USAMA BILAL, EPIDIEMIÓLOGO SOCIAL, NATURAL DE GIJÓN
«La hostelería es el sector con más riesgo de infección por coronavirus y puede llevar a supercontagios»
«De cara al verano, es necesario mover toda la actividad a exteriores»
Por Marta Pérez. Usama Bilal (Gijón, 1989) es epidemiólogo social y profesor en el Departamento de Epidemiología Estadística y en el Centro de Salud Urbana de la Escuela de Salud Pública de la Universidad Drexel, en Filadelfia (EEUU). A pesar de su juventud, ha sido becario de la Fundación La Caixa, y premio Early Independence del National Institutes of Health. Su especialidad es estudiar las desigualdades en materia de salud en las ciudades, una circunstancia que con la pandemia se ha visto agravada. Forma parte, además, del consejo de expertos que asesora durante la pandemia al Gobierno del Principado de Asturias. Lleva dos años sin viajar a casa y ver a la familia –como tantos, dice- y asegura que la pandemia del coronavirus persistirá mientras no haya una vacunación efectiva en todo el mundo. Entre tanto seguirán surgiendo nuevas cepas, cada vez más contagiosas.
Usama Bilal estudió en el Colegio Santa Olaya de Natahoyo y medicina en la Universidad de Oviedo. En el año 2012 recibió una beca de la Fundación La Caixa para financiar su investigación en EE.UU y en 2018 otra de 1,7 millones de los Institutos Nacionales de la Salud. En la actualidad, es profesor de Epidemiología de la Universidad de Drexel (Filadelfia).
-Menudo currículum el suyo, del Natahoyo a Filadelfia. Quién le iba a decir que acabaría desempeñando una de las profesiones más necesarias del mundo…
-Estudié en el colegio Santa Olaya del Natahoyo, y Secundaria y Bachiller en las Ursulinas, hoy Montedeva. Después hice Medicina en la Universidad de Oviedo. Llegué a Estados Unidos con la beca de investigación de la Fundación La Caixa y decidí continuar mi trayectoria académica en Filadelfia, centrándome en el estudio de la desigualdad social en la salud. Aquí compagino las clases con la investigación. Ya con el coronavirus todos estos estudios sobre desigualdad social y salud se centran en eso.
-Su especialidad se centra en analizar las desigualdades sociales en relación a la salud ¿hasta qué punto se agudizan con la pandemia?
-Lo que hacemos los epidemiólogos sociales es centrarnos en aspectos sociales, cómo la clase social, el nivel educativo, el nivel económico o el área en la que uno vive afectan a nuestra salud y acaban generando desigualdades. En el caso del coronavirus, hemos observado que esas desigualdades se han ampliado más. Hay algunas enfermedades como las cardiovasculares o el hígado en las que el factor social es determinante. La gente más pobre tiene más enfermedad que la gente más rica. Con el coronavirus esto se ha ampliado más, porque ha afectado a la gente más pobre, porque es la que trabaja en espacios públicos, no se puede permitir teletrabajar y vive más hacinada. Cuando le pedimos a alguien que da positivo que se aísle en su casa, si su casa tiene una habitación y vive con tres personas más, dónde se va a aislar. En cambio, si uno vive en una casa grande, se va a poder aislar de una forma mucho más privilegiada.
-¿Qué diferencias encuentra entre Estados Unidos y España?
-Estados Unidos es un país muy desigual, y es difícil compararlo con España en ese aspecto. Aquí ha desigualdades mucho más grandes, una historia de cuatro siglos de racismo muy implícito. Desde la esclavitud hasta leyes mucho más recientes, algunas desconocidas, no solo contra la población negra. La ilegalización de la marihuana se crea a principios del siglo XX para controlar a la población mexicana. Trabajadores domésticos y de la agricultura en este país no están sujetos a las leyes de protección laboral, no tienen salario mínimo, no tienen derechos laborales casi. No se conoce mucho, pero en la II Guerra Mundial se crearon campos de concentración para japoneses… Este país se ha construido sobre unas bases racistas, y eso implica que hoy día tengamos muchas desigualdades. Creo que España es diferente en ese sentido, pero tampoco puede lanzarse flores. Hay racismo, lo vimos con las leyes de extranjería contra migrantes, que son los trabajadores que nos alimentan. Son los que recogen fresas en el Sur, o naranjas en Valencia. Muchos de los brotes de coronavirus que dieron lugar a la segunda ola afectaron a estos trabajadores agrícolas tan esenciales que sin ellos no comemos. Y aún así, los tenemos en unas situaciones muy precarias que acaban en brotes que acaban afectando a todos.
«Las vacunas son altísimamente eficaces, todas ellas»
-En noviembre decía que quien piense que la vacuna es la solución a la pandemia se equivoca. ¿Cómo lo ve ahora?
-Cuando dije aquello todavía no había sido publicado el primer ensayo clínico. Lo que hemos ido viendo de noviembre en adelante es que los ensayos muestran que las vacunas son altísimamente eficaces, todas ellas. Para prevenir la infección sintomática, que es la que más contagios genera. Y por otro lado, son altísimamente eficaces para prevenir hospitalizaciones y mortalidad. La vacunación y acelerar el ritmo tiene que ser la estrategia que nos va a ayudar a volver a la normalidad. Pero no se nos tienen que olvidar dos cosas. Una, que vamos a tardar tiempo en llegar ahí, especialmente Europa que va un poco más lenta en la compra de esas vacunas. Mientras tanto, hay que seguir manteniendo los controles y medidas, como en Asturias. Por otro lado, es importante garantizar que todo el mundo se pueda vacunar, que no haya grupos de gente sin vacunar porque vive en situaciones de marginación.
-¿Cree que tenemos demasiada información sobre la Covid, sobre las vacunas y que quizás como personas no expertas en la materia, nos faltan claves para interpretarlas?
-La población está muy saturada de información. Al inicio de la vacunación, yo advertía de una cosa: aunque las vacunas sean cien por cien seguras, se va a morir gente después de administrarles la vacuna, porque esa gente se iba a morir igualmente, porque es gente mayor. El efecto adverso es que se puede percibir que la vacuna no es segura. En el caso de los coágulos, se reporta una incidencia bajísima. En 1976 se hizo una campaña de vacunación de gripe muy rápida, por un caso de gripe porcina. En un geriátrico se vacunó a todo el geriátrico y se murieron cinco personas. No se contextualizó bien y se generó un pánico innecesario. Siempre hay que recordar que la alternativa a no vacunarte no es riesgo cero, es seguir a riesgo para una infección que sabemos que tiene una mortalidad relativamente alta y que ha causado la mayor pandemia en el último siglo. Esa es la comparación que la gente debería hacer cuando piensa en vacunarse o no.
«La población está muy saturada de información»
-¿Considera que los gobiernos se precipitaron al prohibir la vacuna? ¿Fue esa alarma mediática lo que les llevó a ello?
-Sí, yo creo que se precipitaron. Lo hicieron por cautela, hay que entender también que es una situación en la que no tenemos demasiada experiencia, las vacunas han sido autorizadas temporalmente… Hay que tener en cuenta también las consecuencias. Al parar no sólo has perdido tiempo sino también una pérdida de confianza. Creo que se precipitaron, pero también entiendo esa cautela.
-Esta semana un concejal de Gijón salía diciendo que se pondría la vacuna de Astra Zeneca para dar ejemplo.
-Seguro que ayuda, pero yo recuerdo haber leído un estudio hace unos meses que decía que en realidad lo que más le importa a la gente es lo que digan los profesionales sanitarios. Su médico de cabecera, su enfermero o su enfermera, eso es lo que más les acaba influyendo. También lo que hace la familia, la gente más cercana. Es importante que la gente con proyección pública lo promocione, pero lo más importante es que los profesionales sanitarios tengan la información adecuada para que puedan darla a la gente a la que atienden.
–Entonces, recapitulando, rectificamos titular de noviembre y decimos que las vacunas sí son la solución para el fin de la pandemia.
–Sí, las vacunas y algo más. Una de las cosas que hemos visto en España es que las medidas de protección social son muy importantes. Si uno da positivo o ha estado expuesto, tener baja laboral, y no dejar de cobrar el salario. Por otro lado está el cierre de actividades que suponen un riesgo muy alto, y me refiero principalmente al sector de la hostelería. De todas, es la que supone un riesgo mayor de infección por coronavirus. Es muy importante mover esa actividad a los exteriores, favorecer el uso de terrazas y cuando la incidencia es alta, cerrar los interiores. Hemos visto estudio tras estudio que esta medida es muy eficaz y que evita que tengamos que tomar medidas más drásticas para la economía, que tengamos que cerrar más y acabemos con un confinamiento duro. Pero es importante recordar el peso que tiene la hostelería dentro de la economía española, de Asturias y de Gijón. Por eso es importante que se pongan medidas sociales para proteger a trabajadores y trabajadoras de estos negocios para compensar la pérdida de ingresos, así como a los dueños de esos negocios.
-Usted, con otros autores, tiene un estudio muy reciente sobre cómo se propaga el virus en locales de hostelería.
–Hemos publicado este estudio en la revista Gaceta Sanitaria donde revisamos veinte estudios internacionales que analizan el impacto de abrir o cerrar la hostelería y el impacto de ir a estos lugares. Encontramos una literatura muy consistente. Todos los estudios apoyan la idea de que cerrar la hostelería tiene un efecto muy grande en la transmisión y evita que se tengan que tomar otras medidas mucho más duras. La hostelería está vinculada a eventos de super contagio, una persona contagia a veinte o treinta más. Esos eventos acaban generando brotes enormes. En los interiores de hostelería la gente está en proximidad, por mucho que se guarden distancias. Por otro lado, en la hostelería se puede aglomerar mucha gente. Y por último, la forma de transmisión. Sabemos que un gran número de contagios de coronavirus se producen por aerosoles, partículas en suspensión. Los interiores cerrados y mal ventilados suponen un enorme riesgo para la transmisión de coronavirus. Si a esto sumamos que son interiores donde la gente está sin mascarilla, porque come y bebe… Y encima se tiende a hablar alto, se emiten más partículas. El interior de la hostelería es una de las actividades de más riesgo y lleva a eventos de super contagios.
-¿Los cierres perimetrales, son eficaces?
-Si, pero acompañados de otras medidas. En aislamiento no funcionan, pero si se acompañan de otras medidas la situación está bajo control. Por ejemplo, en Asturias ahora mismo está cerrado Siero porque hay mucha incidencia. Si un vecino de Siero va al interior de un bar en cualquier otro concejo, esa visita se puede convertir en un evento de super contagio. Sé que los cierres perimetrales generan confusión a la población, pero llevamos solo doce meses en esto y décadas de infrafinanciación de la salud pública. Si queremos que las medidas sean claras y eficaces hay que financiar a esa salud pública.
-Parece que la variante brasileña ha llegado a Asturias ¿cuál es su particularidad?
–No he leído mucho sobre ella, pero parece que es más transmisible, como la británica. Creo que lo importante, más si preocuparnos de si llega o no, es comprender que se generan en situaciones de alta incidencia. Es decir, cuando el virus tiene mucha capacidad de transmitirse entre gente y mutar es cuando salen estas variantes. Por eso tenemos la cepa brasileña, la británica y la sudafricana. El virus da muchas vueltas y evoluciona para mejorar y hacerse más transmisible, que es lo que quiere. Lo que hemos visto con la británica es que afecta por edad. Es la razón por la que los casos en Asturias están estables. Si se miran los contagios por edad, la población menor de 20 años, que antes era la que menos incidencia tenía, ahora es la que más incidencia tiene. Puede ser que esa variante británica, que ahora ya supone la mayoría de casos en Asturias, tiene esa capacidad de contagiar tanto a jóvenes como a adultos.
«En Asturias no bajan los casos porque la variante británica afecta más a jóvenes»
-¿Las vacunas son eficaces frente a estas nuevas cepas?
-Lo importante es que nos demos cuenta de que van a seguir surgiendo estas nuevas cepas si las vacunas no llegan a toda la población. Esperemos que las vacunas sigan siendo eficaces ante ellas, pero cuantas más variantes surjan, más dudas al respecto. Si no logramos tener esta situación bajo control en el mundo entero van a seguir surgiendo estas cepas. Es decir, el esfuerzo vacunal debe ser global. No funciona que Estados Unidos, Europa e Israel se queden con todas las vacunas. Vendrán la cepa de Zimbawe, la cepa de Guatemala y la de Indonesia. Y esperemos que no llegue una cepa contra la que las vacunas actuales no son eficaces.
-¿Ese escenario está presente en la comunidad científica?
-Sí, siempre intentamos ser un poco catastrofistas, ver qué podría pasar. En lo que estamos es en cómo evitar llegar a ese punto y disminuir la incidencia en todo el mundo. Ahora mismo una de las herramientas más importante es la vacunación, por lo tanto hay que repartirla en todo el mundo.
-¿Cómo lo hacemos? Da la impresión que cada uno va por libre.
-Lo hemos visto. Israel, Estados Unidos, Emiratos Árabes, Bahreim, han pagado mucho para tener esas vacunas ahora. Europa ha pagado un poquito menos y las tiene más tarde. Otros países del mundo no tienen esa capacidad para pagar. El hecho de que hayamos vinculado la capacidad de que un país tenga la vacuna a su capacidad de compra de la vacuna nos debería erizar la piel a todos. Deberíamos ir a un modelo solidario, donde todos los países pongan dinero y la OMS reparta las vacunas. El mecanismo está creado, pero no tiene fondos suficientes y no llega. Podría ayudar licenciar la producción de vacunas a otras farmacéuticas, compartir la receta de la vacuna para que la produzcan de manera temporal. Se hizo en su día con medicamentos contra el VIH porque algunos países no podían pagar los precios que las multinacionales les exigían. Se podría hacer ahora mismo con la vacuna del Covid, países como India, Brasil o Sudáfrica tienen una industria farmacéutica muy potente. Si se les permitiera hacerlo, la situación mejoraría muchísimo. Luego está el reto logístico, cuantas más vacunas se fabriquen, más complicado, porque hay protocolos diferentes de temperaturas, almacenamiento… Ojalá tener muchas variedades de vacunas estuviera bien, pero no tengo claro que esa sea la solución.
«Vincular la capacidad de vacunación de un país a su capacidad para pagar debería erizarnos la piel a todos»
-¿Qué tal su experiencia como asesor del gobierno de Asturias? ¿Les hacen caso a los expertos?
-Yo creo que desde la Dirección general de Salud Pública han hecho muy buen trabajo durante la pandemia. Tanto con sus propias medidas como convocando a expertos de muchos ámbitos, no sólo académicos. Esto no sale de la nada, viene de una cierta estabilidad y una cierta presencia de personal dentro de esa dirección general de Salud Pública históricamente. Si la comparamos con Madrid, tanto en recursos como en desmantelamiento… las situaciones son muy diferentes. En Asturias lo están haciendo bien porque les han permitido hacerlo bien.
-¿Cómo se presenta el verano, cuándo llegará la cuarta ola?
-De aquí en adelante hay que esforzarse en mover la mayor cantidad de actividad a exteriores. Toca mover todo lo posible afuera, hay que retomar esa mentalidad, aunque no sea necesario. Permitir y ayudar a la hostelería a expandir sus terrazas. En Asturias el verano pasado fue bien. También hay que continuar las pruebas y rastreos, la trazabilidad para saber donde se contagió la gente; y, por último, el esfuerzo vacunal. Tener al mayor número de gente vacunada para cuando llegue la cuarta ola. Por lo menos, ya hemos visto que no hay casos en residencias. Si una prueba necesitamos de la efectividad de las vacunas es esa. Es una buenísima noticia, porque en la primera y segunda ola el virus causó muchísimas muertes en las residencias de mayores. Esos tres puntos van a ser clave: actividad exterior, seguir con los rastreos y esfuerzo de vacunación.
-¿Volveremos algún día a la normalidad?
-Lo iremos viendo, hay que ver si somos capaces de mantener la situación bajo control. Depende de la velocidad de las vacunas y, como decía, que lleguen a toda la población para que baje la incidencia en todo el mundo.
-¿Se quedarán las mascarillas para siempre, como objeto de uso cotidiano?
-En situaciones de alto riesgo sería lo más normal. Es muy común en países asiáticos. La gente lleva la mascarilla con frecuencia en épocas de transmisión de gripe. Es un cambio de mentalidad que tenemos que tener. Si tienes gripe y vas al supermercado, hazlo con mascarilla para proteger a los demás. No hay por qué mirarle mal. Podemos disminuir el pico de mortalidad de gripe en invierno.
-¿Saldremos reforzados, como sociedad?
-Quisiera ver los próximos presupuestos generales del Estado, las partidas destinadas a Salud Pública. Cuando veamos eso, podremos saber. Desarrollar la Ley general de salud pública es urgente. Vendrá otra pandemia y la gestión dependerá de lo que hagamos ahora, de lo que hayamos aprendido. Hay que estar listo, porque puede venir más fuerte. A nivel sociedad, yo esperaría que de un brote de enfermedades infecciosas la gente salga menos egoísta, porque lo que uno hace afecta a todos, y lo que los demás hacen le afecta a uno. Espero que eso hayamos aprendido y también que hay profesiones en esta sociedad que no valoramos mucho y nos han permitido seguir. Sin los trabajadores esenciales no habríamos sobrevivido. Cuidados, limpieza y todo lo relacionado con el sistema alimentario son fundamentales en nuestra sociedad y tienden a ser invisibles.
-¿Cuánto tiempo lleva sin venir a casa?
-Casi dos años. Pensaba ir estas Navidades, pero vino una pandemia y… Espero poder hacerlo lo antes posible, cuando sea seguro viajar.
-¿Qué es lo primero que hará cuando llegue a Gijón?
-Ver a la familia, es lo más importante. Mucha gente está en mi misma situación. Según aumente ese esfuerzo vacunal todos haremos lo mismo: volver a la tierrina para ver a la familia.
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