Este distinguido artista, vestido de corto, con nombre nobiliario, nunca rehuyó el combate aunque lo suyo era acoger a la pelota como fiel compañera. Conseguía que se durmiera en su cabeza o en el pecho o en cualquiera de sus pies
Siempre que me encuentro con Uría el día huele a mar y a verano. Da igual hoja del calendario o estación, otoño o invierno, pasa Uría y se olfatea el verano. Se pasea por Gijón con su habitual elegancia; el tipo trae recuerdos de un lugar indeterminado entre Florida, las Islas Canarias y Hawaii. Acompañan el paso firme de este moderno indiano, coloridas camisas de seda y unos impecables pantalones blancos de lino. Está en forma el galán del Frontón y podría seguir jugando al fútbol con solvencia, pasados los 70 años.
En la popular serie televisiva de los ochenta, «Corrupción en Miami», los protagonistas (vestidos por Adolfo Domínguez) eran dos detectives policiales de acusada personalidad, interpretados por Don Johnson y Philip Michael Thomas. Si llegan a ser tres, el tercero se llamaría Francisco Javier Álvarez Uría, estoy convencido.
El atleta gijonés hace bien o muy bien todo o que se propone desde la adolescencia. De haber sido ciclista tendría un palmarés parejo al de Perico Delgado. Quiso ser futbolista en el Portuarios y en edad juvenil firmó por el Real Oviedo, debutó con 17 años frente al Rayo Vallecano. En 1974 el Real Madrid se fijó en el habilidoso extremo izquierdo asturiano, llegando a «la casa blanca» para engrosar el banquillo. Los merengues ya veían al carrilero del futuro en el fuerte regateador norteño pero le cerraron el paso de la titularidad los laterales: Sol en la derecha y Camacho en la izquierda. Se hizo con sus servicios el Sporting en 1977 para darle importancia y manija en la sala de máquinas. Asociándose de maravilla con Joaquín, Ciriaco y Mesa. Los celebrados cambios de ritmo, marca de la casa, aquellos driblings del «reprís». Apurando la banda, poniendo centros, que tenían casi todos marchamo de gol.
De carácter o «mal café (según lo cuenten amigos o enemigos) iba bien servido. Se las tuvo tiesas con Gomes «non podo», Goyo Benito y Pepiño, del Racing de Ferrol, al que le rompió la nariz de un puñetazo en un córner. Si alguien le daba duro no se olvidaba del dorsal y devolvía doble ración de «caricias». Este distinguido artista, vestido de corto, con nombre nobiliario, nunca rehuyó el combate aunque lo suyo era acoger a la pelota como fiel compañera. Conseguía que se durmiera en su cabeza o en el pecho o en cualquiera de sus pies, poco le importaba a la maestría la pierna diestra o la zurda. Respondió a la llamada de Kubala para disputar el Mundial de Argentina 78 y un lustro después jugó en segunda con el Oviedo. Extremo, lateral y centrocampista, muy querido por rojiblancos y azules. Grande entre los grandes, artista del balón. Francisco Javier Álvarez Uría, futbolista de alta gama con 17, 24, 32 o 74 años.