk, el blues o el punk, géneros por los que transita La M.O.D.A aunque hayan logrado que todos ellos desemboquen en un pop que realza la raíces y las tradiciones musicales.
Los lobos, Colectivo nostalgia, Los hijos de Johny Cash, 1932, Amoxicilina o Quién nos va a salvar sonaron rotundas y un tanto aceleradas, eso sí, porque los conciertos de Tsunami vienen con una duración determinada de dos horas y esto se hace notar en cada show. Las canciones van encadenadas, una detrás de otra, sin que la banda tenga mucha oportunidad de dialogar con el público. Aún así, el universo de la Maravillosa Orquesta logró a través de sus canciones comulgar con su gente, un público joven, que parece haber vuelto a una música más honesta, al menos, más joven que en otras ocasiones.