«Un fantasma recorre Europa: el fantasma de la derogación del derecho al aborto»
Un fantasma recorre Europa: el fantasma de la derogación del derecho al aborto. Desde que el Tribunal Supremo de los EUU determinó que «el aborto no es un derecho constitucional», voces en la vieja Europa recuperan añejas consignas antiabortistas, como aquella que afirma que ninguna mujer tiene derecho a asesinar a un ser humano, bajo el pretexto del libre uso de su cuerpo. El principal argumento que esgrimen los que se autodenominan «provida» se compone de las siguiente premisas:
1. El feto es una persona.
2. Toda persona tiene derecho a la vida. De modo que todo feto tiene derecho a la vida.
3. Toda mujer tiene derecho a decidir sobre lo que ocurra en su cuerpo.
4. El derecho a la vida es más importante que el derecho a decidir sobre lo que ocurre en tu cuerpo.
5. Por tanto, no se pueden matar fetos.
Aunque este argumento parece convincente, si lo analizamos detenidamente, es fácil descubrir que no es válido. La refutación más conocida es la que llevó a cabo en 1971 la filósofa norteamericana Judith Jarvis Thomson en su artículo Una defensa del aborto. Esta profesora del MIT desarrolló un experimento mental para probar la validez del razonamiento aportado por quienes defienden la derogación del derecho al aborto. Como los provida de entonces peinan canas y los tiempos parecen haber cambiado, expondré una versión actualizada del mismo:
Usted despierta una mañana en la habitación de un hospital y se encuentra a su lado a Juan José Padilla, el célebre torero del parche en el ojo y cara de malo. A esta estrella del toreo le han descubierto una grave enfermedad renal que lo matará en unos meses. El club de fans del torero ha consultado los archivos médicos y ha descubierto que usted es la única persona compatible para ayudarlo. Esa es la razón por la que usted ha sido secuestrada y conectada al sistema circulatorio del diestro. El director del hospital entra en la habitación y le dice: «Sentimos mucho lo que está ocurriendo. Si lo hubiésemos sabido antes, no lo hubiésemos permitido. Pero ya está hecho y el torero está conectado ahora a usted. Si lo desenchufamos, él morirá. Pero no se preocupe, esta incómoda situación solo durará nueve meses. Después de este periodo de tiempo ya será seguro hacer la desconexión sin ningún peligro para él».
¿Está usted obligada moralmente a aceptar esta situación? No cabe duda de que si lo hiciese sería la una persona extremadamente generosa. Pero la pregunta es: ¿está obligada a hacerlo? Imagine que el director del hospital, basándose en un reciente cambio en nuestra Constitución, le dijese: «Ha tenido mala suerte, todo esto es muy lamentable y le compadezco sinceramente, pero ahora debe quedarse en la cama, conectada al torero, durante nueve meses, porque recuerde que:
1. Juan José Padilla es una persona.
2.Toda persona tiene derecho a la vida. De modo que el torero tiene derecho a la vida.
3.Tiene usted derecho a decidir sobre lo que ocurre en su cuerpo.
4.El derecho a la vida es más importante que el derecho a decidir sobre lo que ocurre en su cuerpo.
5.Por tanto, no se le puede desconectar de Juan José Padilla.
Nuestra intuición moral nos dice con claridad que obligarla a ello sería una monstruosidad y esto prueba que el argumento que utilizan los provida tiene serios fallos, porque si hay algo cierto en todo esto es que si usted se desconectase del torero no estaría cometiendo ningún asesinato. Del hecho de que el torero necesite para seguir viviendo el uso de sus riñones durante nueve meses, no se sigue que tenga derecho a hacerlo. Nadie tiene derecho a usar su cuerpo, a no ser que usted se lo conceda.
Hay cosas que hoy nos parecen tan naturales y ordinarias como la fulgurante luz del sol que sale cada mañana. Olvidamos que ingentes cantidades de seres humanos vivieron sin conocerlas, que algunos hombres y mujeres dieron su vida y su sangre por traerlas a este mundo y que nosotros, que las disfrutamos, las hemos recibido como herencia: la democracia, la separación de poderes, el sufragio universal, la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, la libertada civil, la libertad de pensamiento, de prensa y de religión, el derecho de todo ciudadano a intervenir en los asuntos públicos, de elegir a sus representantes, a ocupar cualquier puesto de la administración del Estado, a pedir cuentas al gobierno, el derecho a vivir en el lugar que se elija y a ganarse la vida con el trabajo que se desee, el derecho a reunirse pacíficamente con otros ciudadanos, el derecho a disfrutar del patrimonio común, el derecho a huelga y a la sindicación, el derecho al aborto, etc…
Son cosas que pueden parecernos como llovidas del cielo y que, sin embargo, la Historia nos enseña que costó mucho conquistar y que se pueden perder con facilidad. Los ciudadanos de las antiguas democracias griegas fueron perdiendo derechos hasta que un día, sin saber cómo, se levantaron como súbditos. La Ilustración, a fuego y sangre, recuperó para nosotros la condición política de ciudadanía otorgándonos el conjunto de derechos que hoy poseemos, por eso, defender el derecho de las mujeres al libre uso de su cuerpo no es un asunto de mujeres, sino de todo ciudadano que se precie.
Y yo que pensaba que la filosofía no servía a nadie, y mucho menos la educación. Pero ha sido verte bajo las siglas de cierto partido político y ver el cargo que desempeñas y entender muchas cosas. Una pena.
Por cierto, se te ha olvidado refutar la primera premisa. ¿Es una vida, o no es una vida? Porque para un filósofo, me parece, de todas, la pregunta más sustancial.
El mundo hubiera sido mejor si algunos no hubieran nacido…
Aun en los tiempos que vivimos, hablar de ciertos temas siempre va a hacer que la gente te etiquete de una u otra manera.
Una pena, porque hay personas que nunca van a estar abiertas a debate.