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«¿Por qué a las cosas de cierta entidad, sean infraestructuras, servicios o eventos, les cuesta tanto salir, o ver la luz en nuestra querida villa del Cantábrico?»
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Me enfrento a la hoja en blanco con varios asuntos gijonudos rondándome la cabeza.
Por un lado tenemos «lo del pádel«, este nuevo fracaso en la gestión de eventos deportivos en la ciudad. Una historia de recorrido todavía largo, puesto que casi nada está muy claro: no se sabe cómo se gestionó, quién lo propuso, cómo se obtuvo el contrato con «los del pádel» y en qué momento poner una millonada por parte del Ayuntamiento se vio como una «oportunidad». Por otro lado, estos últimos días se ha hecho viral una respuesta en una red social por parte del ministro de Transportes, Oscar Puente, a Pablo Cristobo, un ingeniero gijonés. Este último le afeaba al ministro que en Gijón llevamos demasiados años esperando por una estación de trenes definitiva y decente, y lo hacía señalando la inauguración de la nueva «macro estación intermodal de Valladolid». Puente le decía que la situación no era comparable y que, en todo caso, la estación de Gijón está en fase de proyecto (lo que comúnmente se denomina ‘dar largas’). Seguro que no hace falta decíroslo, pero la estación de trenes de Gijón lleva «en proyecto» la friolera de 25 años y… ¿Qué os voy a decir de la de autobuses? Que ni existe proyecto de estación de autobuses pública, y la única que tenemos, en pésimas condiciones, además, es de una compañía privada.
Y estas dos cuestiones me enlazan con una tercera, que es… ¿Por qué parece que, a las cosas de cierta entidad, sean infraestructuras, servicios o eventos, les cuesta tanto salir, o ver la luz en nuestra querida villa del Cantábrico? Pensemos en estos asuntos y comencemos por el del pádel.
Resulta extraño, cuando menos, que hace poco más de un año se enterrase cualquier opción de que Gijón fuera sede del Mundial de Fútbol de 2030, tirando de un argumentario, por parte del Gobierno municipal, en el que la inversión y, especialmente, el retorno de esa supuesta inversión era algo inasumible y que estaba fuera del debate; y ahora, casi de hoy para mañana, la Concejalía de Deportes se saque de la manga 1,6 millones de euros para darle soporte publicitario al evento del pádel. 1,6 millones de euros… Es cierto que ahora, al menguar el asunto, parece que también lo hará la dotación económica, pero no puede uno dejar de pensar en deportes de esta ciudad, como el hockey patines, el balonmano o el baloncesto, tan necesitados de soporte económico -y algunos de ellos, con las vitrinas colmatadas de títulos- y que, en vez de promoverlos como locos, hagamos como aquellos señores que dan dinero a todo lo que viene de fuera, pero no valoran lo de casa. Pues un poco parece eso.
Y, por otro lado, tenemos lo de la estación de trenes. No hay partido político con representación estatal, autonómica o local que no sea responsable de la desolación que arrastra la ciudad en este sentido. No es solo el hecho de no tener una estación de trenes definitiva -y, si pudiera ser, medianamente digna-, o una estación de autobuses pública que dé servicio a todas las compañías que operan en Gijón -más allá de la estación de ALSA-, o una inversión de 140 millones de euros, como es el túnel del Metrotrén, cerrada y sin funcionar. No. Se trata, además, de que, hace nada, ese mismo Ministerio responsable de dar solución a la salida de tráficos pesados del puerto de El Musel, dijo que nanai, y que nada de invertir 200 millones de euros en un vial por el que media ciudad lleva esperando otros veinte años. Es cuestión de que un gijonés va percibiendo que el ninguneo sobre su ciudad es evidente y, pese a los cambios de gobiernos en estos más de 20 años, la dinámica habitual es que Gijón queda fuera de las necesidades de inversión estatales, y que, además, ni desde el Ayuntamiento, ni desde el Gobierno regional del Principado de Asturias se da con la tecla de salir de esta situación de espera que ya ha pasado a ser de cierta rabia, cuando no desencanto.
Desencanto que entronca con la gestión de los asuntos internos: en los últimos años hemos vivido el enfrentamiento de El Muro, y los anuncios continuos, pero sin ejecución real, de inversiones locales como Tabacalera. Asuntos todos ellos que han conducido al enfrentamiento y a la victoria de un modelo de ciudad basado en el inmovilismo. Esta situación no es casual; el envejecimiento de todos nosotros, la llegada del turismo como modelo, la falta de renovación de las voces que deben elevar cierta representatividad de la sociedad civil -salvo honrosas excepciones- han adormecido cualquier posibilidad de que algún colectivo sienta como una afrenta propia, y considere necesario salir a la calle, el reivindicar inversiones en nuestra ciudad. Inversiones y modernidad no consiste en que abra un Starbucks, o gastar dinero en infografías de grandes proyectos que no verán la luz. Consiste en asumir que, por ejemplo, la lucha del Metrotrén es una lucha de toda la ciudad. Solo eso ya sería una victoria, porque si esto se lograse, el cambio en movilidad, habitabilidad, sinergias económicas y mejora general que viviría la ciudad sería increíble. Y esto es solo un ejemplo. Pero que toda la ciudad se una para conseguir hacer algo entre todos parece imposible, y es que han logrado sedarnos a base de infografías, absurdos duelos personalistas y una nula capacidad de innovación. Y, sobre todo, de motivación. Porque solo así nuestra ciudad comenzará, como en otras ocasiones lo hizo, a moverse.