Cuatro voces emergentes de la música asturiana cuentan su experiencia en la industria
En los tiempos de las redes sociales y la inmediatez, el trabajo duro y bien hecho parece que no existen. El éxito se mide en likes, en seguidores y visualizaciones. Queda poco espacio para imaginar que, detrás de la victoria del talento, pueda existir una ingente cantidad de esfuerzo soportándolo.
Así se mide hoy el mundo de la música. El último hit ya no revienta las emisoras y las radio fórmulas ya no marcan los éxitos, sino que se hacen eco de lo que triunfa en las plataformas como Spotify, iTunes, Youtube o Tik Tok. Una democratización, como casi todo lo que nos ha traído lo digital, que no deja de funcionar como una balanza con sus aspectos positivos y negativos.
Es cierto que ya no se necesitan equipos de precios desorbitados para editar un tema musical, o un videoclip. Con un simple smartphone se pueden alcanzar niveles técnicos impensables hace unos años. Tampoco, aunque ayuda, se requieren tener contactos en la propia industria. Las redes sociales abren el camino.
En el lado opuesto están las pegas. No son pocas. Esa misma democratización ha traído una competencia atroz por la atención de los consumidores. Además, cuesta mucho que el talento destaque entre vídeos virales o los últimos memes. El artista ha dejado de ser alguien con más o menos talento musical para convertirse en un hombre – o mujer – orquesta, nunca mejor dicho. Muchas veces hacen de compositores, letristas, arreglistas, estilistas o productores audiovisuales. Se buscan las castañas para financiar sus proyectos, convirtiéndose incluso en jefes de casting.
Laura Llera: «Todo el mundo cree que para vivir de la música hay que ser una estrella»
“Siento que hay un estándar hoy en día para los creadores de contenido un poco tóxico, de tener que estar constantemente ‘online’ o, si no, no existes”. Son palabras de Laura Llera, cantante asturiana que debutó con su primer single hace ya cuatro años. “Es un elemento más del trabajo del artista, pero que también hay que saber controlarlo y respetar a quien no quiera entrar”, añade.
Laura, además, tiene una formación académica en la música. En Asturias estudió en el Conservatorio la especialidad de saxofón, completando Grado Elemental y Profesional. Con 21 años se trasladó a Madrid para continuar sus estudios en el Grado Universitario de Composición de Músicas Contemporáneas.
Llera tiene claro que se puede vivir de la música, pero con matices: “es un poco aleatorio si hablamos de ‘petarlo’. Hay artistas que sacan su primer tema, consiguen millones de streams o pegan en Tik Tok y nadie vuelve a saber de ellos, su canción se viraliza y les genera un pico de ingresos fuerte pero fugaz, y su carrera a partir de ahí no crece nunca más, o les dura un par de años”. También existen aquellos que, tal vez, nunca lleguen a rozar el gran éxito, pero consiguen generar ingresos más modestos y una estabilidad durante muchos años. Tampoco olvida que, quien tiene formación, puede dedicarse a otros ámbitos de la música como la docencia, la producción o la composición de los temas y las letras. “El problema es que no es tan llamativo como ser ‘una estrella’ y al final todo el mundo cree que para vivir de la música hay que serlo”.
Aka Ácida: “Con cada reproducción en YouTube o Spotify no ganas ni un céntimo de euro»
Aida Amor lleva ya un tiempo haciéndose un nombre bajo el pseudónimo Aka Ácida. Aunque su primer tema vio la luz hace tres años, lleva nueve rapeando. Ella no tiene formación musical previa, sino que se basa en la experiencia propia y la de los que la rodean. Ella reconoce que es “difícil” vivir de la música y recuerda que “con cada reproducción en YouTube o Spotify no ganas ni un céntimo de euro. Igualmente, no es fácil que te contraten en suficientes bolos como para sobrevivir todo el año, ni ganar dinero con una discográfica”. Para ella, la música es un complemento.
El trabajo duro, sin embargo, le ha dado alguna que otra satisfacción. El pasado verano compartió “cartel y escenario con artistas que están en mi lista de reproducción como Albany, Israel B o Chico Blanco”, en Riverland.
También afirma que en Asturias hay mucha cultura musical y muchos artistas, tanto emergentes, como Viuda, como consagrados, como Helios Amor. “Lo que sucede es que esa cultura no llega a los Ayuntamientos, los cuales invierten año tras año en los mismos carteles”. Reconoce, sin embargo, que comienzan a abrirse ciertas puertas o iniciativas, como “el ciclo de Tiempos Nuevos en Oviedo, o como el concierto que dieron Las Ninyas del Corro el año pasado durante la semana grande de Gijón”.
Naela Abreu: “Comencé con un ordenador y un móvil que iban fatal»
Otra artista que comienza a dar pasos firmes en la música en el Principado en Naela Abreu. “Comencé con un ordenador y un móvil que iban fatal, grabé mi primera canción y se la mandé a un amigo”, afirma. La pandemia, como a otros, le sirvió para impulsar su vocación. Armada con los viejos aparatos, consiguió lanzar su primer tema y publicarlo en Youtube: “para lo poco conocida que era en aquella época la vio bastante gente”. A pesar de que sus gustos musicales son muy heterogéneos, ha orientado sus temas – que compone ella misma en su totalidad – a la música urbana que más escuchan los jóvenes, como el dancehall, el reggaeton y el resto de ritmos latinos. “Normalmente me pongo una base de fondo y voy escribiendo. Otras veces aprovecho cosas que ya tenía escritas antes”.
Naela, además, es consciente de que para tocar el cielo hay que saber rodearse de profesionales. Tiene como estilista a Lorena Cabo y le ayuda “con las fotos y los videoclips”. Ya ha grabado tres y el último ya de forma más profesional: “contraté a alguien para que lo grabara y editara, alquilé un local y pedí en redes a amigos que quisieran salir. Apareció un montón de gente”.
Eva Hevia: “Sigo buscándome a mí misma”
El camino recorrido por Eva Hevia es diferente al del resto de protagonistas de este reportaje. Ella dio sus primeros pasos al calor de los talent shows y en 2015 ganó el programa OPSXXI de TPA. “Me apuntó mi tía, porque yo era súper vergonzosa. Tuve que cantar un pasodoble, un estilo que nunca había cantado”. Gracias a ese premio formó parte de una orquesta que recorrió todas las fiestas de prau de Asturias. Al año siguiente, volvió a participar en el programa, pero no como concursante. “El mundo de la orquesta me gustó mucho porque me ayudó a desinhibirme y a interactuar con el público”.
Después de eso hizo un parón en su carrera para decidir qué pasos iba a seguir en su vida. Estudió Imagen para el Diagnóstico y Medicina Nuclear, pero cuando acabó el módulo la televisión volvió a hacer acto de presencia. La TPA volvió a contar con ella para copresentar el programa en el que había triunfado. “En ese momento me di cuenta de que quería empezar a hacer música propia”. Se presentó al concurso Gana con tu voz, del mismo casting del reconocido programa nacional La Voz. Acabó como la tercera más votada de Asturias entre más de trescientas participantes y llegó a la semifinal, pasó el corte y terminó por ganar el primer premio. “Fue un chute de energía”, señala.
Tras el éxito se fue a Madrid, pero los nervios le pasaron una mala jugada en el casting de La Voz y decidió dejar de lado los concursos. Se dedicó un tiempo a hacer covers – versiones de canciones conocidas – y a subirlas a redes, con muy buena aceptación. Uno muy especial. Compartiendo micrófono con su madre le dedicó un sentido homenaje a su abuelo, al que le habían diagnosticado con un cáncer terminal. “Era minero y queríamos dedicarle una versión del Santa Bárbara Bendita antes de que se fuera”. Ya en 2020 sacó su primer single. Desde entonces ha sacado otros dos, uno en colaboración con Da Corix, otro artista gijonés. Pero el 2023 promete. Sobre todo, porque Eva sigue buscando su lugar en la música, su identidad. “Sigo buscándome a mí misma”.