Murió Tronchu a los 80 años, y aún hoy sigue comentando esa forofada fabuladora de chigre que en el último atardecer del pescador-centrocampista, este dio un largo paseo por el muelle, subió al cerro y allí chutó con fuerza una despellejada pelota
Quedarse huérfano de padre a los 15 años significaba tener que ganarse los garbanzos en cualquier faena de aquellos duros años 20 del siglo pasado. Había que llevar un jornal a casa y disfrutar, con suerte, de ese plato de garbanzos castellanos, un buen domingo o un día de fiesta. Manuel Menéndez Ovín que con el transcurrir de los años mudó el apelativo en Tronchu, fue pescador de bajura en su Cimavilla del alma y futbolista del club más playu de todo Gijón. Era un mediocentro que regateaba hasta al silbo del viento en Santa Catalina y levitaba fugaz sobre el arenal de San Lorenzo en veloz carrera cuando le tocaba emplearse como lateral. Fichó por el Sporting a finales de 1926 y en 1927 cambió la zamarra azul y arena del barrio alto por la rojiblanca en El Molinón. Para deleite de la parroquia del culo moyáu. Derrotó a Yugoslavia en Oviedo por 2-1, destacando en aquel partido internacional, enfundado en la roja, acompañando a lo más granado en el panorama futbolístico de 1932: Zamora, Ciriaco, Quincoces, Lángara…
El bueno de Tronchín o Tronchu fue protagonista en la creación de una nueva figura «mercantil» en el universo balompédico, más allá del cedido o traspasado. Con Peña y Adolfo formaba lo que en la época se conoció como «jugadores taxi», «alquilados» por el Atlético de Madrid para un serie de partidos. Entrenaban en Gijón y el día previo al match se desplazaban a Madrid con la intención de disputar el encuentro bajo el amparo de los colchoneros. Su último partido de corto en El Molinón terminó con un gran triunfo por 3-1 frente al Iberia de Zaragoza en 1936, pero la Guerra Civil y una complicada lesión acortaron los plazos de su retirada que se produjo en el Cimadevilla Club de Fútbol, como no podía ser de otra manera. También pudo y supo entrenar a sus queridos playos una temporada.
Murió Tronchu a los 80 años, y aún hoy sigue comentando esa forofada fabuladora de chigre que en el último atardecer del pescador-centrocampista, este dio un largo paseo por el muelle, subió al cerro y allí chutó con fuerza una despellejada pelota, colando el cuero en la escuadra de una ola crecida que lamía con rabia el acantilado, mientras las alborotadas gaviotas cantaban el gol…Aunque ya se sabe, no suelen ser muy fiables esos charranes que cuentan, recuerdan y brindan (bien entrada la noche) por la memoria de los que fueron célebres en Cimavilla.