Ambos locales han amanecido luciendo pintadas homófobas, y críticas con Gijón y el Sporting; «pagamos justos por pecadores», lamentan en el segundo negocio, mientras vecinos y hosteleros urgen medidas contra el «ambiente insoportable» que se genera en la zona los días de partido
Hay cierto sector del barrio de El Bibio, focalizado en la calle Pintor Martínez Abades, en el que la paz, la seguridad y la quietud que deberían caracterizar una zona residencial hace tiempo que forman parte del pasado. Al menos, puntualmente. Desde que, en junio de 2021, la veterana cafetería Los Cisnes echase el cierre, cierto establecimiento de dicha arteria se ha convertido en punto habitual de encuentro de los Ultra Boys del Real Sporting, dada su estratégica situación a escasa distancia del estadio de El Molinón: el Luces de Bohemia. Como señalan los vecinos, los días de partido el local en cuestión se convierte en un hervidero de público ‘ultra’, dinamitando la tranquilidad cotidiana y reemplazándola por gritos, cánticos, consignas radicales y acumulación de basura. Sin embargo, las consecuencias de esa afición extrema parecen haber trascendido las meras jornadas de fútbol… Esta misma mañana, pese a ser miércoles, el local amanecía con su fachada vandalizada mediante pintadas homófobas y críticas con Gijón y con el Sporting, presumiblemente hechas por algún grupo rival. Y no sólo eso… La Taberna Irlandesa, negocio colindante que se desmarca de la relación con los ultras también se ha llevado su parte, para desconcierto e indignación de dueños y clientes.
«Llevamos aquí veintisiete años, casi veintiocho, y nunca nos había pasado esto«, lamentan los responsables de ese segundo establecimiento -el primero estará cerrado por vacaciones hasta el 3 de octubre, salvo en días de partido-, con un enfado perceptible en sus voces, y que sólo la templanza y el saber estar mantienen a raya. El ‘espectáculo’ se lo encontraron esta mañana, a las siete y cuarto, cuando llegaron para levantar la persiana. En la columna más a la derecha de cuantas jalonan el flanco que da a Pintor Martínez Abades -la Taberna Irlandesa hace esquina con la calle Ezcurdia, perpendicular a la anterior-, la frase ‘Puta Gijón’, escrita a trazo grueso y con letras negras, es el ejemplo más claro de que los atacantes, fuesen quienes fuesen, no discriminaron a la hora de elegir blancos. Una segunda pintada, en la cara oriental de la misma columna, reza un totalmente censurable ‘Maricones‘, mientras que la tercera y última, con la críptica palabra ‘ARK‘ y de similares color y tipografía que las anteriores, luce en la fachada, a escasos centímetros de la puerta, bajo un letrero metálico que anuncia una determinada marca de cerveza. «Tuvieron que hacerlo de noche… Ayer, cuando marchamos, todo estaba en orden«, afirman, antes de asegurar que denunciarán el hecho; más que nada porque, si no, «nadie se hará cargo de esto».
Los daños causados en la Taberna Irlandesa justifican tal malestar, aunque palidecen a la vista de los sufridos por Luces de Bohemia. Allí, los autores de la acción se cebaron notablemente más, escogiendo como objetivos no sólo la fachada y las columnas, sino también los cristales de las ventanas, y hasta el cartel que da nombre al establecimiento, instalado a casi cuatro metros sobre el nivel de la calle y grotescamente pintarrajeado… En color azul, eso sí. Los mensajes ‘Puta Gijón‘ y ‘Maricones‘ se repiten, combinados con un novedoso, si bien igualmente, censurable, ‘Paletos‘. Aunque miGijón no ha podido contactar con la gerencia del local, fuentes de confianza han confirmado que está al corriente de lo sucedido, aunque no ha trascendido qué medidas se emprenderán por su parte. En cualquier caso, el mal está hecho, y sus efectos emocionales son claramente palpable. «Estamos hartos; los días de partido, el ambiente es insoportable y, ahora… ¿Esto?«, claman en la Taberna Irlandesa, sin dejar de atender una terraza que, pese a lo sucedido, o justamente por ello, al mediodía de hoy estaba llena. Porque si algo confirman y agradecen en el negocio es lo arropados que se están sintiendo por parte de los lugareños. «Todo son palabras de ánimo, ofertas de ayuda… La gente entiende lo que ha pasado, que hemos pagado justos por pecadores, y también está cansada«.
Cierto. La gente de la zona está cansada. Agotada de tener que lidiar periódicamente con ese clima que la presencia de los Ultra Boys en la zona. Del bullicio hasta altas horas, de las canciones y las proclamas de extrema derecha, de los saludos con el brazo extendido, de las botellas, vomitonas y micciones por doquier… Del ambiente, en definitiva. «Es asqueroso, horrible… Y me da lo mismo que pase sólo cuando el Sporting juega en casa; tengo una hija adolescente, y no es normal que, cuando los ‘ultras’ están ahí, ande con miedo a que le pase algo, mirando por la ventana«, comenta cierto vecino de Pintor Martínez Abades que, como el resto de personas que aparecen en este reportaje, prefiere permanecer en el anonimato, por temor a represalias. En líneas similares se expresa un matrimonio, de edad ya avanzada, que reside en el portal número dos, juntos frente a los dos bares vandalizados. «¿Es comprensible que salgas al día siguiente de un partido, y te encuentres vomitonas en el portal, meadas, botellas o cosas peores?«, se pregunta el marido a voz en grito. A su lado, su mujer asiente con la cabeza, cómplice… Y exterioriza su temor a que «los problemas empiecen a pasar otros días de la semana, y con cosas peores que unas frases; aquí vivimos mayores, niños… Esto no se puede tolerar. El Sporting será sagrado, pero su afición, no«. Incluso las profesionales de la limpieza contratadas para trabajar en los portales de la zona comparten tales sensaciones… Una de ellas, discreta, confiesa que, «cuando empecé, me avisaron de que, si hay partido, todo se complica«.
Claro, que nada de lo anterior resulta totalmente nuevo… Ya en sus días como clientela fija de El Cisne, las concentraciones de los Ultra Boys despertaban la preocupación de los lugareños, tal como está sucediendo desde su traslado al nuevo local hostelero. Las redes sociales dan fe de la profunda conexión de ese negocio con el grupo ‘ultra’ gijonés… En redes sociales, pese a la infrecuente actualización del contenidos, se suceden mensajes en defensa de los ocupantes del Fondo Sur de El Molinón, y de comercialización de merchandising de los Ultra Boys, con un catálogo que abarca camisetas, tazas y bufandas… Algunas de esas últimas, todo sea dicho, con leyendas bordadas tan provocativas como ‘Puta Oviedo, puta capital‘, instigadoras de la histórica y no siempre sana rivalidad entre playos y carbayones. La violencia de dichos mensajes también es patente en las muchas pegatinas localizables tras los encuentros futbolísticos en farolas, cuadros eléctricos y demás equipamientos urbanos, de las que, pese a los esfuerzos de las cuadrillas de la Empresa Municipal de Servicios de Medio Ambiente (EMULSA), algunas sobreviven… Dando fe, aparte, de otro elemento oscuro de esta agrupación sportinguista: la filosofía de extrema derecha que manifiestan ciertos grupúsculos que la integran, representada por la utilización de runas y demás simbología neonazi en varias de esas pegatinas. Aun así, conviene concluir matizando que los Ultra Boys se han autodefinido históricamente como un grupo apolítico.











Jajaja el matiz del final es maravilloso. Ultra Boys tienen de apolíticos lo que yo de marciano, histórica y actualmente siempre se escoran a la extrema derecha, la más homófoba, racista, machista y follonera, pero por “razones” no interesa prohibirles la entrada al Molinón ni censurar su conducta en otros entornos. Y así pasan los años… y así llegan los daños.