«Xixón se asa, se consume a veintinueve grados en octubre, con los pantanos limítrofes enseñando las entrañas»
El mundo está enfermo, nuestro planeta lleva mucho tiempo en el hospital, lo buscamos en las plantas ordinarias, con un ramo de flores marchitas en las manos, esperando ver en la cama a un paciente grave, pero estable, pensando que la medicina suministrada con mesura revitalizará el maltrecho mundo que descuidamos. Con ese autoengaño permanente, exprimimos los recursos de nuestro alrededor como si de una fuente inagotable de deseos se tratase, sin darnos cuenta que el paciente ingresado se encuentra en estado crítico, acostado en la UCI.
Gijón ha sufrido un calor veraniego a finales de octubre y principios de noviembre, aún así, la gente seguirá pensando que el crecimiento económico imparable es la panacea que debe guiar y dirigir el mundo. Continuamos caminando con esa hambre ávida, insaciable, esa realidad utópica, ese pensamiento agotado, basado en un crecimiento económico constante como único instrumento de avance social. Mientras tanto, sin bajar de veinte grados en las soporíferas tardes de otoño, miramos la Tierra como lugar del hoy, no como un bien ofrecido en alquiler al que tratar como buen padre de familia (o madre, el lenguaje jurídico también tiene sesgo de género).
Acaparar de esa manera recursos para construir escaleras infinitas e inacabables, destruye nuestro planeta, lo exprime, lo seca, lo mata, como lo llevamos haciendo durante años, calladamente, a bocados pequeños, aprendices aplicados del consumo voraz y tolerado. Primero, esquilmando eso que llamamos nuestro mundo, para continuar en otros lugares, buscando los recursos agotables, sin darnos cuenta que, en una verdadera globalización, pues la Naturaleza es esa diosa que nos une, compartimos un espacio que, sin ser de nadie, es de todos. Ahora, con mayor culpabilidad al ser conocedores de las consecuencias, seguimos acaparando recursos naturales, seguimos incrementando las emisiones de CO2 a la atmósfera, con un incremento previsto de un catorce por ciento hasta 2030, seguimos suministrando con mesura una medicina insuficiente a un paciente tremendamente grave
Xixón se asa, se consume a veintinueve grados en octubre, con los pantanos limítrofes enseñando las entrañas, sin que la gran mayoría reflexionemos sobre la parte de culpa que, como individuos, nos corresponde. Vivimos, en esta sociedad del ahora, sin hacer un análisis real sobre nuestras acciones cotidianas y las consecuencias que tiene para un futuro cada vez más cercano, pensando, erróneamente, que miles de polillas durante años no pueden derribar torres hercúleas de madera. En ese caminar alejado de la polimatía, nos protegemos de las noticias que incendian nuestros bosques en verano y secan nuestros embalses incluso en invierno, repartiendo culpas y orientando nuestra mirada hacia las políticas, eximiéndonos, en la parte que nos corresponde, de la responsabilidad que también tenemos.
Políticas. Políticas que, en nuestra ciudad, durante los últimos años, intentan dar un paso adelante tras actuaciones realizadas en el pasado. De aquella lejana cercanía hablamos con orgullo propio de realidades que hoy perviven: un transporte público municipal altamente respaldado por la ciudadanía, el mejor valorado de España en informes de hace años, un sistema de reciclaje, y una empresa, EMULSA, que tenía, ya en 2009, un fuerte compromiso con la sostenibilidad y una gran perspectiva medioambiental, logrando hacer de Xixón el municipio con el mayor número de residuos reciclados en nuestra comunidad autónoma, y por último, disfrutábamos, en 2011, de una red de carriles bici que, con sesenta kilómetros de uso ciclista, era envidiada por otras ciudades.
Actualmente, la tan manoseada política de movilidad sostenible, coordinada con los planes urbanísticos, intenta seguir dando pasos en esos avances parados durante largos períodos de vacío. Medidas y actuaciones medioambientales que pretenden abordar el cuidado del entorno desde la transversalidad, promoviendo la reducción del uso del vehículo privado, incentivando otra manera más saludable de moverse o aumentando el número y kilómetros de carriles bici, son parte de ese relanzamiento notable producido durante esta legislatura. Sin entrar en valoraciones, todo el mundo debe estar de acuerdo que, con retraso, fue en 2019 cuando se comienza a dar impulso al nuevo dibujo sobre movilidad de la ciudad, con una clara visión de futuro, poniendo sobre la mesa diversas actuaciones que llevaran a la reducción de manera significativa del vehículo privado, pensando formas diversas de movernos por la ciudad, poniendo en valor la persona frente al automóvil con el fin de salvaguardar nuestra salud. Eso es política.
Como también las políticas están detrás del cambio en la producción de emisiones de CO2 de Arcerlor Mittal, con una apuesta potente de «nuestra» factoría capitaneando a nivel nacional una producción más verde, más ecológica, buscando la necesaria convivencia entre industria y sostenibilidad. Como son políticas aquellas que fomentan el reciclaje, poniendo a disposición de la ciudad contenedores en cada esquina; de papel, de vidrio, envases, orgánico, llegando, en 2021, a más de un treinta y seis por ciento de residuos urbanos reciclados gracias a acciones de difusión, cercanía, adecuación de recursos, y también, criticado, pérdida de aparcamientos, que favorecen la recogida selectiva. Como lo son aquellas que reducen el precio del billete de autobús, tanto urbano como metropolitano, o el de ferrocarril, favoreciendo el transporte público sobre el vehículo particular. O como lo son aquellas que apuestan por los entornos escolares seguros, también con reducción de plazas de aparcamiento, pero mayor seguridad para nuestra población joven en su llegada y salida del centro educativo.
Sin duda, las medidas propuestas son mejorables, la política no deja de ser la visión de mejora continua y siempre inacabada de la sociedad, falta adecuar aspectos necesarios para englobar la ciudad en un todo, eliminar una arteria de camiones convivientes con parques y aceras en nuestra zona Oeste, o favorecer la movilidad urbana a través del metrotrén, todos ellos elementos básicos de convivencia y movilidad ciudadana que darán un importante cambio a Xixón. Pero, ¿por qué tanta discrepancia y rechazo a algo que lleva siendo uno de los ejes principales en las políticas municipales europeas desde hace tiempo y ha sido abordado por nuestra ciudad con retraso?
No creo que la crítica venga dada solamente por errores cometidos -pobre de aquel que no yerre- sino también porque durante esta legislatura se nos ha hecho pensar, a los gijoneses y gijonesas, que existe otra movilidad posible, otra manera de desplazarnos por nuestro espacio, algo que, por la inexistencia de actuaciones previas en esa dirección – un carril bici y peatonalizar cuatro calles, no puede considerarse cambio de paradigma – nos ha hecho incorporarnos de manera abrupta a la carrera desde muy atras, provocando el querer participar sin, al mismo tiempo, ser los últimos. La valiente y necesaria incorporación en la agenda municipal de una problemática que nos atañe a todos y a todas generó y genera conciencia crítica, fundamental para asumir responsabilidades compartidas. Por ello, es de celebrar la opinión, el pensamiento, el análisis y el juicio respetuoso, pues refleja la colocación sobre la mesa de aquello que no estaba.
Xixón cuenta con una gran flota de transporte público, incrementada actualmente con autobuses y líneas, somos una ciudad llana y hermosa, disponemos de kilómetros de carriles bici, somos defensores de la cultura charlatana «playa», charramos con quien sea, contamos con distancias relativamente cortas facilitadoras del callejeo, gozamos de zonas verdes y parques para el descanso, incrementadas con la Avenida del Molinón o la ampliación del parque fluvial de Viesques… Sigamos apostando por ese camino reabierto hace apenas tres años en nuestra ciudad, sigamos mejorando, actuando, haciendo pedagogía, hablando, mostrando, y, por supuesto, como ciudadanos y ciudadanas de Gijón sigamos criticando y opinando, pues en la participación activa es donde se genera conciencia, se aportan diversas visiones que pueden conformar una, se genera el aumento de recursos para lograr un objetivo común, se logra recorrer, con responsabilidades compartidas, los pasos necesarios que pueden salvar el mundo, que pueden hacer volver al otoño asturiano gijonés, con paraguas en las manos y nubes sombrías amenazando lluvia.