En el Hotel Don Manuel conviven 40 refugiados de Ucrania, Venezuela y otros países con graves problemas
Mientras en Gijón se celebraba la llegada de 2024, las bombas seguían cayendo en Ucrania. El conflicto sigue cobrándose víctimas y obligando a miles de personas a escapar del país. A través de su colaboración con varios programas de ayuda internacional, el Hotel Don Manuel, situado frente a las icónicas ‘Letronas’, lleva más de un año acogiendo a familias que huyen del terror. Este miércoles, celebraron una chocolatada, organizada por el diario miGijón y con la colaboración de panaderías Panrís, que puso los roscones de Reyes, para ir preparándose ante la llegada de Sus Majestades.
«El perfil mayoritario que recibimos consiste principalmente en mujeres y niños. Una de las peores cosas que le puede pasar a una persona es quedarse sin país. En Gijón, los refugiados se integran muy bien. Es una ciudad que acoge muy bien a la gente”, comenta Mariana Flórez, directora del hotel. Actualmente, en el alojamiento cuentan con 40 personas de estos programas, entre ellas, 25 niños. Su estancia se encuadra como paso previo a que encuentren trabajo y un hogar y puedan establecerse en Gijón, un sitio “envejecido al que le viene de maravilla que vengan niños”, detalla Flórez.
La ucraniana Karina Yakovlieva, trabajadora de la cafetería del hotel, es un apoyo constante para los recién llegados. Antes de que estallara el conflicto, llevaba varios años viviendo en España, en los que aprendió a dominar el castellano. Ahora, es una intérprete de referencia para los refugiados del hotel: “Me preguntan muchas cosas. Desde cómo encontrar trabajo aquí a cómo son las tradiciones españolas. También les hago recomendaciones sobre playas con encanto de Asturias o qué rutas hacer por los Picos de Europa. En Gijón siempre les recomiendo ir a las sidrerías, por Cimavilla o por dónde sea, para que se empapen de la cultura local y la forma de hablar de aquí. Los niños están felices, se les ve en la cara. Están tranquilos porque pueden salir a la calle y siempre andan ocupados con muchas actividades interesantes. A veces les resulta difícil comunicarse con españoles, pero el hecho de que en el hotel haya otros niños ucranianos les da un pequeño respaldo”.
Aunque empezaron a acoger refugiados cuando empezó la guerra, con el tiempo han ido llegando al hotel también personas procedentes de países con situaciones muy complicadas, como Venezuela. Es el caso de José Gregorio Herrera, de Caracas, que está alojado con su pareja y sus hijas, y agradece “el cariño y la empatía” de los gijoneses desde su llegada. Con solo dos meses viviendo en la ciudad, ya se ha convertido en un vecino más: “Esta primera Navidad aquí y a pesar de que no tenemos las mismas costumbres en Venezuela, no he sentido nostalgia. Mis hijas, aunque estén en un proceso de adaptación, están disfrutando mucho”.
Por su parte, Yulibny Josefina Romero, de 22 años, llegó sola la pasada Navidad a Asturias, donde dio a luz a los gemelos Eitham y Eithiel. «Desde que llegué a España, la atención ha sido excelente. Al principio temí que pudieran pedirme un seguro sanitario pero luego vi que todo me lo pusieron fácil”, cuenta. A los veinte días del nacimiento, los bebés sufrieron bronquitis: “Si hubieran enfermado en Venezuela habría habido problemas. Mis familiares me dicen que la cosa allí está muy mal. Cuentan que, aunque trabajes, te gastas el sueldo de un mes en una semana. Por no hablar de la seguridad. En Gijón sí se puede caminar temprano por la mañana y tarde por la noche sin miedo a que te pase nada”.
A la joven le gustaría quedarse en la ciudad y desarrollar una carrera en el campo de la estética aunque, como afirma, está “abierta a cualquier oportunidad profesional que pueda surgir”. La directora Mariana Flórez llama la atención sobre la cantidad de vacantes que hay en muchos sectores, como hostelería, construcción o administración, aunque ese no es el problema para los refugiados: “El problema de Gijón es que no hay pisos para alquilar, porque el uso mayoritario es turístico. Hay que hacer algo o nos convertiremos en una ciudad fantasma. No podemos permitirnos perder fuerza de trabajo porque la gente no pueda vivir aquí”. En cualquier caso, las sonrisas de los 25 niños vistas estos días tan especiales se contagian y ayudan a que también los padres puedan afrontar un 2024 con optimismo, en el que el Hotel Don Manuel seguirá siendo un refugio en tiempos de guerra.