Joaquín Navarro, fundador del Observatorio Xixonés de Movilidad
¿A qué nivel hemos llegado culturalmente con este amor por los automóviles que los valoramos más que todos los años que hemos vivido? ¿Qué los valoramos por encima del afecto de los que nos rodean y que quedarán destrozados por las consecuencias de una decisión como esta? ¿De verdad vale más un coche que una vida?
Sigo apenado y en shock por las imágenes que nos han llegado de los desbordamientos en Valencia. Se me sigue encogiendo el corazón al ver las calles anegadas, edificios destrozados y, sobre todo, gente atrapada que se agarra a lo que puede mientras pide auxilio. Me duele como si fuese alguien cercano cada vez que salen los cadáveres de los que no escaparon a tiempo del desastre. De entre muchas de las noticias sobre desaparecidos y muertos no deja de sorprenderme y entristecerme la cantidad de veces en las que alguien quedó atrapado en un garaje soterrado por salvar el coche. Incluso los que circulaban por las calles, por no dejar el vehículo a su suerte a medida que crecía el torrente. Todos sabemos que cualquier vecino hubiese facilitado el acceso a su edificio a cualquiera que lo necesitara en ese momento.
Pero por desgracia valoramos más un montón de metal que a una vida y en este caso ya ni siquiera hablamos de las vidas de otros, sino de la propia. No voy a incidir en los problemas múltiples de salud y de siniestralidad de los vehículos a motor, la pasión por estos y el diseño de calles poco seguras. No hace falta, porque hay quién, cuando el agua ya cubría incluso la acera de su vecindario, decidió que tenía que ir a plantas subterráneas de aparcamiento para salvar a su coche. Entiendo que en una situación de emergencia en la que las autoridades competentes informaron tarde y mal, uno pueda estar nervioso, uno piense “esto no me lo cubrirá el seguro” y quiera proteger una inversión fruto de largas jornadas de trabajo. Sin embargo, incluso tratando de empatizar con ello, soy incapaz de entender cómo es preferible arriesgar la propia vida a perder esa inversión.
¿A qué nivel hemos llegado culturalmente con este amor por los automóviles que los valoramos más que todos los años que hemos vivido? ¿Qué los valoramos por encima del afecto de los que nos rodean y que quedarán destrozados por las consecuencias de una decisión como esta? ¿De verdad vale más un coche que una vida? La respuesta me aterra, porque expongo ejemplos de que es afirmativa. Y esto no solo afecta en una catástrofe como esta, esto hace más difícil que la gente entienda todos los cambios necesarios en nuestros entornos urbanos para salvar muchas más vidas a diario. ¿Cómo vamos a explicarle a quiénes son capaces de correr hacia una trampa mortal por salvar una tonelada de metal que no podemos seguir así? ¿Cómo podemos convencer a quién prefiere su coche a su vida que la vida de otros está constantemente en un riesgo innecesario?
Me asusta también pensar en todas las excusas que puedan surgir defendiendo un pensamiento como ese. En todas las respuestas que puedo prever, por una desgraciada costumbre, ya hay quién buscará excusas, hablará de oportunismo o pedirá respeto por las víctimas. A pesar de que no hay ninguna de estas cosas, solo una reflexión de como el vil metal siempre manda por encima de nuestra propia salud. Una de las primeras cosas que se aprenden en marketing es que el valor no tiene nada que ver con el coste, el valor es cultural, el valor puede ser cambiado con un discurso, con una imagen, con influencia. Mi enhorabuena al mundo del motor, han conseguido el mayor valor posible de sus productos, una vida humana.
Lo que estas omitiendo es que por mucho que se avisase nadie se imaginaba que los efectos de la DANA iban a ser estos. En los pueblos de Valencia están acostumbrados a bajar al garaje a sacar sus vehículos porque habitualmente el barro de estas lluvias se lo abnega y luego están varios días sin poder moverlo. Que haya muertos en garajes es la demostración que nadie se imaginaba lo que iba a pasar. Por eso es increíble tu argumentación, pero tranquilo que el paso de los días y de las semanas les hará ver que o vuelven a comprar un coche o quedarán aislados. No tienen un coche porque quieran, tienen un coche porque lo necesitan.
«En los pueblos de Valencia están acostumbrados a bajar al garaje a sacar sus vehículos porque habitualmente el barro de estas lluvias se lo abnega y luego están varios días sin poder moverlo.»
Vengo de la costa Mediterrànea, de Cambrils, es raro meterse en un aparcamiento cuando se inunda la calle.
«Por eso es increíble tu argumentación, pero tranquilo que el paso de los días y de las semanas les hará ver que o vuelven a comprar un coche o quedarán aislados. No tienen un coche porque quieran, tienen un coche porque lo necesitan.»
Aquí hay uno de los grandes quids, ¿por qué lo necesitan tanto? Por la misma razón que por la que se ha construido tanto en zonas inundables, por el poder de un mercado que devora el modelo de vida y de ciudad y unos políticos que se pliegan a ello. Y esa necesidad es la que provoca ese valor, puede que no sea habitual (para nada) este nivel de riada, pero no es la primera vez que ocurre algo así en otras ríadas, no solo en aparcamientos, también en la decisión de creer que no es tan fuerte o profunda la corriente que cubre la carretera. Todo ello vuelve a lo mismo, al valor que por A o por B o por cualquier razón se le acaba dando al coche.
Y es muy triste pensar que en una zona urbana metropolitana como la de Valencia quedarse sin este tipo de vehículo sea quedarse aislado, dice mucho y mal de la dependencia que se ha provocado en las últimas décadas.
A lo mejor no intentaban salvar el coche si no sus vidas utilizando el vehículo como medio para huir de la catástrofe, creo que es muy fácil hablar y terrible criticar la reacción de la gente cuando no se ha vivido una situación tan trágica