Salvo milagro inesperado, por segundo año nos quedaremos con las ganas de un culín de sidra en Deva, de un dancing en Castiello o de la procesión de San Lorenzo en La Providencia
Me van a permitir que esta semana también me ponga nostálgico. Habrá quien piense que es una cuestión ligada a la edad -seguramente-, pero les confieso que el tiempo pandémico que vivimos genera de momento imposibilidades que me llevan a pensar en otros tiempos con demasiada frecuencia. Añado al no poder mis ganas de compartir con mi hija cosas y momentos que a mí me hicieron feliz (ella tendrá tiempo para decidir si le gustan).
Les hablaba de los merenderos y hoy lo hago de las fiestas de verano. Las de “prau” y las de asfalto; las romerías de barracas y sorteo de la “chochona”; las verbenas urbanas; las folixas parroquiales… Salvo milagro inesperado, por segundo año nos quedaremos con las ganas de un culín de sidra en Deva, de un dancing en Castiello o de la procesión de San Lorenzo en La Providencia.
La nueva normalidad o el levantamiento del estado de alarma -ese día tendría que celebrarse el Cristo de Cenero- no serán suficientes argumentos para que el calendario de fiestas veraniegas en el concejo tenga como mucho una cita. Muchas parroquias ya han cancelado sus fiestas: Cabueñes, Somió, La Providencia, Castiello, Porceyo, Roces, Deva o Serín ya han anunciado que esperarán al menos hasta el año que viene. Lo mismo sucede en los barrios de Gijón y aún está en el aire la Semana Grande. Recordemos que el pasado año ni hubo Noche de los Fuegos y tampoco se pudieron celebrar los habituales conciertos de la plaza Mayor y la explanada de Poniente.
Con los actuales niveles de contagio -Gijón registra en estos momentos casi la mitad de los nuevos contagios de Asturias- y con las previsiones de vacunación, todo parece indicar que el verano de este año tendrá más que ver con un remedo algo mejorado de 2020 que con las fiestas de 2019.
Comprenderán que con este panorama la nostalgia es el más leve de los síntomas que pueden derivarse de una nueva consecuencia de esta implacable pandemia. Me aferraré a los recuerdos cuando pasee por Deva o Castiello y le contaré a mi hija algunas cosas de aquellas noches de verano que empezaban aún con los últimos rayos de sol y concluían, en el mejor de los casos, con los primeros rayos del día siguiente. Echaré de menos esas noches de Gijón, pero también las de otros concejos de Asturias, especialmente mi querido San Timoteo, en Luarca.
No obvio en este recuerdo otros efectos de la suspensión que importan mucho más que mi nostalgia. Músicos, técnicos de sonido, feriantes, proveedores, instaladores de carpas, vendedores ambulantes, tomboleros… Démonos prisa en el proceso de vacunación porque de ello depende que el verano de 2022 no sea el tercero en el que todos ellos vuelvan a estar sin trabajo y por lo tanto sin ingresos. Sin ellos, la fiesta tampoco existe.