«Adrián Barbón ha optado por hacerle el enésimo favor a Pedro Sánchez, a costa de la institucionalidad de la Junta General y de la relevancia del asunto político más importante para nuestra tierra»
Los resultados de las Elecciones Autonómicas y Municipales nos trajeron dos efectos: la consolidación de una nueva mayoría en el conjunto de España en favor del Partido Popular, y la apertura de uno de los periodos electorales más inoportunos de nuestra historia democrática reciente. Sánchez nos llama a votar el 23 de julio en unas Elecciones Generales que mezclan la campaña electoral con la constitución de las entidades locales y los gobiernos autonómicos, buscando que lo institucional se funda entre las soflamas partidistas de la izquierda, las cuales azuzan el voto del miedo como única baza de un presidente que ha sido capaz de pactar con cualquiera que le mantuviese un minuto más en La Moncloa.
En Asturias, como no podría ser de otra manera, Adrián Barbón ha tomado la decisión de doblar la apuesta de su líder y retorcer hasta el extremo las fechas de la sesión de investidura a la presidencia del Principado, fijando su proclamación como presidente dentro de los últimos tres días de la campaña electoral. De este modo, su exigua mayoría tendrá que asistir a un debate de investidura que concluirá previsiblemente el último día de campaña, mientras que miles y miles de ciudadanos hacen malabares para poder votar por correo, o para cumplir con el deber democrático de prestar servicio en las mesas electorales. Convertir el pleno más importante de la legislatura en una suerte de mitin electoral socialista, supone degradar la importancia de uno de los más altos honores políticos que se pueden tener: presidir nuestra querida Asturias.
En su tour de campaña por los medios de comunicación, Pedro Sánchez suele ser preguntado sobre qué es el sanchismo; lo cual define como una confabulación de medios y periodistas de extrema-derecha que difaman a su persona para, de este modo, no tener que relatar la arcadia feliz en la que cree haber convertido a España. Pues bien, no hay mejor ejemplo de sanchismo que rebajar la institucionalidad que merece el nombramiento de un presidente del Principado de Asturias, con el objetivo de perturbar el correcto desarrollo de la campaña electoral, arañar espacio en los medios de comunicación y torcer el equilibrio de las fuerzas electorales, utilizando a la Junta General como si de Rodiezmo se tratara.
Los asturianos merecemos a un presidente que se presente ante el parlamento para exponer un programa de gobierno claro, sin que nada desvíe el foco de las preguntas esenciales que nos hacemos la inmensa mayoría. Necesitamos conocer, por ejemplo, en qué afectará el apoyo de Izquierda Unida a Barbón en el futuro de Asturias; o bien, qué medidas tiene el nuevo gobierno para dejar de ser la autonomía con menor tasa de actividad de España, la que más tarde recuperará el PIB pre-pandemia o la que sufre la mayor sangría demográfica. Diluir estas cuestiones entre las discusiones partidistas propias de campaña es, no sólo un acto de cobardía política, sino una irresponsabilidad que eclipsará un asunto crucial para Asturias: si Barbón está en condiciones de ofrecer un gobierno resolutivo y sensato que revierta el declive laboral, demográfico y social de nuestra tierra. Con estos modos, parece claro que la respuesta es no.
Ante estos hechos, la decisión del portavoz del Partido Popular de Asturias en la Junta General, Diego Canga, de no presentarse a la investidura supone no participar en las ocurrencias de un Barbón que cree que las instituciones asturianas están a su servicio. Además, este movimiento deja al presidente en funciones sin excusas para un pacto que incluya a Izquierda Unida en el gobierno del Principado de Asturias; sólo con los 19 diputados socialistas, saldría reelegido. Ni tampoco será creíble ya ese recurso socialista de hacer oposición a la oposición, para evitar así ofrecer y asumir los grandes pactos que nuestra tierra necesita, y que los agentes sociales reclaman insistentemente. En definitiva, Adrián Barbón ha optado por hacerle el enésimo favor a Pedro Sánchez, a costa de la institucionalidad de la Junta General y de la relevancia del asunto político más importante para nuestra tierra: que Asturias tenga un presidente en disposición de arreglar sus problemas.