
No hay semana en Gijón en que un edificio de alto valor patrimonial se “caiga”, se recrezca o se actúe sobre él
Desde principios de año estoy llevando a cabo un proyecto de rutas urbanas con Laboral Centro de Arte, organismo dependiente de la Consejería de Cultura del Principado de Asturias. Este proyecto no empezó aquí, sino algo antes, en colaboración con Greenpeace Asturias. En dichas rutas disfrutamos de la cantidad de patrimonio arquitectónico que aún nos queda en Gijón, pero también surgen numerosas preguntas por parte de la gente que acude a las rutas que creo que justifican este artículo de retorno vacacional a mi casa digital, miGijón.
Podría empezar el artículo obviando la primera parte, dado que el tema se justifica por sí solo, pero creo que incidir en esta realidad que llevo percibiendo un tiempo, ayuda a significar que el problema que tenemos con el urbanismo salvaje en esta ciudad escapa, con mucho, a lo que podamos opinar cuatro expertos en el asunto. Va mucho más allá. Preocupa a mucha gente.
El urbanismo desde siempre en España -y en esto Gijón no es una excepción- ha sido un negocio. El ensanche de La Arena, con una calle que lleva el nombre de un señor que fue quien más dinero ganó con el asunto, fue solo el principio de la especulación urbanística que llevamos sufriendo en nuestro territorio durante toda la edad contemporánea. No se concibe el urbanismo gijonés sin tener presentes los intereses de unos pocos para determinar el futuro de toda una ciudad. Hubo potenciados en el ladrillo, de aquella época, que quisieron hacer la Plazuela San Miguel cuadrada en vez de ovalada para que fuera más fácil (y barato) construir sus edificios. Hubo, poco tiempo después, décadas completas en las que la Normativa Urbanística directamente no existía, y durante las cuales las alturas de los edificios que ahora vemos en muchas calles de la ciudad se determinaban por la “multa” que se pagaba para sacar más rendimiento del solar. Todas estas brutalidades tienen el nombre y los apellidos de personas que se lucraron en tiempos de una dictadura -a costa del territorio de todos-, brutalidades que en ningún momento se reconsideraron finalizada la época aciaga.
No sé si lo sabéis, pero, en la actualidad, en los juicios que se celebran en pleno 2025 cuando un constructor o promotor inmobiliario quiere justificar que su solar debe contener más viviendas, más alturas o más densidad, se recurre poco más o menos a hacer la cuenta de la vieja, sumando y dividiendo las densidades edificatorias cercanas o limítrofes, y en base a esto se justifica que tal o cual solar tiene que tener más pisos. Manda narices que el diseño de la ciudad del siglo XXI siga dependiendo de las ilegalidades que se hicieron decadas antes, y que se cargaron media ciudad para hacer pisos, terribles la mayoría de ellos, y que nadie (bueno casi nadie) desde las instituciones públicas haya hecho nada nunca para parar este desatino. El asunto es terrorífico, y alcanza el punto mayor de vergüenza ajena cuando te paras a leer cual es la justificación técnica para construir un horrible recrecido de esos que ahora tanto se ven en la ciudad. No es otra que, dado que hay medianeras tan grandes, hay que taparlas…Las medianeras son esas fachadas laterales de los edificios, esos murallones blancos que vemos por toda la ciudad, que son el resultado de haber permitido en los años 60 o 70 -generalmente- levantar edificios que excedía con mucho la capacidad del espacio donde se ubicaban. Que saturaban un casco interno de la ciudad de Gijón, diseñado mal y ejecutado peor, que tiene, en calles de anchos irrisorios, alturas de hasta 14 plantas en edificios concebidos sin cocheras, a mayor gloria de colmatar el espacio público con nuestros vehículos de uso privado. Vamos, un desastre de ordenación del territorio.
Toda esta historia -que me vais a perdonar que cuente de esta manera tan directa y obviando los tecnicismos que están detrás, y que solo maquillan la realidad especulativa-, no ha dejado de escribirse en nuestra ciudad. No hay semana en Gijón en que un edificio de alto valor patrimonial (y esto del valor patrimonial no lo determino yo al levantarme, sino que está recogido en el Catálogo Urbanístico de la ciudad, que comprende estos edificios de los que estoy hablando) se “caiga”, se recrezca o se actúe sobre él sin el menor atisbo de respeto a lo que representa el patrimonio arquitectónico. El patrimonio arquitectónico de las ciudades ayuda a dibujar la propia ciudad, su historia y la de las gentes que la habitaron. No es un elemento aislado de todos los demás que conforman la geografía de un espacio, de un pueblo. Está imbricado con nuestra forma de ver la vida, con nuestro clima, nuestra economía, nuestra forma de vivir en general. Sin ponerme excesivamente pedante, el patrimonio arquitectónico nos dibuja el territorio en el que vivimos, y seguro que se os ocurren mil ejemplos que van desde las casitas de colores con el tejado súper inclinado de los países nórdicos, a los patios abiertos del sur de España, de los rascacielos neoyorquinos a las yurtas nómadas de Mongolia.
Y no, no me he venido arriba. Gijón no es una urbe de fama mundial -pese a lo que dijese el Ayuntamiento después de hacer el ridículo poniendo carteles por la ciudad- sino que, sin ser una urbe mundial, sí tenemos elementos a preservar que se la traen al pairo al Ayuntamiento. A este, y a los anteriores. Me pregunto en qué momento hemos perdido tanto nuestra autoestima como ciudad. Desde cuando no nos importa que nuestros dirigentes vean con buenos ojos que las baldosas, los bancos, las fachadas, los negocios y los edificios de Gijón se acaben convirtiendo en los mismos que ves en cualquier otra ciudad, desde cuando se creen que esto es algo a celebrar y “moderno”, y preservar el modernismo de Mariano Marín Magallón, el racionalismo de José Avelino Díaz y Fernández Omaña, el movimiento moderno de Miguel Díaz Negrete o el art decó de los del Busto es algo viejuno.
Y todo ello, todo, los derribos de edificios históricos y los recrecidos, no son para ganar espacio público, o para construir una gran promoción de viviendas accesibles. No, solo es para que cuatro ganen millones mientras la ciudad queda hecha jirones. Ya está bien.
Dices que eres un «experto»….desde cuándo alguien que no es arquitecto tiene su puestin en el Principado dando lecciones de arquitectura????
Seguro que si gobernara en Gijón la mano que te da de comer lo veias todo maravilloso…
Lo siento pero se te ve demasiado el plumero. Venga anda vete preparando ya tu artículo de Cimata que ya llegas tarde….
¿Desde cuando hace falta un arquitecto para conocer tal evidencia? Pues desde nunca, pero cualquier excusa es buena cuando se viene aquí a insultar y poco más. Vida triste tienes que tener, don nadie.