El presunto autor, que fue grabado con las manos en la masa por varios vecinos, destrozó el cristal y, después, se dio a la fuga, llegando a tropezar y caer en el proceso; se desconocen los motivos del asalto, aunque no consta que sustrajese nada
Para Noelia Meana y su equipo de profesionales de la estética este lunes, 29 de septiembre, debería ser una jornada de alegría, de fiesta, de celebración… A fin de cuentas, hoy se cumplen dos años desde que el centro de belleza que regenta, y que lleva su nombre, abriese al público en el número 98 de la avenida de la Costa. Pero el azar es caprichoso, y ha querido que esa efeméride vaya a pasar al recuerdo, sí, pero por motivos en absoluto alegres. Cerca de las once y media de la noche de ayer domingo un individuo que transitaba por la céntrica arteria, aparentemente bajo los efectos del alcohol o de las drogas, destrozó a puñetazos y codazos el escaparate de su establecimiento, antes de emprender la fuga. Por suerte, el suceso fue grabado por varios vecinos y transeúntes, y fuentes no oficiales indican al atacante se le detuvo poco después, en Begoña; el Ayuntamiento aún no lo ha confirmado.
«Ha sido una putada, la verdad; mira que no había días en el año para hacer esto…», comenta con resignación la propia Meana, que no se hallaba en el local en el momento de los hechos, pero que fue alertada casi en tiempo real por los habitantes de la zona. Dichos testigos relataron que el hombre, que deambulaba por la avenida con paso inseguro y profiriendo gritos, comenzó a golpear puertas, ventanas y escaparates a su paso. Estoica, la dueña del salón de estética lamenta que «la mala para fue que la peor parte de la llevé yo». Porque, en efecto, el autor del ataque se valió de sus puños y codos para destrozar el vidrio exterior, tras el cual había expuestos varios productos de belleza y algunos elementos instalados para la fiesta de hoy, como «unos globos y una ruleta para que las clientas jugasen». Eso sí, no se llevó nada, y segundos después de romper el escaparate echó a correr… No sin antes tropezar, caerse y, al levantarse y reemprender la huida, intenta recolocarse los pantalones. Un cuadro.
Sin caer en el victimismo, ni tampoco en el dramatismo, Meana asume que todo fue fruto del vandalismo, sí, pero también de la casualidad. Y eso que «es una zona muy transitada, incluso a esas horas; no suele pasar nada». Ni qué decir tiene que lo acontecido ya ha sido denunciado, pero esta empresaria insiste en animar a sus compañeros con establecimientos en el área, de su mismo gremio o de otros, que sean cautos. «Nos puede pasar a cualquiera, pero nunca está de más estar en guardia, por lo que pueda pasar», concluye.