Los leones plantan cara al mejor equipo del rugby del mundo, pero terminan perdiendo 7 a 26 en su primera visita al templo rojiblanco
Los Barbarians son un equipo de all star, algo así como los Harlem Globetrotter del deporte oval. En su plantilla juegan internacionales de las mejores selecciones del mundo, no en vano venían de aplastar a Inglaterra, subcampeona del último mundial, por 21 a 52. Pero España tenía ganas de fiesta, de demostrar que pueden plantar cara ante equipos grandes. Y eso se vio reflejado en el cesped del municipal gijonés.
Aguantó el chaparrón el XV del León, pudiendo incluso adelantarse en el marcador. Se quedaron apenas a unos centímetros de conseguirlo. Poco después, se repitió la acción. Parecía que a los españoles les faltaba esa pizca de suerte, esa pulgada extra para inaugurar el marcador en El Molinón. Pero dos ensayos, con dos disparos a palos exitosos, ponían el 0-14 en el luminoso antes del descanso.
Volvieron los jugadores del intermedio y la tónica siguió siendo la misma: coraje español y fantasía bárbara. Aguantaron un poco más los leones, pero acabó cediendo otro ensayo y un disparo acertado posterior. El partido se ponía cuesta arriba. No se rindió el equipo nacional, y su entrega obtuvo premio. Cinco más dos para ponerse 7-21. No dieron más opciones los visitantes. Un par de minutos después anotaron el definitivo 7-26. El disparo entre palos no entró. Hubiera sido una sorpresa: lo lanzó Devin Toner, que jugó su último partido como profesional en Gijón. No es un pateador, sino un segunda fila de 2,11 metros de altura. Su sonrisa ante el fallo en el lanzamiento lo decía todo.
Terminó el partido como empezó: con fiesta y con los críos del rugby base asturiano invadiendo el césped gijonés. Nadie miraba el marcador, sólo se disfrutaba de que, por una vez, Gijón fuera la capital del rugby español.