«Nacho engloba los dones de un filósofo pensador griego: la reflexión, la observación, la sabiduría y la creación. Y los ha puesto al servicio de la escuela asturiana, en su día coja de recursos y apoyos específicos»
“Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles”.
Bertolt Brecht bien podía estar dirigiéndose a la figura de Nacho Fonseca cuando escribió estas palabras. Si equiparamos el verbo luchar a tirar por la enseñanza y la didáctica musical la ecuación es perfecta.
Este maestro, músico y compositor polesu ha marcado un antes y un después no sólo en la discografía e imaginario musical asturiano, sino en los corazones de niños y niñas que han cantado y reinventado una forma nueva de entender la escala musical gracias a sus creaciones.
Nacho Fonseca comenzó en el mundo de la enseñanza sin saber que iba a convertirse en su gran vocación, y le dedicó tantas horas de dedicación y de buena praxis que sólo podía nacer una genialidad como ha sido “Xentiquina”. En los años 90, cuando comenzó el movimiento del “Bable nes escueles”, Nacho discurrió la forma (a través de canciones) de que los neños aprendieran la nuesa llingua de la mejor forma que se puede hacer: cantando. Es así como de sus clases de asturiano guitarra en ristre, derivarían los ensayos y gala que los llevarían a impresionar al mismísimo Pedro de Silva (presidente del Principado por aquel entonces). Y éste mismo le ofrecería la posibilidad de grabar un disco.
Así comenzó el fenómeno “Xentiquina” faciendo grandes canciones, como “Nun mos gusten les lenteyes”, “El cañicón” o “Seliquín”. Y así fue como grabaron 7 discos a lo largo y ancho de su andadura por diferentes colegios de Asturias, dejando a sus escolinos protagonizar una escena antes vacía para la gente menuda.
Nacho engloba los dones de un filósofo pensador griego: la reflexión, la observación, la sabiduría y la creación. Y los ha puesto al servicio de la escuela asturiana, en su día coja de recursos y apoyos específicos. Supo sacar el néctar de una flor dormida. Su inspiración lejos de agotarse, hizo parir siete discos de canciones infantiles, elegidas popularmente por sus alumnos, que como Nacho Fonseca dice: “Son los mejores jueces, porque son sinceros”. Y es de esta forma como un maestro muestra grandeza, haciendo grandes a sus pupilos.
Hace ya algunos años colaboré en una gala homenaje multitudinaria dedicada a su trayectoria y que coincidía con la jubilación de Nacho. Se celebró en el Auditorio de Oviedo y fuimos decenas de artistas los que quisimos arroparle interpretando versiones de sus cantares de “Xentiquina”. A raíz de aquel evento, el colegio de Lieres (donde Nacho ejerció tantos años) pasó a llamarse así: “Xentiquina o xente piquiñina”.
Hace escasos días le han nombrado hijo predilecto de Siero, y eso es lo mínimo que pueden conceder a un visionario de las letras asturianas como ha sido y es Fonseca. Compositor incansable, discreto en exceso. Muchas personas no saben que ha escrito tonadas tan preciosas como “Al pie del Cuera”, o que compuso todos los temas del álbum “Viaxe” de su hija Esther Fonseca (de casta le viene al galgo). Actualmente es fácil verlo tocando la guitarra y entonando canciones con los “Ñerbatos” en los cancios de chigre de la Pola o en la Gascona ovetense. Para Nacho Fonseca la música ha sido el gran viaje de su vida, y el medio de trasporte ha sido la llingua asturiana, que defiende como un patrimonio a salvaguardar como bien lo ha demostrado en los cientos de canciones infantiles que nos deja como legado. Un hombre sin duda imprescindible para nuestra cultura, parafraseando a Bertolch Brecht.