Tanto la marcha del Santo Entierro, el Viernes Santo, como la de la Soledad de María, celebrada ayer sábado, congregaron en Gijón a miles de fieles y curiosos que, con un ojo puesto en el cielo y otro en el cortejo, aplaudieron el respiro dado por la lluvia
Es toda una tradición en Asturias disfrutar de los festejos de la Semana Santa prestando exquisita atención a las procesiones, misas y demás celebraciones… Con un único ojo. Metafóricamente hablando, claro. El otro, siguiendo con el juego de palabras, debe quedar reservado para el cielo; y no por alguna suerte de posible aparición religiosa, sino por las malas pasadas que el tiempo, concretamente la lluvia, tan típica de la región, ha jugado a este acontecimiento a lo largo de su historia. Por suerte, y salvo la decepción vivida el Martes Santo, cuando hubo que suspender la procesión del Silencio, la meteorología está dando un respiro a Gijón. Así, tanto este viernes como ayer sábado las procesiones previstas, la del Santo Entierro y la de la Soledad de María, respectivamente, pudieron desarrollarse sin incidentes destacables, una tónica que fieles y curiosos confían en que se mantenga hoy domingo, durante la última de las marchas: la de la Resurrección, coronada con su siempre impresionante encuentro en la plaza Mayor.
Ya el viernes quedó claro que lo de esquivar a la mala fortuna era una opción factible. A las ocho de la tarde y desde la iglesia de San Pedro, principal templo de la ciudad, los pasos de la Piedad al pie de la Cruz, del Santo Sepulcro y de la Virgen Dolorosa iniciaron su recorrido, recreando la pasión y muerte de Jesús, y arropados por auténticas legiones de espectadores. Eso sí, en previsión de que comenzase a llover se hizo un pequeño ajuste en el trazado; pasado Campo Valdés y dejado atrás el Muro de San Lorenzo, el cortejo penetró en la calle Cabrales, continuó por Julio Somoza y San Bernardo, y enfiló Ventura Álvarez Sala, antes de retornar a San Pedro por la ruta inicial. Pronto quedó claro que esa decisión había sido acertada; recién acabada la procesión, un fuerte diluvio anegaba las calles y plazas de Gijón, invitando a la desbandada… Con una evidente sensación de alivio por haberse librado del aguacero.
Menos agitada fue la jornada de ayer, Sábado Santo, protagonizada por la ‘madrugadora’ procesión de la Soledad de María, que arrancó de san Pedro poco después de las nueve de la mañana. Con los pasos de San Juan Evangelista y de Nuestra Señora de la Soledad descollando sobre las cabezas de los hermanos, cofrades y fieles, el cortejo discurrió por su ruta prevista, zambulléndose en Cimavilla por Campo Valdés y transitando por las principales arterias del ‘barrio alto’ para, finalmente, concluir en la capilla de la Soledad, como dicta la tradición. Nuevamente, la afluencia estuvo a la altura de una festividad de creciente atractivo, con los márgenes de las calles atestados de vecinos y visitantes, devotos o simples interesados en la faceta artística de este evento. Ya en la tarde, a las ocho, se llevó a término la vigilia en San Pedro.
Así es como se ha llegado al último día de marchas, el Domingo de Resurrección, que estará dominado, si la meteorología lo permite, por uno de los hitos más vistosos y sentidos de la Semana Santa gijonesa: el último encuentro de las agrupaciones penitenciales locales, con sus respectivas imágenes. El paso de la Resurrección saldrá de la basílica del Sagrado Corazón de Jesús a las 12, misma hora a la que, en la capilla de la Soledad, lo hará la Virgen de la Alegría; más tempranero será el paso de San Pedro Apóstol, que partirá de la iglesia homónima a las 11.45. Los tres se reunirán a las 12.30 horas ante el edificio de la antigua Pescadería Municipal, media hora antes de que, a las 13, se oficie una musa solemne en San Pedro. Y, al margen de las procesiones, el colofón lo pondrá mañana, Lunes de Pascua, a las 19 horas, la Eucaristía de Acción de Gracias, que se desarrollará, cómo no, en la iglesia parroquial de San Pedro. El programa completo de actividades puede consultarse aquí.