«No va de narcisismos ni busca ser un boicot al amor romántico. Va de cuidarte a ti para poder cuidar a los demás, romper los patrones de antes y admitir que no hay nada de malo en quererte a ti por delante»
Hoy el hotel 1907 Villa Gijón acoge tres bodas al mediodía. Habrá unos 40 invitados, un menú sencillo, baile inaugural, DJ, lanzamiento del ramo y una maestra de ceremonias encargada de conducir el acto y corroborar los enlaces. Las tres uniones conservan los convencionalismos mencionados, pero lo cierto es que no pueden estar más fuera de todo esquema tradicional al no contar con uno de esos elementos que se dan por supuestísimos en la fiesta. Este sábado de agosto no se casarán tres parejas, no habrá ningún novio presente porque serán tres mujeres las que, en su soledad, se jurarán amor eterno a sí mismas para toda la vida.
Probablemente todo el mundo habrá experimentado alguna vez en su vida la amarga sensación de decepcionarse a uno mismo; eso de ponerse un objetivo y fallarse. De hecho, una de las protagonistas del evento, la ovetense Vanessa García, defiende que «mucha gente dice de palabra que ya se quiere mucho a sí misma y que no le hace falta hacer cosas como esta pero es mentira porque no demuestran hacerlo con sus actos». Habla de la «sologamia», la práctica de comprometerse con uno mismo con un acto que cuenta con cosas propias de una boda al uso y que, sin rechazar «ningún otro tipo de amor», busca afianzar el autocuidado y el respeto al ser en su individualidad. «Me da esa sensación de que uno cuando se va a casar siempre dice “te prometo” o «te juro» al otro, pero ¿Cuándo haces eso contigo?», razona García.
Esta vecina de la capital asturiana es pintora, tiene 37 años y descubrió que ponerse el anillo a una misma era posible gracias a Teresa Astay, una amiga que se había dado el ‘sí, quiero’ hace 5 años en su casa con una amiga como testigo. «Durante una excursión nos contó que fue muy bonito, que las dos se emocionaron mucho y al terminar, el resto dijimos: «Nos casamos»». Y aunque carece de valor legal en todo el mundo, para ellas la parte importante reside en «el sentimiento» y lo simbólico del día, ya que tal y como les aseguró Astay, «el hecho marca un antes y un después en tu vida». Al parecer, la compañía de una misma empieza a tomar un poso más profundo después de casada y «aunque estés sin gente a tu alrededor, te sigues sintiendo acompañada».
Vanessa sí que admite que no tienen una necesidad como tal de organizar el enlace y que el compromiso bastaría con mantener sólida la promesa de «tenerse amor propio». Sin embargo, defiende que hacer una celebración tangible y de verdad implica «un cambio en tu cerebro, lo engañas un poco» y que Teresa -maestra de ceremonias en esta ocasión- ratifica, ya que en su caso ha experimentado que «te puede dar un bajón en el día a día, pero te miras el anillo y recuerdas por qué lo hiciste».
También hacen hincapié en otra cuestión, y es que contraer matrimonio consigo mismas «no va de narcisismos ni busca ser un boicot al amor romántico»; más bien todo lo contrario porque «va de cuidarte a ti para poder cuidar a los demás, romper los patrones de antes y admitir que no hay nada de malo en quererte a ti por delante». Y aclaran que tampoco existe exclusividad, así que no, no se tendrán que «divorciar» para volver a casarse con otra persona, como les suelen preguntar, y sí, si tuviesen pareja, hoy volverían a darse el sí quiero porque «no hay nada mejor que celebrar el amor, sea del tipo que sea».
Casarse con uno mismo
A propósito de las tres asturianas que se casaron consigo mismas (sologamia) en Gijón
Me parece transgresor,
original, diferente
porque en el mundo la gente
necesita mucho amor.
Me declaro admirador
del que persigue una meta.
Elegir cualquier receta
no es escenario que alarme.
Lo aplaudo, pero casarme
conmigo? ¡Pa´ su escopeta!