La de Gijón con las ratas es una relación larga, profundamente familiar y… Digamos… ¿Incómoda? Seamos francos: sea por mero prejuicio o fruto de temores reales, al ciudadano promedio no le hace demasiada gracia convivir con tales roedores, una certeza que choca frontalmente con el hecho de que, en la ‘villa de Jovellanos’, su presencia se haya convertido en algo cotidiano. Lo visto este misma lunes en la plazuela de San Miguel, en pleno centro de la urbe, así lo confirma. Con los relojes marcando las ocho y veinte de la mañana, varios transeúntes y repartidores, estos últimos enfrascados en la carga y descarga de sus mercancías, quedaron sorprendido al ver a una rata de notables dimensiones, empapada tras haber abandonado una alcantarilla, deambular tranquilamente en el enlace de la calle Capua, a pocos metros de la sucursal del Santander. Y ni un ataque de pánico, ni un grito de terror, ni una carrera intempestiva… Por ninguna de ambas partes. Porque hasta el animal, demostrando un aplomo increíble, se quedó plácidamente en la acera, tal vez aturdido, pero lo suficientemente avispado como para esquivar a los peatones sin precipitarse, merodeando los alrededores del banco y observando con atención a quienes, como A. V., autora de la imagen, retiraban dinero de los cajeros. ¿Quizá estaba empezando a desarrollar un cierto apetito por el vil metal…?
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Por lo que veo toda España está infestada de ratas ( las de todo tipo ) pero esas que son las comunes, se combaten con gatos, así de simple.