En 1954 la Peña Sportinguista de Gijón, llevó a cabo el primer viaje organizado de una peña gijonesa fuera de Asturias. El 9 de octubre una decena de socios se desplazaron, en tren, a Logroño para ver al Sporting
Señalaba el diario gijonés El Comercio que en el partido que el Sporting despachó en Andorra (desastroso, por cierto) el popular aficionado Roberto Narváez había cumplido 245 desplazamientos acompañando al equipo rojiblanco. Una lista, eso sí, en la que únicamente contabiliza encuentros oficiales. Parece evidente que en el mundo del fútbol existen distintas categorías de hinchas, de seguidores de un club. Realmente el número de socios o abonados de un equipo de fútbol es infinitamente menor al de su número de seguidores. Por muchas razones, el porcentaje de la gente que acude al campo es muy inferior al de su afición.
Cuestiones económicas, personales de todo tipo o la preferencia de disfrutar de un partido como “hincha de sofá” influyen en ello. Pero estos también contribuyen, de alguna forma, a la expansión, prestigio y consumo de todo aquello que tenga que ver con el club. Una categoría “superior” sería la de los aficionados que sí van al estadio de forma habitual y, de entre ellos, ganan en prestigio tribal aquellos que viajan con frecuencia para apoyar a sus jugadores en los desplazamientos que el equipo hace fuera de su ciudad. En 1954 la Peña Sportinguista de Gijón, llevó a cabo el primer viaje organizado de una peña gijonesa fuera de Asturias. El 9 de octubre una decena de socios se desplazaron, en tren, a Logroño para ver al Sporting.
Se aprovechó el día festivo del 12 de octubre para realizar el viaje y poder disfrutar no sólo del encuentro, sino también de unos días de asueto en la capital riojana. Lamentablemente el fútbol no acompañó y en partido disputado el domingo día 10 a las cuatro de la tarde, el Sporting cayó derrotado por 3 a 1, con gol sportinguista obra de Medina. A primera hora de la mañana del 12 regresaron a Gijón, en un viaje que -con trasbordos incluidos en León, Venta de Baños y Miranda de Ebro- se alargaba durante catorce o quince horas. Pero también existen viajeros a “título individual” que, en algún caso, Superan cualquier media de viajes de la más fiel de las peñas. Por ejemplo, están los casos de Mundo García y Roberto Narváez. El primero, en 1995 ya llevaba más de ciento cincuenta desplazamientos en una docena de años, la práctica totalidad de ellos en solitario. Siempre saliendo de Gijón en autobús, por lo que, evidentemente sin haber realizado viaje alguno a las islas.
Ese mismo año, tras su desplazamiento a San Sebastián, el diario El Comercio solicitaba que el Sporting tuviera a bien subvencionarle en parte sus billetes al jubilado gijonés. Con números aún mayores está Roberto Narváez, presidente de la Peña La 1905 y también residente en Gijón. Narváez incluso había realizado un “pleno” en la temporada 2015-16, acompañando al Sporting a todos y cada uno de los viajes que hizo fuera de casa. Pero el sportinguismo se vive también lejos de Asturias de forma intensa. El 29 de mayo de 1981 la Peña Sportinguista Mareo de Bruselas, durante la entrega de su trofeo a Enzo Ferrero, otorgó una placa de homenaje a José Antonio Noriega, sportinguista residente en Bélgica, que no dejó de viajar desde Bruselas -tomando Madrid como centro operativo- a todos los partidos que el Sporting había jugado fuera en la temporada anterior, así como muchos de los que disputó en casa. Algunas veces lo hacía en solitario y otras acompañado de Maribel Cortina, su esposa.
Tiene aún mayor mérito si pensamos que eran unos tiempos en los que no había las posibilidades de transporte de hoy en día y en los que los vuelos “low cost” tampoco existían. Otro ejemplo destacable es el del que fuera conocido empresario aceitero Rufino Fonseca, galardonado el 26 de mayo de 1984 por un hecho similar. Residente en México venía exprofeso, durante años, a ver muchos de los partidos que el Sporting disputaba en El Molinón y también estaba presente en algunos de sus desplazamientos. La mayoría de los viernes previos al partido que el Sporting jugaba en casa no dudaba en embarcar en vuelo México D.F.- Madrid- Asturias, volviendo hacer el recorrido inverso el lunes o martes siguiente. Recibió merecido reconocimiento de la Peña Sportinguista Claudio con la imposición de la Montera Picona al Mérito Sportinguista.
Su influencia en el Sporting fue relevante, hasta tal punto que por recomendación suya se acabó fichando al delantero mexicano Lucho Flores, que disputó con el Sporting la temporada 1986-87. Fonseca no fue un caso único, en la década de los ochenta, Pepe Castro, miembro de la Peña Sportinguista Maceda y que residía en la ciudad francesa de Burdeos, durante años estuvo viniendo regularmente a El Molinón cada fin de semana que el Sporting jugaba en casa. También era habitual en todos y en cada uno de los desplazamientos que había por el norte de España: San Sebastián, Bilbao, Santander, Pamplona, Logroño, Zaragoza, etc. Otro caso remarcable es el de Guillermo Fernández, que vivió durante más de un cuarto de siglo en Helsinki, en donde regentaba un bar y venía frecuentemente desde Finlandia para ver a su querido Sporting. Hoy, ya jubilado y residente en Gijón, es un habitual de la grada “vieya” de El Molinón.
Pero los desplazamientos no siempre fueron tan sencillos. En 1929 saltó a la prensa un curioso caso de unos seguidores sportinguistas. El diario El Imparcial de Sevilla publicaba, el 7 de diciembre de ese año, la noticia del curioso viaje de dos jóvenes seguidores. Embarcaron en Gijón como polizones en el vapor Ana María el lunes 2 de diciembre, teniendo prevista su llegada a Sevilla para el día 5. Su único objetivo del viaje era ver el partido que, el domingo día 8 a las 4 de la tarde, enfrentaba al Sporting con el Sevilla. La falta de previsión les delató y, a los dos días de viaje, tuvieron que salir de su escondite debido a la incomodidad del reducido espacio del bote en el que se refugiaban y al hecho de que las provisiones se les habían acabado. Una vez descubiertos, los marineros de buque les trataron violentamente y fueron encerrados en un cuarto hasta la arribada a Sevilla.
Allí fueron entregados a las autoridades y liberados gracias a la intervención de otro gijonés, Romualdo Alvargonzález Lanquine, que por aquellos entonces era el secretario de la Exposición Iberoamericana de Sevilla. Alvargonzález les consiguió, además, entradas para el encuentro y sufragó de su propio bolsillo los billetes de tren para el regreso a Gijón de los intrépidos seguidores. Señalar que el Sporting, finalmente, perdió aquel partido por 2 a 0, con doblete del delantero catalán Miguel Gual. La entrega y pasión de aquellos dos jóvenes, tan atípica para la época, merece especial mención, y asusta imaginar de lo que habrían sido capaces de haber vivido en los tiempos actuales, en los que la identificación entre equipo y afición es mucho más intensa y nítida.