Bregado en los mares y océanos del globo, el regatista Juan Merediz se ha sumado a ese ejército de voluntarios que, procedente de todos los rincones de España, converge en Valencia para ayudar a paliar los efectos de la DANA
Es uno de los eslóganes que con más frecuencia se están leyendo en medios y redes sociales desde hace ya una semana: «En momentos de crisis, lo mejor que España tiene es su pueblo». Porque la DANA que ha devastado parte del Levante ha vuelto a poner de manifiesto la capacidad solidaria de esa población nacional. Junto con los bomberos, sanitarios, agentes policiales y efectivos militares desplegados desde otras regiones, decenas de miles de ciudadanos particulares han decidido pausar sus propias vidas y poner rumbo a Valencia para aportar su grano de arena en la titánica lucha por paliar los devastadores efectos de la catástrofe. En esa comitiva no escasean los asturianos, desde luego… Y, entre ellos, figura cierto gijonés de nacimiento, aunque residente en territorio valenciano desde hace más de dos décadas, cuyo rostro quizá sea reconocible para los amantes de los deportes náuticos: Juan Merediz Puente, un marino curtido en competiciones de vela como la Barcelona World Race o la Global Solo Challenge, y que, al calor de la tragedia, ha optado por cambiar las aguas de esos mares en los que ha labrado su carrera por el barro que cubre la localidad de Alfafar.
«Esto es un escenario bélico, como una guerra; es difícil entenderlo si no se está aquí», reflexiona, aún abrumado por la magnitud del desastre. Un sentimiento que no decrece pese a los cinco días transcurridos desde que, en la mañana del pasado viernes, arribase a la ‘zona cero’; periodo aparentemente escueto, sí, pero que, a la vista de lo experimentado hasta la fecha, «parece una eternidad». La casualidad quiso que, en el momento en que la DANA descargó toda su violencia sobre Valencia, el regatista estuviese en su Gijón natal, «buscando patrocinios para mi próximo proyecto»; y, una vez superado el shock inicial, se puso en movimiento. «Tiré de algunos contactos que he hecho gracias al deporte, y conseguí algunas cosas: palas, cepillos… Incluso cinco bombas, cuatro aquí y una quinta en Mieres, que nos dejó un particular. Lo cargamos todo en una furgoneta, y arrancamos», recuerda. Tras una travesía por carretera de más de 880 kilómetros, Merediz llegó a Alcoy, donde recogió a su hijo, y ambos cubrieron la distancia final hasta las áreas afectadas. «Nada más llegar, lo descargamos todo y lo repartimos. A partir de ahí, empezó la guerra«.
Como en el caso de todos aquellos desplegados en el Levante, la prioridad absoluta es hallar supervivientes y localizar a los desaparecidos. Y basta ver cualquiera de las imágenes publicadas para hacerse una idea de lo complejo de esa misión… «Los bomberos con los que estoy durmiendo han estado en Nepal, en Turquía… Les he preguntado, y dicen que esto es mucho peor que aquello, porque el campo de acción es tremendo«, apunta Merediz. No obstante, el sentido común y esas conexiones de que goza este lobo de mar han hecho que su labor sobre el terreno se centre en tratar de conseguir aunque sólo sea una pequeña parte del, por otra parte, numerosísimo material preciso para retirar escombros, limpiar las calles y acceder a los subterráneos anegados. «Andamos escasos de aceite para que las máquinas sigan funcionando, de producto multiusos ‘tres en uno’, de botellas…«. También percibe necesidades en el plano humano, y no sólo en forma de profesionales de rescate o de seguridad. «Hacen falta más psicólogos. La empresa Siroko, por ejemplo, ha hecho un trabajo increíble para movilizar a algunos, pero no son suficientes… Esto es muy duro, la gente lo ha perdido todo, y urge ese apoyo», detalla.
En ese entorno apocalíptico se suceden las escenas cargadas de emociones, como las inspecciones de sótanos que, afortunadamente, no arrojaron ningún fallecido como balance, o la llegada de tropas armadas, «a las que los vecinos recibieron con aplausos; se están produciendo saqueos, no ha habido linchamientos de milagro, y ver a militares en uniforme de combate transmite seguridad». No obstante, a juicio de Merediz lo que más necesitan ahora los afectados es un intangible que, al parecer, demasiados han optado por ignorar: serenidad. Un comentario que comparte teniendo muy presentes las escenas de tensión registradas en la ‘zona cero’ el fin de semana, en el transcurso de la visita protagonizada por los reyes de España; por el presidente de la nación, Pedro Sánchez, y por su homólogo al frente de la Generalidad Valenciana, Carlos Mazón. «Todos estamos cansamos y nerviosos; por eso hace falta calma para tener la cabeza fría y centrada en lo importante«, insiste el gijonés. Y, para ello, solicita encarecidamente la colaboración de los medios de comunicación; los mismos que, opina, no siempre contribuyen a expandir esa tranquilidad. «Durante las cenas hemos llegado al punto de pedir que nos apagasen el televisor, porque nos estábamos calentando; eso no es lo que necesitamos. Ya habrá tiempo de quitar a los que lo han hecho mal; ahora mismo lo urgente es estar todos a una y trabajar«.