«Es el momento de descansar, de desnudar nuestro cuerpo en la playa y la mente en nuestras casas. Agarrar el tiempo, que se escapa durante todo el año, y acostarse a su lado»
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Llega el verano. Xixón se engalana, se viste de romería, de noche, de actividad frenética que nos hace ser polo del norte de España. Una cultura inquieta, configurada durante años, junto con el entretenimiento voraz, hará de nuestra ciudad una localidad donde se junten días y noches, en un abrazo entre el amanecer y el ocaso.
Es el momento de descansar, de desnudar nuestro cuerpo en la playa y la mente en nuestras casas. Agarrar el tiempo, que se escapa durante todo el año, y acostarse a su lado. Perderlo, sí, a veces, como todas las cosas, para poder valorarlo con más fuerza. Llamar o no llamar a los amigos, pues hasta la amistad se trastoca en las noches interminables, haciéndote abrazar, en la madrugada, a quien acabas de conocer, con ese vigor sentimental provocado por los efluvios veraniegos. Nuevas relaciones al rodio de una caja de sidra, sobre la hierba de ese prao de la fiesta cuyas raíces de romería se van olvidando, convirtiéndose paulatinamente y de manera imparable en discotecas de luces de estrellas. Amores de fiestes, de besos entre coches, de miradas de mudos encontrándose entre la apetencia física de los cuerpos bronceados y las relaciones forjadas al sonido popular de las orquestas. Amores de hoy sin mañana, porque el verano es, sobre todo, presente, es ahora, inmediatez, sorbos cortos de momentos, acelerones fugaces y bruscos.
Estío de caravanas humeantes corriendo a la conquista de la belleza enfangada por los mismos buscadores de tesoros que aparcan sus coches en el borde mismo del paraje, haciéndonos pensar que el caminar está reñido con el disfrute del paraíso natural, estropeado cuando no se cuida, pero qué más da si podemos sacar la fotografía ‘instragramera’ desde el mismo asiento de un vehículo descuidador de lo esencial. Caminares, caminares de sendas que se llenan de personas buscando ver la mar desde las alturas, desde esos montes de eucaliptos que rodean la ciudad, como si el bosque autóctono quedara solo para La Ñora y sus riachuelos serpenteantes por el camino, llevando el sonido del agua con disimulo para no molestar. Molestias que sufriremos los oriundos, los y las habitantes de esta villa marinera, pero que sabemos necesarias para poder seguir teniendo en el turismo uno de nuestros sectores económicos más importantes. Fundamental pilar con obligada necesidad de modificar para no perder el sentido de la vida, la conservación de la misma, de todas las formas existentes en esta casa llamada Tierra. Sentido que a veces trastocamos al programar lo improgramable, pues el tiempo, limitado, cambia de forma durante el transcurrir del día, y lo cercano se convierte en lejano y lo próximo en distante, y nos da igual, pues que es sino un día un dibujo inacabado. Programación cultural que se despide de su ‘llingua’, nuestra ‘llingua’. Cuando una concejala habla, habla el ayuntamiento, cuando una concejala reniega de su cultura, reniega de su ciudad.
Ciudad de mil lenguas, todas ellas bienvenidas, todas ellas riqueza patrimonial de sus pueblos: catalanes, inglesas, alemanes, aragonesas, araneses… orgullosos de su manera de entender y transmitir el mundo. Ciudad acogedora, abierta, socialmente activa, que llenó las calles contra la intolerancia, hace unas semanas, buscándolas llenar ahora de actividad festiva, reflejo del carácter gijonés, cuyos habitantes saben reivindicar y disfrutar, pues nuestra cultura minera conoce el precio de meterse bajo la tierra buscando la brillante veta que lleve la comida, y nuestra mirada cargada de azul recuerda como la mar es sinónimo de belleza y de dureza, tanto entonces como ahora. Somos conocedores de los celos de la galería y de las olas, amantes egoístas, que, a veces, prefieren los abrazos con la muerte que compartir lo humano. Verano de puntos lilas en peligro de extinción.
En Gijón, en Xixón, ciudad pionera en casas malvas, la violencia de género, veinticuatro muertes en 2023, se convierte en intrafamiliar con el maquillaje de carmín embadurnado para presumir de ideología caduca. Pinturas de noche, rímel acentuando la mirada, brillos que luchan contra sonrisas, morenos que eliminan bronceadores artificiales, belleza retocada en busca del amanecer frente al puerto deportivo o a nuestra playa de San Llorienzu. Playa receptora de bañistas, unos, los asiduos, en perfecta compostura, miran como otros, receptores de cantos de sirena, se meten en las aguas cantábricas con sus calzoncillos impolutos tras una noche sin finales horizontales ni placeres verticales. Oyentes de cánticos que dejan sus pasos en la arena, volviendo a por sus vaqueros arrugados, descansando en una arena que se sigue manchando de negro carbón, reflejo de la historia, de la unión de formas de vida: mar, mina, turismo.
Llega el verano, otro verano más. Dejémonos llevar, conociendo nuestra responsabilidad como pobladores de este planeta que esquilmamos para satisfacer nuestras necesidades secundarias o terciarias. Sigamos manteniendo nuestro mundo, sigamos dejando a la siguiente generación un verano para disfrutar.
Pues aprovecha para leer la historia de la Universidad Laboral de su construcción, de su sistema educativo, por si tienes que hablar otra vez sobre ella, lo hagas con conocimiento, veracidad, y documentado, no leyendas, inventos, mentiras, documentate