Según la Fiscalía el interno, al que el día anterior se le habían hallado dos cuchillas y que trató de atacar a los carceleros desde su celda de aislamiento, ya había sido reducido cuando el acusado le golpeó en los genitales con la defensa de goma

Hollywood, la literatura carcelaria y algún que otro testimonio oral han contribuido a dar una imagen del sistema penitenciario a menudo marcada por la sordidez, la violencia y la impunidad. Una estampa, en el caso de España, generalmente muy distinta de la realidad. Tanto es así que cierto funcionario, destinado en el Centro Penitenciario de Asturias, podría cumplir una pena de un año de cárcel y otros ocho inhabilitación completa si se demuestra que, tal como señala la Fiscalía, agredió a un reo sin razón aparente, golpeándole en los genitales cuando la víctima se hallaba en aislamiento y reducida. La vista oral de la que dependerá su futuro se celebrará mañana miércoles, a partir de las 11 horas, en el Juzgado de lo Penal Número Tres de Oviedo.
Según el relato del Ministerio Fiscal, la cadena de acontecimientos que desembocó en el suceso a juzgar comenzó el 17 de noviembre de 2018. Ese día la futura víctima, que cumplía condena en el penal asturiano, se presentó en la cabina de vigilancia armada con una cuchilla que había ocultado en su boca, y trató de agredir a los funcionarios. Estos últimos lograron inmovilizar al interno y, de conformidad con lo que dictan los reglamentos, fue sancionado y recluido en una celda de aislamiento; una vez en dicha estancia, se le encontró una segunda cuchilla oculta en la ropa interior. Nada más ocurrió hasta el día siguiente, cuando el reo, desde su celda de aislamiento, comenzó a golpear la puerta, a insultar a la plantilla, y a amenazarla de muerte. Incluso intentó atacar a los vigilantes.
Los intentos de estos últimos por aplacar su ánimo no sirvieron de nada, así que no quedó más remedio que intervenir. Los funcionarios irrumpieron en la celda, volvieron a reducir al preso y le colocaron sujeciones mecánicas en brazos, cintura, piernas y tobillos. Y fue justo entonces, con el prisionero imposibilitado para moverse, cuando el acusado, que no había tomado parte en el operativo anterior, entró en la estancia, tomó su defensa de goma reglamentaria y, sin media palabra, propinó un golpe en los testículos al inmovilizado. El agredido no sufrió lesiones, ni requirió asistencia médica, dos detalles que no impiden que la Fiscalía interprete lo acontecido como un caso de tortura, aderezado con un delito leve de lesiones. Por ello, al margen de la posible pena de prisión e inhabilitación, en concepto de responsabilidad civil el acusado indemnizará al interno con cien euros por daños morales, con los intereses legales correspondientes.