Que en Xixón y en Asturies hayamos abierto las puertas de par en par para que se instalen un hospital y varias universidades privadas es una muestra clara de ceguera (…)
Siempre que oigo hablar de la colaboración público-privada, agarro fuerte el bolso y miro a ver si me han birlado la cartera. En la era de las criptoestafas auspiciadas por presidentes del gobierno es, sin embargo, este timo de la estampita tradicional de poner el dinero y los recursos públicos en manos de empresas privadas, el que nos está llevando a la ruina -entiéndase ese “nos” como el conjunto de la sociedad y no como el de los avispados empresarios, intermediarios y políticos de mano larga que se están haciendo de oro-.
Me disculpo de antemano por haber empezado esta mi columna de manera tan brusca, bastante alejada de mi estilo habitual, pero es que no está la vida para analogías, paños calientes ni consuelo de enfermera. La cosa pinta mal, chunga, complicada. El trumpismo y putinismo nos tienen agarrados por las solapas de la chaqueta, las políticas reaccionarias se han puesto en movimiento y amenazan con borrar de un plumazo gran parte de los derechos conquistados con sangre, sudor y lágrimas. Está de moda ser racista y el saludo nazi ya se puede hacer en público sin miedo a que te partan la cara. Estamos tan ocupados tratando infructuosamente de esquivar los golpes de la reacción que se nos ha olvidado vigilar nuestras carteras.
Está claro que detrás de todo esto hay una estrategia pensada para implantar un sistema político que perpetúe los privilegios de las clases dominantes, que les permita continuar con el saqueo de las arcas públicas sin encontrar mucha resistencia, ya que nos tienen entretenidos con las guerras culturales que ellos mismos se han inventado. Lo que está sucediendo en los USA es simplemanente la versión acelarada y a lo bestia de lo que llevamos viviendo en Europa desde los tiempos del austericidio y la troika, cuando nos convencieron de que nos habíamos vuelto unos seres mimados y privilegiados por tener servicios públicos y derechos sociales. Por cada millón recortado en aras de la austeridad en sanidad, educación, servicios sociales o prestaciones se podía escuchar el eco de la caja registradora de alguna empresa, banco, emprendedor o intermediario. No eran recortes presupuestarios, era un descarado desvío hacia manos privadas de lo que era de todos y para todos. ¿Os parece que exagero, que lo estoy llevando al extremo? Ojalá.
Dos son los pilares que hoy en día sostienen lo poco que nos han dejado de ese Estado del Bienestar que se inventaron en Europa tras la Segunda Guerra Mundial para frenar el avance del comunismo: la educación y la sanidad pública. Gracias a estos dos servicios públicos podemos garantizar a una gran mayoría de la ciudadanía una vida digna y longeva y hasta una buena muerte. Puede que esto nos parezca insignificante pero es mucho más de lo que la mayoría de los seres humanos han podido gozar no solo a lo largo de la Historia, también ahora mismo en muchas partes del planeta -cada día se ahogan treinta personas en el Mediterráneo buscando esto-, incluidas algunas naciones que se creen desarrolladas como los Estados Unidos, en los que la esperanza de vida está muy por debajo de la de los europeos, por ejemplo.
Personalmente me resulta un poco bochornoso tener que recordar de nuevo la necesidad y la importancia de sostener con nuestros impuestos una sanidad y una educación públicas de calidad, dotadas de medios y profesionales, mimadas, cuidadas y protegidas de cualquier injerencia privada. Pero aquí estamos de nuevo, dando la turra sobre lo mismo una y otra vez porque el ataque contra estos dos pilares de la sociedad no termina nunca y viene desde muchos frentes y disfrazado, en muchas ocasiones, de falsa preocupación por la sostenibilidad o la calidad de los mismos. Este es un ataque que no termina nunca porque hay mucho dinero que ganar. Y para que algunos puedan ganar ese dinero a costa de nuestro derecho a la educación y a la salud hay que desprestigiar estas dos instituciones infradotándolas para que dejen de funcionar bien. Este es un plan sin fisuras que lleva años en marcha gracias al trumpismo low cost de Ayuso o el caciquismo de toda la vida que se vive en la Comunidad Valenciana donde no hay acontecimiento, incluidas las catástrofes provocadas por la incompetencia política, del que no se pueda sacar una buena tajada económica mediante contratos privados y mordidas.
Y es que nada de esto se podría poner en marcha sin la propia complicidad de muchos gestores públicos y responsables políticos que recortan y empobrecen los presupuestos y las plantillas hasta que las escuelas, los institutos, las universidades, los hospitales y los centros de salud están tan degradados que la ciudadanía ha de optar por las alternativas privadas o las concertadas, que son regadas con subvenciones, contratos de gestión o cesiones de suelo público para que entren en una competición con lo público que está amañada de antemano, pues acuden dopadas con el dinero de nuestros impuestos. Y una vez que se entra en esta trampa el partido está perdido de antemano para la ciudadanía, pues esta ya ha perdido lo que tenía por derecho, recibiendo a cambio un sistema asistencial en el que solo aquellos que se lo puedan permitir recibirán algo parecido a un servicio de calidad o podrán pagarse un título universitario que de otra manera tendrían difícil obtener.
Que en Xixón y en Asturies hayamos abierto las puertas de par en par para que se instalen un hospital y varias universidades privadas es una muestra clara de la ceguera y la falta de compromiso de la clase política local y regional con lo público y con el futuro de la ciudadanía, pero sobre todo es una imprudencia en tiempos complejos en los que se debería cuidar y blindar los servicios públicos que nos mantienen más libres, más sanos, más iguales y mejor formados. Sin embargo han optado por regalar lo que tanto nos ha costado construir en común; a la ciudadanía no nos queda más remedio ahora que vigilar de cerca nuestros bolsos, aunque lo más probable es que ya nos habrán birlado la cartera.
Ya va siendo hora de que abran bares y cafeterías gestionadas por funcionarios.
Chigres Públicos ya!!!!
Vaya cacao mental.
Con lo bien que funciona todo ahora