«Moriyón ha visto que es la hora de las derechas, esa en la que uno redefine sus posiciones para lograr ser el partido que se imponga sobre todas las demás»
Anda España revuelta, desde lo sucedido el otro día en la SER. La derecha se recompone desde Madrid. Su presidenta, Isabel Díaz Ayuso, es una fuerza centrífuga que desde el trumpismo libertario, está condicionando el discurso político de toda la derecha y de toda la izquierda. Es por eso que Carmen Moriyón, presidenta de FAC y exalcaldesa de Gijón, ha anunciado oportunamente un congreso en el que van a cambiarlo todo sin cambiar a nadie, salvo a FAC, o sea, al espectro de FAC, Francisco Álvarez Cascos, un zombie que va y viene de juzgado en juzgado, declarando su inocencia como un pobre diablo.
La derecha es una energía. Ni se crea ni se destruye, simplemente se transforma. Ya suena manido, pero no deja de ser cierto el viejo adaggio de Lampedusa en Il Gatopardo: que todo cambie para que todo siga igual. Carmen Moriyón no se ha salido de la letra ni de la música del viejo lema para afrontar un congreso que abundará en las esencias del centro derecha asturiano e intentará reformularse en un momento político en el que toda la derecha española se rehace y se deshace para afrontar el nuevo siglo. La explosión de VOX y el trumpismo bipolar de Ayuso en la campaña madrileña servirán a Moriyón para practicar el exorcismo que liquide al demonio que los concibió, pero no para alterar su ideología. Moriyón ha visto que es la hora de las derechas, esa en la que uno redefine sus posiciones para lograr ser el partido que se imponga sobre todas las demás
Ha dicho Carmen Moriyón que el partido tiene que saber responder a los retos de su tiempo. Quiere un partido centrado, regionalista, pragmático y bla, bla, bla. Lo importante es que cree que el partido se diluye en sus propias siglas si no le pone antes remedio, algo así como la venta de la sede de Génova 13 para que el PP liquide su pasado corrupto. Todo esto es, por lo tanto, un fingimiento. El congreso podrá se pertinente por razones externas pero inútil si la única razón que lo justifica es FAC. Cierto es que nunca una organización política de derechas se había construido tan a imagen y semejanza de su propio fundador, ni siquiera la Alianza Popular de Fraga. Hay una concepción bíblica de todo esto, cuando el partido finaliza una primera época destruyendo a su creador y condenándole a la infamia y la ignominia, o sea, en los juzgados. Cree Moriyón que si la derecha regionalista quiere ser algo en los próximos años, tendrá que matar al padre, eliminar su memoria, su nombre, su rastro. Fingir que nunca existió. ¿Será posible? Obviamente, no. ¿Será necesario? Obviamente, tampoco.
Cierto es que Francisco Álvarez Cascos creó un partido a mayor gloria de sus deseos personales, algo bastante rancio, dicho sea de paso, pero eficaz, en el fondo, para darse una gran vida. Pero esto es tan cierto como que el ex «general secretario» supo dejar construido un partido lo suficientemente asentado y consolidado como para no disolverse en cuanto su líder fuera liquidado. ¿Alguien dejará de votar a FAC por la leyenda nefanda de su fundador? Desde luego que hoy no. Un partido es una representación del futuro. Nadie tiene en cuenta su pasado, al menos, no lo suficiente como para renunciar a su voto. Un voto es, en definitiva, una acción real de mercado y representa tanto su valor real en el presente como en el futuro.
El recuerdo franquista de la derecha asturiana es hoy irrelevante, desde un punto de vista electoral, entre los votantes de centro derecha. Demasiado vintage, demasiado trasnochado. Citar a FAC es hoy un apunte camp, al menos tanto como lo es citar a Franco. Lo que le interesa precisamente a ese electorado hoy es saber cuánto pagará a hacienda y qué servicios públicos dejarán de ser subvencionados. Lo que moviliza al electorado de la derecha no es el color de la bandera, es el color de su dinero que viene a ser el color del orgullo y del miedo. Nunca fueron tan materiales uno y otro, tanto que uno puede ver físicamente cómo colman las expectativas de cualquier votante de Madrid.
Lo que determinará el futuro del partido que preside Carmen Moriyón será su programa político y qué relación mantendrá con las otras derechas. Dicho de otra manera, si realmente es un partido de centro democrático o un partido libertario, regionalista, dispuesto a confabular con el fascismo, es lo que decidirá su viabilidad. Enterrar al padre es un rito necesario, quizá, desde un punto de vista subjetivo, pero FAC estaba políticamente muerto mucho tiempo atrás.