Los partidos de la izquierda potencian otra manera de entender su funcionamiento interno: democracia y participación continuada de la militancia
Se han disipado los nubarrones que impedían asomar las listas electorales con las que los diferentes partidos concurrirán a las elecciones municipales en el próximo mayo. Candidaturas fruto de la historia de las formaciones políticas, de su forma de actuar y de su manera de entender las organizaciones. Personas repletas de ilusión y trabajo por un objetivo común: gobernar. En estas líneas, no voy a enviar el falso mensaje deseando suerte a todas ellas, pero, desde ahora mismo, sí quiero hacerlo para cada miembro que, tras las elecciones, nos represente en el consistorio, pues el buen hacer de cada concejala, de cada concejal, será fundamental para construir una ciudad mejor; el gobierno, gobernando y la oposición, proponiendo con coherencia.
En estos meses, hemos visto movimientos de todos los partidos buscando la opción más adecuada para defender sus ideas en las urnas. Configuraciones de cabezas de cartel, y listas, intentando satisfacer a su electorado más fiel, ampliando al mismo tiempo la mirada hacia votantes del resto de partidos y personas indecisas, pues no se gobierna únicamente con votos propios. La finalización de ese proceso concluyó, a la espera de Cs, la semana pasada, con la proclamación de Ángela Pumariega como candidata del Partido Popular, tras Javier Suárez (IU), Moriyón (Foro) Olaya (Podemos) y Floro (PSOE). Hasta ahí, un necesario caminar para la definición de candidaturas que nos han dejado ver las grandes diferencias entre partidos, entre maneras de entender el interior de la vida política en los mismos.
En la izquierda, la democracia prevalece, tiene protagonismo, pues está, históricamente, ligada a ella. En los partidos donde la ideología está más cercana al conjunto de la sociedad, al mantenimiento de derechos, a la igualdad, pueden convivir, y lo hacen, diversas corrientes, diferentes maneras de entender el partido, distintas formas para una misma mirada del mundo. En ese lugar del espectro político, las ideas se confrontan, se hablan, se debaten, en un ejercicio democrático, impronta de una forma de entender la realidad y valorar la rica diversidad de la organización. Una manera de funcionamiento dura, compleja, y hasta arriesgada, en la sociedad actual de aparente guante blanco, pero realizada con un pensamiento de crecimiento colectivo, aunque sea a través de la lucha, a veces encarnizada, de posiciones. Estas palabras no deben llevar a equívocos sobre mi pensamiento en cuanto que, la mejor opción en procesos electorales o cercanos a ellos, está en la tranquilidad y el sosiego para afianzar posiciones y aglutinar todo el trabajo en pro de la batalla en las urnas. La historia nos dice que las luchas propias dejan heridas pagadas con el voto, o, mejor dicho, con el castigo en el voto. Sin embargo, además del ayer, debemos de tener en cuenta la sociedad del hoy. Una sociedad preparada para confrontaciones virulentas, armada con mentón robusto y cuello musculado que aguanta y asimila los golpes. Fortaleza lograda por el entrenamiento provocado por la necesaria obligación de absorber numerosos estímulos, entre ellos noticias efímeras que pasan de titular a titular como rodillos incesantes de máquinas tragaperras, todo para estar acostumbrarnos, y ya no sé si necesitados, a emociones rápidas y cambiantes. Un fluir de vida en estado líquido baumiano, con constante movimiento, en donde tenemos la obligación de apretar los dientes, adaptarnos a un mundo cambiante.
Hace años, con una cantidad y calidad de herramientas menor que la actual, los sondeos solían ser más certeros, facilitados, en gran medida, por el bipartidismo. Sin embargo, en pasados recientes, amanecíamos con la victoria de Trump, o, más cercano en el tiempo y en el espacio, con el resultado de Susana Díaz en Andalucía. Esto nos demuestra la complejidad en el vaciado de encuestas, existiendo, con demasiada frecuencia, un sesgo o error entre la predicción y el resultado real. Hay varias razones para esta dificultad, la ideología parece mal vista, y por tanto no se comenta, la timidez a la hora de mostrar pensamientos, a pesar de que llevamos más de cuarenta años de democracia, y volcamos hasta lo que comemos en las redes, la acostumbrada sensación y necesidad de satisfacciones inmediatas, hace más complicado, hoy que ayer, acertar en resultados electorales.
En las democracias representativas, los partidos intentan contrarrestar esa incertidumbre que provocan los sondeos con la cohesión interna como elemento básico, y pilar fundamental, para optar a la consecución de su objetivo; un mejor gobierno o, si esto no es posible, una más eficiente oposición. Una cohesión que se debería sustentar, desde mi manera de entender las organizaciones, en la democracia interna y la participación. La cuestión es que, en nuestra realidad política, nos encontramos partidos que se creen adalides de ese funcionamiento, amparándose en la simplicidad numérica de candidatos a un cargo en momentos puntuales, recuerdo el caso de Casado en el PP, olvidándose que la participación y posibilidad de toma de decisión en los partidos no vienen solamente por el número, mayor o menor, de aspirantes cada cuatro años, la democratización interna viene fundamentada en la respuesta de la pregunta en la que nos cuestionamos si la democratización está enfocada hacia el “proceso” o hacia los “resultados”. En su contestación está la manera de entender la organización.
Si el foco, si la mirada, está en el “proceso”, nos encontraríamos ante el pensamiento de la democratización como un fin en sí mismo. Ese funcionamiento, aunque más laborioso, aumenta y fortalece la legitimidad del partido, pues contempla la vida interna del mismo como un caminar continuo, vivo y fértil, siempre construido de manera colectiva. Si, por el contrario, son los “resultados” los que dirigen el proceso, puede ocurrir que la cúpula no represente la fortaleza de los partidos: sus bases. En este punto, es donde puede existir, y lo hace, una separación entre afiliados y representantes. Un vacío, espacial y de ideas, impregnado de pátina democrática, con posibilidades de ganar en las urnas, pero, de lograrlo, sería una victoria regada y mantenida con la fertilidad del poder, que la tiene, pero alejada de la ilusión e ideas de las bases del partido, alejada del trabajo, de las aportaciones que siembran de futuro el caminar.
Los partidos de la izquierda potencian otra manera de entender su funcionamiento interno: democracia y participación continuada de la militancia. Son muchos años de asambleas, de debates, de acuerdos, de luchas, incluso por la democracia de todos. Esa cultura construida durante años (el PSOE tiene más de 140 años de historia) está ligada al mero “proceso” a la manera de recorrer el camino, permitiendo la participación de la militancia de manera constante, con fechas puntuales, como la votación a las personas que conforman la próxima candidatura municipal de Xixón, realizada hace unos días (anteriormente se votó al cabeza de la misma). El “proceso” interno y continuado, laborioso, pero de gran significado, realizado sin perder nunca el fin último, el “resultado”, refleja la importancia que tiene la manera de caminar, poniéndola como elemento fundamental para llegar al objetivo.
Todo lo contrario, le ocurre a la derecha. La vida interna de los partidos está basada, principalmente, en el “resultado”, aunque intenten blanquear procesos vendiéndolos como democráticos. Toscos brochazos de cúpulas, órganos, comités, alejados de la militancia, fomentando el dedazo desde la capital del Reino, obviando las personas que sustentan el partido y son altavoz de sus ideas: las bases. Es una forma de entender la organización, respetable, pero no deben erigirse como garantes del espíritu democrático, pues es algo alejado de su realidad y dista mucho de su historia.
Los resultados electorales atestiguan que, cuando se cree en la democracia, en la participación, en las personas votadas, se fortalecen las estructuras y, sobre todo, ponen en el centro de la vida de los partidos a su base: la militancia, haciendo de las organizaciones estructuras vivas, dinámicas, de amalgama de sensibilidades, de espacios de debate, porque la democracia interna da coherencia al mensaje, fortaleza a la lista votada y sustenta a la organización.
Ahora, dentro de unos meses, solo queda votar, votar a los señalado o votar a lo votado. Yo prefiero votar a lo que tiene en sus genes la palabra democracia.