Lo que inicialmente se pensó que era uno de los dos turismos supuestamente arrojados a la balsa por Antonio María da Silva, ‘El Portugués’, resultó ser una furgoneta; no hay previsión de retomar allí el operativo para dar con María Trinidad y Beatriz
No… Ni María Trinidad Suardíaz ni su hija, Beatriz, estaban allí, en aquel vehículo. De hecho, ni siquiera se trataba de lo que inicialmente se pensó que podía ser un turismo, tal vez uno de los dos presuntamente arrojados al lugar por Antonio María da Silva, ‘El Portugués’, en 1987. Una vez finalizado el drenaje de la balsa de la bocamina de Berbes, en Ribadesella, acometido desde las ocho de la mañana de este martes por agentes de varias divisiones de la Policía Nacional, y por efectivos del Quinto Batallón de la Unidad Militar de Emergencias (UME), en las horas finales de ayer miércoles se decretaba la suspensión del operativo, después de comprobar que el supuesto coche hallado ayer en el fondo, cubierto de fango, era, en realidad, una furgoneta que no guarda relación alguna con el único investigado por la desaparición de ambas mujeres, ocurrida hace 38 años. Se da así por zanjada una de las líneas de investigación que los investigadores de la Policía Nacional habían tenido en cuenta, después de que varios vecinos afirmasen recientemente haber visto a Da Silva lanzar al agua una pareja de turismos en aquel año 87. Ahora las pesquisas seguirán otras direcciones.
Fueron necesarias la friolera de siete bombas hidráulicas, dos principales y cinco auxiliares, todas ellas aportadas por la UME, para conseguir extraer todo el líquido de la balsa, al tiempo que equipos militares y policiales peinaban cada metro de terreno dejado al descubierto. Fue una tarea titánica, pues avanzar a pie por el firme lodoso se reveló harto complicado; de ahí que jugasen un papel crucial las embarcaciones de pequeño calado botadas por los profesionales de ambos cuerpos. Por su parte, desde el aire los drones facilitados por la Policía Nacional reforzaron la tarea acometida a pie de balsa. La expectativas estuvieron altas en todo momento, especialmente después de que el martes se localizase una placa metálica que podría haber pertenecido a uno de los coches de Da Silva. Menos de veinticuatro horas después llegaba la segunda buena nueva: el bombeo de agua dejaba parcialmente al descubierto, enterrada bajo el fango, la estructura de un vehículo. A partir de ahí, los trabajos se ralentizaron sensiblemente, mientras se luchaba contra esa masa pegajosa acumulada alrededor del metal; sin embargo, horas después esa burbuja de optimismo estallaba al confirmarse que el armazón correspondía a una furgoneta, un tipo de vehículo no relacionado con el caso. Por supuesto, los restos de ambas ausentes no estaban allí.
Pese a todo, la Policía Nacional ha compartido con los medios un balance positivo del operativo conjunto, que ha servido, opinan sus responsables, «para reforzar la colaboración entre cuerpos civiles y militares en casos de gran complejidad técnica«. Y sobra decir que, a pesar del resultado cosechado, las desapariciones de María Trinidad y de su hija no caerán en el olvido. Los agentes proseguirán las investigaciones, considerando las posibilidades hasta ahora dejadas en un segundo plano. A ese respecto, conviene recalcar que Da Silva, el único investigado, quien fue arrestado en 1989 y que actualmente reside en un centro asistencial de Zamora, siempre ha defendido que las dos mujeres huyeron a territorio luso.