Si bien es cierto que la flota de cruceros está en proceso de modernización, los estudios señalan el enorme impacto de una mole de estas de 3.000, 4.000 y hasta 6.000 pasajeros, que se calcula que contaminan como 30.000, 40.000 y hasta 60.000 vehículos
En 2024 se prevé que lleguen al puerto de El Musel 37 cruceros, lo que supone unos 70.000 viajeros entre pasajeros y tripulación. En 2023 fueron doce menos, 25. Si pensamos en nuestro entorno las cifras son por el estilo: a la capital cántabra, Santander, llegarán 21 cruceros, en A Coruña echarán amarras 16 y en Bilbao, algunos más, 80. La capital del norte, en lo que se refiere a la llegada de cruceros, es Vigo, donde está previsto que en 2024 arriben más de 100 cruceros. Es evidente, y conocido por todos, que si comparamos la vertiente cantábrica o atlántica de la península – española – con la mediterránea, las cifras en esta última son infinitamente mucho más elevadas. El impacto del turismo en nuestra costa mediterránea maneja números que encabezan rankings incluso de carácter mundial, como ocurre en Barcelona. En Barcelona tienen previsto atracar más de 800 cruceros en 2024 y, lo que es más destacable, dado el tamaño de “esos” cruceros, (que doblan e incluso triplican las capacidades de pasajeros de los que llegan a la costa cantábrica) cerca de cuatro millones de pasajeros. Cuatro millones de pasajeros.
Si examinamos Valencia, con 290 cruceros y cerca del millón de viajeros, la cosa no es comparable a lo que sucede en Barcelona, lógicamente, pero este número de visitantes empequeñece la cifra de habitantes de la propia ciudad, que no llega a los 800.000. Y esta comparativa de cruceros la podríamos aplicar a las viviendas turísticas, al precio de los alquileres, o a la masificación de los centros históricos de nuestras ciudades. Por no entrar a analizar lo que está pasando en lugares como Palma de Mallorca, un entorno urbano que empieza a ser invivible para cualquier persona que resida allí. Donde hace ya tiempo que tuvieron que limitar la llegada diaria de cruceros, por ser inasumible, pero donde las presiones de los lobbys turísticos están exigiendo eliminar este tipo de limitaciones. Limitaciones que forman parte del debate político y social en Barcelona y también, aunque en menor medida, en Valencia. Pese a que se trata de diversificar, el desembarco masivo de miles de personas – muchas veces en masas compactas e infranqueables – deambulando por una ciudad, conlleva que esa ciudad invadida, se haga invivible.
Por no meter en la coctelera el debate de sostenibilidad ambiental. Si bien es cierto que la flota de cruceros está en proceso de modernización y todas estas cosas, los estudios científicos independientes señalan el enorme impacto de una mole de estas de 3.000, 4.000 y hasta 6.000 pasajeros (más la tripulación, que tampoco es baladí), que se calcula que contaminan como 30.000, 40.000 y hasta 60.000 vehículos, aproximadamente. Insisto, si bien es cierto que las premisas que debe cumplir el sector de cara a su proceso de descarbonización en el, ya cada vez más próximo, 2030, están llevando a una modernización de la flota, la realidad sigue siendo que la contaminación por partículas de muchos de estos barcos en un puerto es una auténtica barbaridad.
Pero bueno – me diréis – que esto está muy bien, (o muy mal, según lo que opine cada uno sobre el tema) pero ¿qué tiene que ver con Xixón? Bueno, pues tiene que ver, como en otras muchas cuestiones del turismo, que deberíamos aprender de los errores ajenos sin tener que pasar por ellos en carne propia. Que, pese a que las cifras de llegada de cruceros a nuestra ciudad son ridículas en comparación con Valencia, por ejemplo, nuestro objetivo no debería ser “cuanto más, mejor”, porque ya estamos comprobando, con los problemas de vivienda reales que existen en Gijón, que esa no es la solución a nada y menos aún a lograr un entorno de ciudad mínimamente vivible. Porque pese a lo que pueda parecer, a tenor de su nula implicación en algo que tenga que ver con la ciudad, la Autoridad Portuaria es una institución pública al servicio de los ciudadanos y tal parece, que, leyendo sus páginas oficiales, el único objetico de nuestro puerto es que llegue más de todo en todo momento. Cruceros también. Pero no deja de resultar paradójico que parece que no pasa nada porque se haya desmantelado un sector industrial enormemente estratégico como el sector naval de Gijón, y todo sea maravilloso para recibir barcos de turistas. Quiero decir que una vez más parece que hay una parte de nuestras instituciones públicas – y no hablo solo de Ayuntamiento o del Gobierno Regional – que está centrada en el turismo como motor económico, y no sopesa el efecto que tiene el turismo en un entorno próximo como el mediterráneo, donde esta “industria” está generando problemas y debates de muy difícil solución. Porque el modelo de obtener dinero de dar servicios, es un modelo evidentemente depredador y transformador de todo lo que quede a su alcance. Y lo que está a su alcance, en el caso de Gijón, es la ciudad en la que vivimos muchos, no solo los que se lucran con el turismo, sino todos. Últimamente se repiten las movilizaciones en muchos lugares de nuestro país para frenar la masificación turística, que conlleva especulación urbanística, expolio de nuestros recursos naturales, gentrificación y finalmente, después de todo eso, expulsión de los habitantes de la ciudad que haya decidido el lobby de turno. Y eso, es mal.