La planta invasora llegó a España a mediados del siglo pasado, utilizada por ayuntamientos y administraciones para adornar rotondas y medianas de autovías
No es algo que suceda solo en el oeste de la ciudad, pero allí es donde hoy se congregan las mayores acumulaciones de plumero de la pampa. Las condiciones y el terreno de esa parte de Gijón son propicias para que el plumero se implante, se desarrolle y multiplique. Por un lado, el nivel de tráfico. Cada penacho de esta especie invasora es capaz de producir 100.000 semillas. El aire que levantan los vehículos, en especial los camiones, produce que las semillas se eleven y trasladen, reclamando como suyo cualquier terreno en el que se depositen.
El segundo problema del oeste gijonés son los terrenos vacíos, abandonados. La aglomeración de polígonos industriales, con fincas aún vírgenes destinadas a la construcción de naves son el caldo de cultivo perfecto para que el plumero se expanda. Son terrenos sin mantenimiento, sin que nadie se preocupe de ellos. La ganadería, por ejemplo, ayuda a reducir la expansión de la invasora. Una de las razones por las que los extremos de Asturias están menos afectados por el plumero. En 2017, incluso, hubo iniciativas para que los propietarios de estos terrenos estuvieran obligados a mantenerlos o, en su defecto, se les pasara la factura correspondiente si las actuaciones las llevaban a cabo servicios municipales.
La tercera pata de la infección del plumero son las carreteras interurbanas que, como vasos sanguíneos, conectan toda la zona industrial de Gijón con la ciudad y su salida hacia otros lugares. La A-66, las conexiones hacia El Musel o la salida hacia Candás por la AS-19 son un ejemplo. Las cunetas y los terrenos que las rodean, siempre cortos de mantenimiento, se alían con el tráfico y provocan que el plumero se asiente.
Es cierto que la planta, de origen sudamericano, tiene una belleza tentadora. Sus largos tallos y sus poblados penachos son un complemento perfecto para jardines. Por ello se trajo a España a mediados del siglo pasado. Además, es una planta que no requiere de ningún tipo de mantenimiento para su supervivencia. Durante los años cincuenta, ayuntamientos y administradores optaron por decorar medianas de carreteras y rotondas con el plumero. Una decisión que, setenta años después, sigue afectando.
El plumero no fue incluido en el catálogo de plantas invasoras hasta el año 2013, año en el que se prohibió tanto su comercialización como su plantación. En el año 2018, y sólo en el entorno de la ZALIA y La Lloreda, se retiraron más de dos millones de plantas. Hasta el 2021, sexto año del plan especial para luchar contra el plumero, el número de ejemplares eliminado en toda Asturias superaba los seis millones.
Actualmente estamos inmersos en la tercera parte de un plan de siete años para luchar contra la plaga con un coste de 4,5 millones – podría ascender a 9 con una segunda aplicación de herbicida-. Durante esta fase los trabajos se centran en la zona central de Asturias, la que mayor concentración de plumero de la pampa atesora. El buen resultado de las labores y técnicas aplicadas en la AS-II durante el 2021 ponen un poco de luz en la lucha. Durante este año, de hecho, se han comenzado a replicar estas acciones en la AS-I.
¿Cómo se elimina?
Durante un tiempo se pensó que la quema controlada podría ser una solución, pero según Rubén Rodríguez, jefe de Sección de Planificación y Gestión de Espacios del Principado, “las quemas no son útiles, porque suelen dar lugar a rebrotes vigorosos”. Por ello se ha optado por la utilización de drones, que son extremadamente precisos y pueden dejar caer la dosis exacta de herbicida. Además son muy eficientes: un solo dron puede cubrir doce hectáreas en un solo día. También funciona el arranque mecánico, puesto que las raíces pequeñas no regeneran la planta y el uso de fitocidas como el glicosato, en algunos municipios – como Gijón – está vetado.
Riesgos
Sin embargo, todo esto no explica el por qué se ha de eliminar la epidemia. Como planta invasora, es un peligro para las especies autóctonas del Principado, desplazándolas y amenazando su existencia. Según la guía de Ecosistemas Amenazados por Especies Invasoras, el plumero de la pampa es capaz de invadir “áreas de alto valor ecológico, como las riberas fluviales, los sistemas dunares o las colas de los estuarios”. Además, se ha confirmado que a medida que aumenta la densidad de poblaciones, aumenta la frecuencia y variedad de hábitats no artificiales que coloniza. Por si fuera poco, la densidad de sus colonias incrementa el riesgo de incendios de forma exponencial.
La salud de las personas también se ve afectada. La estrategia nacional de gestión, control y erradicación del plumero del Ministerio para la Transición Ecológica reconoce que “se ha constatado un incremento de los casos de alergia respiratoria en la época de la floración del plumero”. Coincide que, en esas fechas, las otras gramíneas están en su mínimo de polen.
El problema del plumero es tan grande que la estrategia nacional para la especie afirma que estamos ante una emergencia ecológica. Y no sólo en Gijón o en Asturias. A nivel mundial el plumero afecta a países de todo el mundo, entre ellos Nueva Zelanda, EEUU, casi toda Europa – en el norte de España con especial intensidad – o China.
Vaya falta de rigor