
«Ninguna actuación en materia de salud está exenta de riesgos. El paracetamol o el ibuprofeno, que tanto nos alivian el dolor, pueden tener efectos secundarios. Por eso es conveniente que, cuando menos, consultemos al farmacéutico antes de usarlos»

Queridos lectores…
Aunque el artículo de hoy no se refiere a Gijón, creo que es mi deber advertirles de que circula estos días por las redes sociales un virus informativo peligroso, muy peligroso, sobre un tema de vital importancia en materia de salud pública. En esta ocasión, la diana está, como otras veces, en el peligro de las vacunas. Con una variante cuando menos curiosa. Dicen los que se hacen eco de esta pseudoinformación que, a través de las vacunas para prevenir el covid, nos inocularon la infección por la bacteria Helicobacter Pylori, bajando así las defensas de muchos de nosotros. Esta bajada de las defensas lo relacionan con el aumento del cáncer en nuestro país y, como consecuencia lógica, con el número de muertes. ¿Lo cree usted también? Le ruego que me dedique unas líneas.
Lo primero que tengo que decirles es que ninguna actuación en materia de salud está exenta de riesgos. El paracetamol o el ibuprofeno, que tanto nos alivian el dolor, pueden tener efectos secundarios. Por eso es conveniente que, cuando menos, consultemos al farmacéutico antes de usarlos. Lo segundo es que ninguna vacuna se pone en circulación sin haber estudiado en profundidad sus beneficios y sus posibles riesgos, y la del covid no es una excepción. En concreto, un estudio recogido por la revista Anales de Pediatría, con base en casi 700.000 avisos de eventos adversos asociados a vacunas notificados a la FDA ( la Food And Drug Administration, que es quien autoriza o no los medicamentos en Estados Unidos), registró anafilaxia en el 0,31% de los informes, miocarditis o pericarditis en el 0,08% y fallecimiento en el 0,14%. Datos perfectamente asimilables al de cualquier fármaco de uso común.
Pero es que, además, el descubrimiento del Helicobacter Pylori es muy anterior a la aparición del covid. Fue concretamente al principio de los años 80 del pasado siglo, de la mano de los australianos Robin Warren, anatomopatólogo, y Barry Marshall, microbiólogo, quienes aislaron este microorganismo en las mucosas de estómagos humanos y, posteriormente, consiguieron cultivarla. En 1984 publicaron el resultado de sus investigaciones en la revista Lancet. Pero -¡ay!- se encontraron con el rechazo de buena parte de los científicos (¿cómo podía una bacteria crecer en el estómago, cuyos ácidos descomponen hasta huesos?) . Así que decidieron hacerlo por las bravas: uno de ellos, concretamente Marshall, se bebió un concentrado de la bacteria. Al cabo de una semana desarrolló la enfermedad. Diez años después, en 2005, Warren y Marshall fueron galardonados con el Premio Nobel de Medicina por sus trabajos acerca de H. pylori. Hoy no hay NI UN SOLO MÉDICO EN EL MUNDO que desconozca que la bacteria anida en aproximadamente la mitad de los seres humanos, aunque no siempre se desarrolla en cantidad suficiente para provocar enfermedades, que son principalmente la gastritis, las úlceras y el cáncer de estómago. Que tengamos bacterias en nuestra piel y otros órganos es normal, así que no se asusten; la mayor parte de las veces son inocuas o beneficiosas. ¿Saben cuánto pesan las que tenemos en nuestro intestino? En torno a un kilo o kilo y medio. Y cumplen una función protectora, así no se les ocurra matarlas para adelgazar; sin ellas, los que cascamos somos nosotros.
El trabajo de Warren y Marshall cambió para siempre el tratamiento de las gastritis y las úlceras (que podían desembocar en cáncer). Hasta entonces los principales tratamientos eran sintomáticos (bicarbonato y otros antiácidos) y, en muchos casos, la cirugía de resección gástrica (quitar parte del estómago). Además, con frecuencia las úlceras volvían a aparecer, así que había que intervenir varias veces al mismo paciente hasta, en algunos casos, quitarle todo el estómago. Hoy en día, la cirugía se reserva para los casos de sangrado estomacal que no respondan al tratamiento con antibióticos o los llamados prazoles (el más conocido es el omeprazol, pero hay otros de la misma familia). Afortunadamente, la mayor parte de los pacientes responden muy bien a los tratamientos, así que en la actualidad es poco frecuente pasar por el quirófano (el cáncer de estómago sí requiere cirugía, pero es uno de los más traidores, porque desgraciadamente suele avisar cuando es tarde).
También afirmaban en el artículo que muchas de las úlceras gástricas y gastritis eran causadas por la colonización del estómago por esta bacteria, y no por estrés o comida picante, como se sostenía hasta entonces. Lo cual es un alivio especialmente para nosotros los asturianos: Si nos comemos cuatro platos de fabada (o alguno más) nos pasaremos las siguientes horas con el estómago pesado y meteorismo (o sea, tirando unos pedos de inconfundible olor), pero no habrá que ingresarnos en Cabueñes o en el HUCA.
Y a todo esto, ¿Por qué en España estarían empeñados en que nos muriéramos desangrados o por cáncer? Ahí, señores, la explicación (para quienes se la crean) es muy simple: nos matan para cambiarnos por extranjeros que, según los conspiranoicos, acabarán por hacerse con nuestro país (y ya de paso con toda Europa; Hitler y Stalin eran dos pobres infelices que solo querían eliminar a las razas inferiores. Los de ahora no hacen distingos; les da igual nuestro color de piel o nuestros genes).
Todo esto nos debería parecer una broma, pero créanme, no lo es. Señores, LAS VACUNAS Y EL AGUA POTABLE SON LAS DOS MAYORES MEDIDAS DE SALUD PÚBLICA QUE EXISTEN, Y SALVAN MÁS VIDAS QUE LOS ANTIBIÓTICOS. Este es un hecho fuera de toda discusión científica. Es más: pediatras y médicos de familia avisan de que están repuntando los casos de sarampión y parotiditis (paperas) por no vacunar a los niños. Y el cáncer de cuello de útero, claramente a la baja desde que se ha empezado a vacunar del Virus del Papiloma Humano a las mujeres antes de sus primeras relaciones sexuales, repuntará. ¡Ojo! Los hombres somos normalmente solo portadores, pero el VPH es también el responsable del cáncer de pene. Que lo hay, aunque no es frecuente. De paso, se me ocurre un pensamiento malicioso: si en nuestro miembro viril se dieran proporcionalmente los mismos casos que en las mujeres el de cuello de útero, habría colas kilométricas en los centros de salud para vacunarse.
Desde aquí, este pobre gacetillero les hace un ruego: por favor, vacunen a sus hijos (y animen a sus amigos a que les vacunen) cumpliendo los calendarios que establecen las comunidades autónomas. Les van a salvar la vida y, cuando menos, eliminar un gran número de enfermedades. Y sí; de paperas o de varicela también hay niños que se mueren. Porque además, en este último caso, el virus se esconde en el sistema nervioso central y reaparece cuando quiere en forma del dolorosísimo herpes zóster. A partir de aquí, la decisión es suya.
A todos ustedes, si me han leído hasta aquí, muchas gracias. Les espero.