«No es la primera vez que se reúnen para disfrutar de unos días por Europa, en un viaje relámpago y lo más low cost que se pueda esperar»
No es la primera vez que se reúnen para disfrutar de unos días por Europa, en un viaje relámpago y lo más low cost que se pueda esperar. Y lejos de los dimes y diretes que genera el juntar a nueve mujeres diferentes en modo y forma, en el más amplio sentido de la palabra, el dicho es totalmente incierto. Todas ellas ponen tanto énfasis en sus salidas, que incluso se mimetizan con el lugar a donde van.
En esta ocasión y casi sin saber que lo que iban a conseguir con su visita a Inglaterra, era hacer un homenaje por todo lo grande a la actriz londinense Angela Lansbury, fallecida durante su estancia en los Cotswolds, volaron rumbo al paisaje protagonista de la serie “Se ha escrito un crimen”, que tan famosa hizo a la estrella de la televisión.
Empeñadas en que su aventura fuera tan entusiasta como atrevida, atravesaron la autopista, que las llevaría de Londres a Bristol, en dos coches, conduciendo por la izquierda en una carretera atiborrada de vehículos y de noche. ¡Casi nada! Las osadas “choferesas” no fueron otras que Rosa Iglesias y Beatriz De Caso. Valor no les faltó, ya les asegura a pies juntillos la que suscribe.
El caso es que después de varios sustos en las rotondas y no menos suspiros nerviosos, la recepcionista del primer hotel les esperaba con los brazos abiertos y el datáfono preparado. Porque sí, es casi imposible pagar con cash. ¡Con la cantidad de libras que cambiamos! Decían unas, para responder con sorna otras ¡Andar que ya las fundiremos! apostillaban las más gastizas, amantes de mercadillos y tiendas de segunda mano, ósea Begoña Campos y Belén Gardey, a las que les gustan más los trapos, que a la mismísima Donatela Versache.
Decir de Bristol que es una ciudad que despierta temprano. Y aunque hubo que sortear coches, bicicletas y cientos de monopatines, se cumplió el primer objetivo. Disfrutar del barrio multicultural de Stoke Croft, donde los grafitis adornan buena parte de las fachadas. De hecho, las mejores obras de Banksy, el artista urbano más famoso del mundo, pueden servir de photocall, circunstancia que por descontado hicieron.
Y llegó la primera cerveza, por supuesto en uno de los almacenes del antiguo puerto, hoy convertidos en zona de ocio y restauración. ¡Quién sabe!, igual las viajeras pisaron los mismos adoquines que el mismísimo pirata Barbanegra, originario de la ciudad.
Ya una vez sentadas a los mandos de los coches fantásticos, sorteando ciclistas, camiones y dejaron más que podadas las cunetas de las carreteras comarcales, las intrépidas viajeras llegaron hambrientas a Cirescester, la capital de los Cotswolds.
El pub The Crown, no podía llamarse de otra manera, les ofreció los platos típicos de allí. Muchos beans (frijoles), hamburguesas y cerveza. ¡Pero ojo, no se les ocurra pedir una caña porque el gas brilla por su ausencia! Por más que María José Calleja renegó del camarero: “este rapaz no sabe echar una caña” vociferaba, acabó dándose cuenta, eso sí a la segunda pint (pinta) que allí se sirven así.
No hace falta describir al grupo indescriptible, sobre todo cuando Pilar Rodríguez, la más políglota, pedía a los vecinos de mesa una foto para el recuerdo. Sí, ese era un momento inolvidable, sobre todo al ver la perplejidad en los atentos fotógrafos que no daban crédito de que nueve crecidas mujeres sacaran de sus bolsos barbas rojas y pipas. ¡Tremendo momentazo!
Subidas de nuevo a los coches, la voz amable de Google maps las llevó hasta Bibury.
Una calle basta para ser testigo de la belleza del paisaje, de sus casas de piedra, de la llamada de las familias de patos que nadan a sus anchas por el río Coln, un afluente del Támesis.
Lo llaman el pueblo más bonito de Inglaterra. Además de eso, las turistas llegaron a conclusión que era el lugar en el mundo con las puertas de las casas más pequeñas.
Poco les quedaba para concluir la primera jornada en la zona. De nuevo gastando rueda, llegaron a lo que podría ser el escenario de una novela de Agatha Christie o bien un capítulo de la serie de la Lansbury. Un maravilloso y bucólico Casthe Combe.
Casas bajas, de piedra. Una iglesia con una fantástica vidriera y el cementerio inundado de viejas tumbas torcidas…Si en ese momento llega a aparecer un cura de esos de sotana, encorvado por la edad y acompañado de un bastón, seguramente que no quedaría ni la sombra de las protagonistas. Seguramente no hubieran necesitado ni el coche para llegar a Bath, su último destino del atareadísimo día.
Una casa como la de “Arriba y abajo” les esperaba, al igual que su dueña, una mujer indescriptible que acabó con los nervios de todas y cada una de las turistas. ¡Que peñazo de tía! A Chelo Cuétara hasta le enseñó como subir y bajar un estor. No solo eso, la mantuvo callada por unos minutos, circunstancia poco frecuente en la divertida praviana, que quedó petrificada por la lección, el teléfono del siglo pasado y la cama con dosel. ¡Lujo asiático, pero en la campiña inglesa!
De la ciudad del suroeste ingles decir que cuenta con una arquitectura maravillosa no solo en su abadía, sino también por los apartamentos de lujo que forman el Royal Crescent, el puente de Pulteney; las termas romanas. ¡No tendremos que bañarnos! Pensó la que suscribe sabiendo que en la maleta no se había añadido un bañador. ¡Home sí, ni que nos fueran a obligar!, respondió rápidamente Ana Iglesias. Así que ya saben, se pueden ver las termas y bañarse o no.
En fin, las “liebres” apodo que llevaron con dignidad durante todo el viaje, a la Campos y la Gardey, echaron a andar en dirección a los coches porque quedaba por visitar uno de los lugares más fascinantes, el monumento megalítico Stonehenge. Construidos entre final del Neolítico y principios de la Edad de Bronce, las cabezas pensantes de las viajeras dejaron volar la imaginación. ¿Quién estará enterrado bajo las piedras? ¿Es verdad que se hacían sacrificios humanos? ¿Harían brujería? Lo cierto es que alrededor había gente meditando, haciendo yoga, buscando esa energía que dicen que proyectan…
Todas esas preguntas dieron para una larga tertulia en el pub más antiguo de Inglaterra, en Haunch of Venison, en Salisbury. Las pintas de cerveza, los chupitos de wishcky y los vinos, despidieron un viaje de lo más recomendable y dejaron abierta la puerta al próximo destino.
¿Cuál será?
Excelente artículo Teté ! Muy descriptivo.