Me alegra ver a ese tipo pero no sé nada de su vida, ni su nombre. Va cantando algo así como: «Cimadevilla y la bohemia, la magia en la tierra del mar»
Entre el martes y el jueves o tal vez en un viernes de luz parda. Salgo con tiempo de casa para ver si tengo suerte y charlo con alguien patrocinado por la sorpresa de camino al trabajo. O callejeo sin rumbo para ver si encuentro algo nuevo en las viejas piedras. Me fijo en los insolentes tendales, las ventanas abiertas, esa ortiga que crece saludable y feliz amarrada al Callejón de las Fieras. Miro curioso el desnudo nogal que se inclina con la intención de colarse en el balcón de la Casa Natal de Jovellanos. En estas últimas semanas voy contando haikus en una de esas ideas de Artefaktoproject para asaltar las calles con versos poéticos. Persiguiendo a la primavera en un saludo sincero al Japón y a sus tradicionales tres versos de instante paciente:
«Entre tus piedras
amalgama de aromas
de sal y brea», firma Rubel, y Stella añade:
«Los viejos gatos
custodian los secretos
del barrio alto»
Aman Cimata estos seudónimos, estas firmas disfrazadas de Raposa, Cañu o Adelfa. Saludo embobado en mis pensamientos a un vecino con el que nunca cambio más de dos o tres palabras y me cae muy bien, creo que conozco al sonriente bonachón de toda la vida pero no es cierto. Me saludó una mañana y quedó pactado que nos conocíamos. Me alegra ver a ese tipo pero no sé nada de su vida, ni su nombre. Va cantando algo así como: «Cimadevilla y la bohemia, la magia en la tierra del mar». Es de Pipo Prendes esa canción, el bardo de Candás se hace acompañar de Víctor y Cholo Juvacho en un estribillo que ya tararean los playos. Y yo por empatar, decido entonar antes de perder Honesto Batalón, un temazo de Pablo Und Destruktion: «En el puerto de Gijón no entraba la madera, chigreros y macarras tenían sus propias reglas escritas a navaja en ventanas y puertas».En Batería oigo a Rodrigo Cuevas, sale su voz de una casa abierta en un segundo piso: «Rambalín, fiu de Concha La Guapa y era la madre que lo parió». Me quedo parado sin tener claro si hoy quiero pisar Bajovilla. Son demasiadas señales y no puedo ignorarlas. Llegaré tarde al trabajo; tres canciones y setenta haikus después tomaré un par de vinos para brindar por mi barrio en mi barrio.
Qué guapo! Muchas gracias. “Sobre el Elogio del Horizonte, Chillida en el viento, la bruma se va”