Los trabajos para despejar la parcela avanzan a buen ritmo, y continúan atrayendo diariamente la atención de decenas de curiosos; el perímetro de seguridad se ha ampliado, y los técnicos riegan con agua los escombros frecuentemente, para prevenir incendios
Poco a poco, dentellada a dentellada, cascote a cascote, el veterano edificio El Jazmín va abandonando su condición material, y adentrándose en el infinito universo de la memoria intangible. Cinco días después de comenzar su demolición, toda vez que se determinó la imposibilidad de rescatarlo de la ruina en la que se encontraba, los trabajos avanzan a buen ritmo, y dos tercios de su amplia estructura ya se han convertido en escombros. Es precisamente este mar de ladrillo, arena, piedra y madera sobre el que, en estos momentos, continúan actuando las máquinas encargadas del derribo, avanzando metro a metro para dejar el solar despejado. Será entonces cuando, a falta de contratiempos, se proceda a la siguiente fase del proyecto: erigir en el espacio resultante una nueva manzana, externamente similar a la anterior, aunque recrecida, que dará cabida a unas sesenta viviendas.
La esquina en la que se hallaba la Zapatería Covadonga, ubicada en la intersección de la calle homónima y de la plaza de Europa, es la única que se mantiene en pie íntegramente. El resto del complejo o ha desaparecido por completo, o sólo mantiene sus plantas inferiores, ya que, como dicta el más puro sentido común, las excavadoras operan desde arriba hacia abajo. Con el estruendo y las nubes de polvo dominando la escena, el tránsito de camiones hacia y desde el escenario, para retirar los restos, es constante, al tiempo que operarios provistos de mangueras riegan con agua constantemente las zonas concretas de trabajo, a fin de evitar que pueda desatarse un incendios. Un complejo operativo destructivo que, todavía hoy, continúa cautivando a decenas de transeúntes, que observan y graban con una mezcla de curiosidad y tristeza la progresiva desaparición de ese mito urbanístico de Gijón.