«Gijón está viviendo su particular revolución verde, la «verdificación» de sus calles, que es convertir El Coto en un vergel, pero también es regar de billetes las calles para que tanta ecología no se nos quede en un humanismo franciscano y poco más»
A nuestros munícipes, con Ana González a la cabeza, les ha dado por «verdificar» la calle. El otro día, en la rueda de prensa donde brindó con 200 millones de euros al sol, la Alcaldesa dijo «Vamos a verdificar El Llano» y también dijo «vamos a verdificar La Calzada». Y ya me quedé yo desde entonces con la mosca en la oreja, que era una mosca verde y cojonera, cuando a la regidora le dio por soltar aquel palabro que no lo reconocen ni los cadáveres exquisitos de la RAE. Quizás Ana quiso decir reverdecer, o quizá fuera enverdecer, pero le salió verdificar, que es como un ingeniero de caminos y su jefe de obras acaban jodiendo el idioma.
Con la ordenanza de movilidad se establecen restricciones medioambientales. Ayer salió Aurelio Martín a explicar de qué iba la cosa, que andan los foristas elaborando contracampañas que han obligado al concejal de lo verde a recular. Aurelio Martín ha mantenido el sentido revolucionario de la naturaleza con el sentido revolucionario de las cosas. Así que Gijón está viviendo su particular revolución verde, la «verdificación» de sus calles, que es convertir El Coto en un vergel pero también es regar de billetes las calles para que tanta ecología no se nos quede en un humanismo franciscano y poco más.
Nuestros hombres y mujeres de izquierdas han ampliado el horizonte de la revolución y la socialdemocracia al oxígeno, al campo y los mares, aprovechando el curso de una pandemia. Igual que hay un socialismo de los salarios y las rentas, hay un socialismo de las cosas que tiene en el municipalismo uno de sus mayores exponentes. De cualquier modo, sucede que cuando uno se inclina más por el verde que por el rojo, al final acaban ganando los de siempre, o sea, los azules, que vienen con la doctrina del mercado, la riqueza y los empleos y todo el marxismo sin citar a Marx, echándote abajo el tendejón desde el que uno contemplaba hasta ese momento la huerta.
«Tu cuerpo se constela de signos verdes/como el cuerpo del árbol de renuevos», decía Octavio Paz. Uno vive rodeado de verde, aquí en el viejo Roces, entre álamos y rododendros, con este verde domesticado de parques y jardines, esta paz triste, entre familias bien con bebé recién nacido y viejos lugareños recostados al sol, alejados del mundanal ruido de los coches, mientras un iceberg se funde en el Ártico y navega muerta la última ballena de la historia. La mejor literatura de la naturaleza nos la dio Jack London, que siempre elevó la llamada de lo salvaje a novela de aventuras.
El riesgo de tanta ecología es convertír una manera de estar en una nueva forma de vivir sometido. La dureza con la que a veces se impone el ordenancismo municipal sobre los ciudadanos es inversamente proporcional a la flexibilidad con la que se subvenciona a las multinacionales que más contaminan. Al final, no es tan dificil pensar que la ecología, más que una práxis o un método, es un privilegio, en función del lugar que cada uno ocupe en el orden social y natural de las cosas. Octavio Paz nunca conoció la palabra verdificar, pero sí un cuerpo constelado de signos verdes. Ay.
Celebro este artículo, vigía de la palabra que mas nos une a los de esa tierra.